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Gabinete Caligari: 'Cuatro Rosas', cuarenta años y una mili

Una edición especial celebra los 40 años de 'Cuatro Rosas', un prodigio de la canción española y que hizo historia al ser el primer disco de oro de un grupo independiente
Jaime Urrutia de los Gabinete Caligari. David Jar
Jaime Urrutia de los Gabinete Caligari. David JarDavid JarPHOTOGRAPHERS

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Influidos por los consejos de Eduardo Benavente, Gabinete Caligari hacían canciones «postpunk» con inspiración gótica, estilo musical que había deslumbrado los temas de Parálisis Permanente, uno de los iconos de la Movida y con quienes compartieron la edición de un disco en 1981. Eran los tiempos de la modernidad y la provocación, de la estética sadomaso o incluso nazi, juegos de góticos, siniestros y postpunk. «Somos Gabinete Caligari y somos fascistas», dijo Jaime Urrutia en su debut en Rock Ola. Al año siguiente, publicaron «Obediencia», su primera referencia, tres temas con una provocadora portada en la que Brian Jones aparecía llevando la esvástica nazi en un brazalete. Jugaban con las referencias al nacional socialismo de forma análoga a como Joy Division tomaban prestado el nombre de una supuesta unidad nazi de prostitutas. Obviamente, todo era pura provocación. Hasta que Jaime Urrutia y Edi Clavo fueron a la mili. «Allí vimos de todo: gente que no sabía leer ni escribir y una realidad distinta. Se escuchaba mucho flamenquito, Los Chichos, la radio... Eso nos cambió. Vimos que había otra cosa más allá de la modernidad y no éramos los mismos al volver a casa», rememora Jaime Urrutia.
A su vuelta, publicaron «Que Dios reparta suerte», un trabajo que incluía canciones oscuras de aroma a Gestapo como «Héroes de la Unión Soviética» o «Grado 33», con el mismo tono que su primera referencia, pero algo empezaba a cambiar: «Que Dios reparta suerte», o «Sangre española», dedicada al matador Juan Belmonte, les valió la etiqueta de rock torero, pero «seguía dejándose llevar demasiado por la moda. Que nos gustaba mucho The Cure y Joy Division, pero no era lo que escuchábamos», cuenta Urrutia. Todo se transformó cuando a finales de 1984 grabaron «Cuatro rosas», un EP que hizo historia con la canción homónima, una de las mejores que se han escrito en el rock español, el primer disco de oro de un grupo independiente en nuestro país, y que celebra ahora una reedición en vinilo por sus cuatro décadas de gloria.
«Por entonces, aunque lo tenía desde mucho tiempo antes, yo escuchaba mucho el disco de la Velvet Underground, el del plátano, con ese tipo de melodías y la voz grave, y también de las primeras canciones de los Rolling Stones con Brian Jones. Tenía eso en la cabeza cuando buscaba melodías con la guitarra. Y así fue como dimos con la de ‘‘Cuatro Rosas’’», cuenta Urrutia, que compara el trabajo con «Camino Soria», la otra cima del grupo. Sin embargo, el gran acierto de la canción residía en su universo lírico, que llegó inspirado en un personaje irrepetible. «Por entonces, conocíamos mucho a Eduardo Haro Ibars, porque yo iba al colegio con su hermano Eugenio, que eran para mi muy importantes. Fue él quien me enseñó a Bowie, Burning y los Doors, por ejemplo. Iba a su casa a escucharlos. Eduardo ganó un premio de poesía en el 77 que debía estar organizado por el ayuntamiento de Madrid y él recitaba su libro en pubs. Y su hermano Eugenio, Ferni (bajista de Gabinete) y yo íbamos con él poniendo acompañamiento musical. Uno de aquellos poemas se llamaba ‘‘Four Roses’’ y estaba dedicado a Janis Joplin, porque esa era la marca de bourbon que ella bebía. Eduardo era un personaje muy especial y formaba unas broncas que te cagas, pero era mi amigo y yo le apreciaba muchísimo. Ese poema inspiró la letra, aunque la hice a mi manera, con mis obsesiones fetichistas», ríe Urrutia en un bar por la zona de Ventas, en Madrid, su barrio de toda la vida.
El EP aparece editado con unos textos en los que Edi Clavo califica el mini LP de «un destilado casi perfecto de nuestras influencias primigenias, el rock clásico que habíamos escuchado desde la adolescencia». Clavo consigna esos «ecos velvetianos y rigodón bien temperado a base de clavicordio, aires de todas aquellas baladas isabelinas de los Rolling Stones y fetichismo castizo ‘‘a la Kinks’’». Es curioso que ambos lleven 20 años sin hablarse pero definan casi con las mismas palabras aquellos tiempos. Ambos recuerdan también a un personaje mítico de aquel tiempo, el saxofonista Ulises Montero, que aparece con su «sexo» –como bromea Clavo– en «¡Caray!», «Más dura será la caída» y «Esclavo de tus pies». «Nos enseñó tanto... Era mayor que nosotros y le admirábamos mucho. Con solo verle te dabas cuenta de que era un tipo extraordinario, con esa presencia y esa chulería. Tenía una clase de ‘‘rocker’’, un magnetismo... pero cayó en la heroína y fue un desastre», recuerda Urrutia.
Hay, además, aportaciones muy interesantes y desconocidas por parte de Jesús N. Gómez, productor del trabajo, que revela el secreto del sonido ondulante y dulce de «Cuatro Rosas». «A poco que uno se fije, arranca con un riff de guitarra eléctrica que posee un sonido muy especial. No se trata de un clásicos guitarra-amplificador, sino que, buscando la dulzura y la misma envoltura que tiene la voz en la primera estrofa, esta guitarra tiene un sonido nada habitual (...) amplificada a través de un Leslie (amplificador rotativo para órgano), grabado en estéreo, cuya fase y sonido nunca permanecen estáticos. Esto, en realidad, ya se había hecho antes. pero lo que no se había hecho es combinarlo con el atípico uso de la microfonía de captación: dos personas tumbadas en el suelo del estudio, en lugares opuestos girando a su vez cada una de ellas el micrófono que tenían al extremo del brazo, a modo de molino, lentamente. esto creó ese sonido mucho más envolvente, que te abraza y te atrapa desde el principio de la canción (...). Eso, junto con el hecho de que ningún acorde de la guitarra caiga ‘‘a tempo’’ durante toda la canción, convierten esa base en un abrazo musical constante. No caer en el tiempo significa que las guitarras se convierten un poco más en arpas que en guitarras», explica el productor del trabajo, que recuerda además el prolijo trabajo de grabación de las voces de «Cuatro Rosas»: «Se grabaron en un magnetófono analógico de 24 pistas y dos pulgadas de ancho de cinta al más puro estilo tradicional: frase a frase, ‘‘pinchando’’ una y otra vez hasta conseguir la toma perfecta, trozo a trozo». Una pieza «de sofisticación callejera y elegancia retrofuturista», según Andrés Calamaro.

AQUEL PEQUEÑO MILAGRO

Por Alberto Bravo

«Cuatro rosas» es uno de los pequeños grandes milagros de la música española. Para 1984, Gabinete Caligari tenía ya un disco, «Que Dios reparta suerte», un álbum que respondía al tópico de primer trabajo de una banda de talento: repleto de buenas ideas, frescura y actitud, pero falto de consejos, filtros de calidad y una línea coherente. Cosas que dan la madurez y que lograron con aquel trabajo, cuando de verdad nació el «sonido Gabinete». Ya no era esa idea oscura y afterpunk ligeramente impersonal, sino una mezcla imposible pero depurada de Rolling Stones, Kinks, Beatles, Dylan, Sun Records, Los Chichos y Los Relámpagos. Cuando entraron en el estudio para grabar su segundo disco, apenas tenían seis canciones. Fueron tan inteligentes que no quisieron forzar ni añadir rellenos. Esa pequeña colección era suficiente. Era oro.

«Cuando entramos a grabar, estábamos muy relajados. El ambiente era magnífico y sabíamos que había un buen material. Disfrutamos muchísimo», explica Ferni Presas. Otro aspecto les diferenciaría de sus coetáneos: lo bien que tocaban. Urrutia siempre fue mejor de lo que él mismo pensó a la guitarra y su voz era distintiva, Edi Clavo es simplemente uno de los mejores baterías de rock de la historia de este país y las líneas de bajo de Ferni Presas, tan nuevaoleras y llenas de soul, conforman todavía hoy una seductora originalidad.

El propio grupo produjo el álbum junto a Jesús Gómez y el sonido sigue siendo espectacular. Baste escuchar el clasicazo que es el tema que da nombre al disco. El riff inicial era una vieja idea de Urrutia que ya tocaba con Ferni cuando ambos empezaban a aprender a la guitarra española. También están una guitarra acústica celestial, la riqueza (tan Beatle) del fliscornio, la forma de cantar tan castiza, el ritmo que avanza como un tren de mercancías y esa letra tan inteligente y sugerente. Una canción que todavía asombra. Al contrario que tantas de la época, no ha pasado de moda ni la composición ni el sonido. El disco tenía muchas cosas más, y todas buenas: «Tango» era surf siniestro, «Más dura será la caída» era tan épica como solo David Bowie o Lou Reed podían serlo, «Caray» tenía mucho de ese swing que más tarde sería identidad del grupo, «Haciendo el bobo» era una deliciosa revisión del «Absolutely Sweet Marie» dylaniano y «Esclavo de tus pies» era la Velvet haciendo pop. La única pega del disco exponía su virtud: demasiado corto. Fue el milagro musical de este país.