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Selvático animal
Fito Robles (Siloé): «El ego se controla con paciencia, tiempo y ayuda»
El grupo pucelano remata el último tramo de su gira española y su cantante anuncia nuevo disco y gira internacional para el año que viene

Fito Robles (vocalista), Jaco Betanzos (batería) y Xavi Road (guitarra) conforman Siloé, una de las bandas de rock de mayor éxito del momento. Las 96 actuaciones que ofrecieron el año pasado les debieron de saber a muy poco, porque este no han parado de tocar. Hace un par de semanas llenaron La Riviera, en Madrid, y acaban de anunciar otras dos fechas en esa sala (28 y 29 de diciembre), pero aún les quedan una veintena de conciertos para cerrar el año y en casi todas las ciudades por las que pasarán han agotado las entradas. En mayo del año que viene tienen previsto lanzar su quinto disco, con el que emprenderán una gira internacional que arrancará en su ciudad, Valladolid. Amén de su frenética actividad en directo, suman un millón doscientos mil oyentes mensuales en Spotify y cuentan con más de 160.000 seguidores en Instagram. ¿Cómo lo hacen para mantener a raya el ego? «Vaya primera pregunta... –contesta Fito, quien charla para LA RAZÓN en nombre del grupo–. El ego se controla con paciencia, tiempo y ayuda. Tienes que ser muy sincero y muy realista con las personas a las que contratas y de las que te rodeas, eso lo primero, y tener clarísimo que tu visión no es la visión del mundo, ni muchísimo menos. Y luego tenemos a nuestro psicólogo, que nos ayuda a ver lo mismo que nosotros vemos pero desde una perspectiva diferente. Los tres miembros del grupo tenemos el mismo psicólogo, aunque hacemos sesiones personales y grupales. Llevamos un año y medio ya con esa terapia». ¿Surgió como una necesidad vital? «Creo que con el paso del tiempo lo hubiera sido –reflexiona–, pero en ese momento no lo era. Esto es como cuando vas al fisio sin que te duela nada, no cuando tienes ciática o un problema de cervicales. Creo que era el momento de empezar a colocar ciertas cosas y aprender a comunicarnos para que luego no nos destruyese. Y esa es una de las patas, nuestro psicólogo. La otra, importantísima, son nuestras tomas de tierra en casa. Yo intento no perder el hilo de absolutamente nada de lo que les ocurre a mi mujer y a mis hijos –tiene tres, una de nueve años y dos mellizos de siete–, que no saben qué es Siloé. Es decir, saben que su padre se dedica a esto, vienen a conciertos, me ven, pero no saben que acabo de hacer tres «rivieras» y que eso es algo increíble. O sea, yo soy su padre, entonces no hay mayor toma de tierra y bajada de ego que la realidad. Las tomas de tierra son muy importantes». Y más, le digo, en una profesión como la suya, en la que hay músicos que no se bajan nunca del escenario: «Totalmente –asiente–. Creo que es bastante equívoco. No porque el personaje te pueda destruir, sino porque la gente puede acabar destruyendo el personaje y, por ende, a ti. Si la gente en algún momento destruye el personaje pero tú lo tienes bien disociado, nunca te van a destruir. Obviamente, tu vida personal está ligada a lo profesional. Y esto también tiene que ver con la romantización de los héroes del rock. Hemos visto muchos documentales y tenemos todos como muy metido al personaje, pero la gente no conoce la parte empresarial de Bono, el cantante de U2, conoce al personaje carismático que se sube al escenario a cantar éxitos increíbles».
«Los tres miembros del grupo tenemos el mismo psicólogo, aunque hacemos sesiones personales y grupales»
Sacerdotes en los conciertos
Aparte del nombre del grupo, los títulos de sus discos («La verdad», «La luz», «Santa Trinidad») y de muchas de sus canciones están muy ligados a lo religioso. Es claro que los elementos y la retórica religiosa han dado siempre mucho juego al mundo del arte, ¿en el caso de este grupo tiene ver con eso o hay una vocación religiosa más allá del juego que pueda dar artísticamente? «Es muy buena pregunta. Aunque no somos muy fans de la inteligencia artificial, justo el otro día le preguntamos al ChatGPT si Siloé es un grupo religioso, creyente, y contestó: “No exactamente”, ja, ja, ja. Y añadió que uno de sus integrantes, Fito, yo, es un tipo que es creyente y que su espiritualidad se evidencia en su manera de hablar acerca de la trascendencia, que creo que es fundamental en las canciones. Y dije: pero nosotros no hacemos música religiosa. De vez en cuando veo sacerdotes en los conciertos y cuando me preguntan digo que estoy encantado de que disfruten con mi música, pero que no hago música sacra ni muchísimo menos. Pero a la vez creo que hay ganas de que se hable de algo trascendental y más importante que las canciones de amor, y hay que tratarlo. En la música en castellano parece que todavía tenemos esas reticencias, pero en la anglosajona, en cambio, las referencias son infinitas». Le digo entonces que ojo con el amor, que un respeto, y le pregunto si de verdad cree que haya algo más sublime que el amor: «No, nada, nada –contesta entre risas–. De hecho, el 80% de nuestras canciones son de amor, es sobre lo que escribimos. Y me gustaría entroncarlo con la primera cosa que has dicho acerca de los datos, de los seguidores en redes y de los oyentes mensuales en Spoty y tal: muchas veces me pregunto por qué sucede esto y creo que es porque hacemos canciones de amor. O sea, no hay nada que conecte más con la gente que las canciones de amor. La savia de Siloé, su sangre, es el amor».
«No hay nada que conecte más con la gente que las canciones de amor. La savia de Siloé, su sangre, es el amor»
Ellos son de Valladolid, viven allí y ondean siempre que pueden esa bandera: «Sin Valladolid no hubiéramos sido lo que somos –sentencia–. Venimos de una ciudad muy pequeñita, pero tenemos sueños muy grandes. Nos sentimos muy apoyados por nuestros vecinos, que también es una buena toma de tierra, y los 10 empleados que tenemos ahora mismo en la oficina son de Valladolid, pueden ir andando a su oficina y protegen al grupo más que a nada. La verdad es que ha sido increíble sentir el apoyo de la ciudad, que se ha volcado con nosotros. Ser profeta en tu tierra es muy difícil, lo digo absolutamente en serio. Valladolid no es una ciudad fácil, tiene un clima castellano, duro, y, sin embargo, a nosotros solo nos ha mostrado cariño», concluye.
Esa altísima luz que suena
Por Javier Menéndez Flores
El cielo era un objeto que podías tocar en cuanto pisabas el suelo milenario de la plaza de San Pablo, donde cualquiera que tenga sangre bajo la piel se inclinará ante la grandeza de las piedras. Y si llovía trigo y un muerto abría los ojos y salía por patas, la música tenía, seguro, mucha culpa de ello, pues hay canciones que dan alas y desconvocan las tinieblas. Y en la Estación del Norte te acordaste de aquel poeta con apellido de adefesio que sabía que ya nadie lo llevaría al sur. Y no buscabas un beso ni dos ni cien, te conformabas con tenerlos todos todo el tiempo.
Hay quienes saben muy pronto que quieren ser futbolistas o policías o ladrones de bancos, mientras que vosotros no lograbais imaginar una vida fuera de la música por más que ese deseo se os antojara la cuadratura de un círculo. Y ahora, al cabo de una década del triple salto mortal, os reís al recordar a aquellos demonios que se empeñaban en acompañaros a todas horas y celebráis con Vega Sicilia que los milagros existen. Y aunque la vanidad acecha detrás de las cifras magníficas y hay que hacer los deberes con la mejor de las letras para no caer en su red, cuando llegáis a casa los superpoderes se ponen en pausa y tenéis las mismas debilidades que sitian a cualquier hijo de Dios.
Si uno quiere conocer la verdad que espera al otro lado de esas puertas interiores que tanto tememos abrir, será mejor entrar desnudo en las aguas frías del miedo y no mentirle jamás al psicólogo. Hay –lo has soñado o lo has vivido, o ambas cosas– norias que presagian aludes, guerras con caridad y un tipo de amor que sabe a café sin azúcar, acre y filoso, pero que hace posible el prodigio de la respiración. Vivir, óyeme bien, consiste en encontrar el modo de caminar sobre brasas y salir ileso.
Alabado sea el Señor cada vez que en La Riviera se reúnen unos miles de devotos de esa santa trinidad que forman Fito, Xavi y Jaco, quienes apostaron a doble o nada por un sueño y la fortuna se puso de su parte. Pero qué culpa tienen ellos de que el Manzanares pase por Valladolid y de que Madrid, que es de todos pese a no tener dueño, sienta como propios los latidos de tres hombres que tras salir a hombros por una de sus puertas grandes toman religiosamente la A-6 para volver a una vida sin negritas.
En Pucela el acento que presume de neutro tiene el sabor del mármol, pero cuando allí arriban andaluces y gallegos creen que han viajado en el tiempo porque la fragua del castellano se mantiene incandescente. Podríais tumbaros y dejaros fotografiar con el gesto de dolor que le imprimía Gregorio Fernández a sus obras, y sin embargo os basta con mirar retadores a la cámara para dejar constancia de la actitud que adorna vuestras canciones.
Aún sigue abierto el Café Teatro, ese Madison Square Garden en miniatura en el que comenzó a crecer lo imposible. Fue mucho después de que los discos de la biblioteca Rosa Chacel, allá en el Cuatro de Marzo, te señalasen el camino. Hay enamoramientos que duran para siempre y por eso suenan sin descanso en tu cabeza «Debajo del puente» y «Message in a bottle».
Cuando a tu alrededor caigan bombas y todo tiemble, agárrate fuerte a la pequeña carne de tu sangre y verás cómo la niebla huye. Y mientras observáis esa alta estrella que suena, que no deja de sonar, dile a Laura que no olvide nunca que la quieres.
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