Teatro

Viena

La fuerza del bel canto

«La hija del regimiento» de Donizetti. A.Kurzak, J.Camarena, P.Spagnoli, E.Podles, I.Galán, P.Oliva, P.Quiralte, A.Molina. Coro y Orquesta del Teatro Real. Dirección musical: B. Campanella. Director de escena: L. Pelly.

Representación de «La hija del regimiento» en el Teatro Real
Representación de «La hija del regimiento» en el Teatro Reallarazon

«La hija del regimiento» de Donizetti. A.Kurzak, J.Camarena, P.Spagnoli, E.Podles, I.Galán, P.Oliva, P.Quiralte, A.Molina. Coro y Orquesta del Teatro Real. Dirección musical: B. Campanella. Director de escena: L. Pelly.

Cualquier aficionado puede entrar en YouTube y contemplar el video íntegro de «La hija del regimiento» que se ofreció en Viena en 2007 con un reparto espectacular que incluía a Natalie Dessay, Juan Diego Flórez y Carlos Alvarez y Montserrat Caballé. No se lo pierdan. Se trata de la misma producción que también se ofreció con Flórez en el Covent Garden (2007), el Met (2008) e incluso el Liceo en 2010, aquí con Ciofi en vez de Dessay. Siete años después llega al Teatro Real como segundo título de la temporada tras unas «Bodas de Figaro» requeterrepresentadas, para llenar el vacío de meses que dejó Mortier en la programación de la actual temporada.

Estamos ante una de esas óperas que sólo se sostienen por su bel canto, ya que historia y libreto aportan poco. Donizetti, en plena fama, la estrenó en la Ópera Cómica de París en 1840 en francés, llegando en el mismo año a la Scala. Obras tan insulsas resultan difíciles de escenificar. Laurent Pelly (París, 1963) lo logró al plantear una puesta en escena de corte tradicional pero imaginativa y en la que se cuentan las cosas como son de forma tan simple como eficaz con la pretensión de que texto y música ridiculicen los conceptos de nación y guerra. Ésta se traslada a la primera mundial y en el primer acto el tirolés Tonio trepa por mapas que simulan las montañas de su tierra, mientras que el segundo nos lleva elegantemente al palacio de la marquesa de Berkenfield. Pelly firma hasta el vestuario y, lo mejor de todo, es el estupendo trabajo actoral que logró en 2007 y que se mantiene impoluto en esta reposición hasta en los más mínimos gestos.

La ópera pasó de no gustar mucho en la premier a ser éxito mundial, en gran parte debido a la talla de sopranos –Lind, Patti, Sembrich, Tetrazzini, Sutherland, etc.– y tenores –Valetti, Pavarotti, Blacke, Kraus, etc.– que la han cantado. Obviamente carece de sentido programar obras así si no se cuenta con un gran reparto. El papel de Marie es mucho más endiablado de lo que parece, plagado de coloraturas y sobreagudos sin esa página de claro lucimiento espectacular con nueve «does» que posee su pareja. Pelly la hace además actuar de verdad y no es fácil combinar ambas cosas. Aleksandra Kurzak es soprano ligera de voz no especialmente grata, pero musical, con facilidad arriba y, además, actriz. El mejicano Javier Camarena fue protagonista hace pocos meses de uno de los escasísimos bises en el Met, precedido en décadas sólo por Pavarotti y Flórez. A medio camino entre ambos en lo vocal y en lo físico, sabe proyectar e impresionar con la célebre pieza, así como frasear intachablemente el «Pour me rapprocher de Marie». Un cantante de fuste y el más aplaudido de la velada. Pietro Spagnoli y la aún inmensa Ewa Podles –la más auténtica contralto en décadas- resuelven de forma excelente y cómicamente, como corresponde, los papeles de Sulpice y Berkenfeld, mientras que Angela Molina no llega a convencer como Krakenthorp.

Bruno Campanella (Bari, 1943) fue quien dirigió en el estreno londinense. Experto en el repertorio belcantista, le saca a la partitura el jugo que encierran las páginas más italianas como «Il faut partir», aunque en las más francesas –incluido el coro precursor del «Rataplan» verdiano- queda algo falto de chispa, lo que acaba por perjudicar un resultado final que acaba más apagado de lo que parecería tras los aplausos a las arias individuales. En la memoria de los mayores queda ineludiblemente aquella «Hija del regimiento» de 1985 en el Teatro de la Zarzuela con June Anderson y Alfredo Kraus.