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María Dolores Pradera, fina estampa centenaria

Este año se cumple la efemérides de una de las mayores artistas de los escenarios españoles y un concierto le rinde homenaje en Madrid
María Dolores Pradera durante una actuaciónlarazon

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Como buena hija de emigrantes, aprendió las cosas que nos unen y las frecuencias del corazón. Abrió su mente hacia otras tradiciones y afiló su sensibilidad para apreciar una buena canción sin importarle el género en que estuviera compuesta. Tanto, que en el repertorio de María Dolores Pradera (Madrid, 1924-2018) puede escribirse casi un canon universal de la música hispanoamericana. «Sí que lo era, sí... –dice Fernando Fernán Gómez, hijo de la cantante–. Para todo aquel que sea un poco sensible y le guste la música de verdad, desde luego. Otra cosa es que hoy en día la canción no es eso, sino cuatro ruidos, tres saltos, dos volteretas y un poco de eco que pone una máquina. Pero para las personas sensibles es un repertorio que nunca va a morir». Además, su personalidad, la de una mujer fuerte y con carácter que se abrió camino por sí misma en todas las disciplinas de la actuación, la convirtió en una artista completa y verdadera que grabó con Carlos Cano, Caetano Veloso, Joaquín Sabina y hasta Bunbury.
Un concierto le rinde homenaje a ella y al cancionero que trajo y popularizó en España. Fue la primera artista española en actuar en el Royal Albert Hall y en el Madison Square Garden. Amigos y admiradores como Raphael, y Sole Giménez, entre otros, celebran su legado el 14 de enero en el WiZink Center durante una noche titulada «Toda una vida».
Nació en el barrio de Salamanca de Madrid porque a su padre le iban bien los negocios. Sus primeros años de vida estuvieron marcados por el desahogo y la tranquilidad. Estudia en el Instituo Escuela, un centro moderno, asociado a la Institución Libre de Enseñanza, y aprende ballet y patinaje. Viaja con frecuencia a Chile, donde su padre, que es asturiano de origen, tiene varios negocios en el norte del país. Allí había encontrado cierta fortuna aunque la placidez de su vida pronto se trunca: en 1935, con apenas 11 años, su padre fallece en Chile cuando sus empresas zozobrabaron y trataba de liquidar sus intereses allí para instalarse en España. Todo el sustento económico de la familia colapsa. La madre y sus cuatro hijos se cambian de domicilio. Solo tres meses después llegan la Guerra Civil y el hambre. «Me acostumbré a comer muy poquito», decía la artista, que de la necesidad hizo virtud: aprendió a coser para aportar al sustento familiar y diseñar sus propios modelos. En la inmediata posguerra, empieza a actuar en el vecindario. Canta y baila para elevar el espíritu de un desmoralizado Madrid.
[[H2:«Ni una gorda»]]
En los años 40 hace papeles de extra en el cine, en los estudios Chamartín. Abandona los estudios. «El hecho de que mi familia no tuviera una gorda me hizo dedicarme al teatro», confesaría en referencia a las estrecheces económicas de su casa. En las tablas descubre las maneras de la presencia escénica y conoce a Fernando Fernán Gómez, su primer amor y el más importante. Sin embargo, cantar era lo que siempre había hecho y seguía con ello cada día. En 1952 logra su primer trabajo como intérprete en Alazán, una boite de moda en la noche de la capital donde ella libera su alma de la crisis matrimonial que ya arrastra con el actor. Canta con el corazón desgarrado y deja boquiabiertos a los asistentes noche tras noche. En lugar de dos semanas, la contratarán dos meses.
La cantante María Dolores Pradera, durante su actuación en el Palacio de Congresos de Santiago, donde comenzó la gira española en la que interpretaba las canciones de "Esencia de mujer"/ Efelarazon
Durante un tiempo combina sus actuaciones musicales con el teatro y hasta el doblaje. Sin embargo, la música se impone. «Yo creo que siempre fue su vocación», dice su hijo, que explica que se especializó en canciones hispanoamericanas porque la hacían sentir bien «y en España era un repertorio desconocido. La verdad es que, salvando las mexicanas, que se conocían algo, el resto de la música del continente la trajo ella».
Poco después, Pradera se va a París, donde contacta con Paco Ibáñez y conoce la bohemia francesa, cuando la separación tras 12 años de Fernán Gómez es un hecho, amistoso, eso sí, entre ambos. No pueden divorciarse, pues no existe la ley, pero su relación se ha agotado aunque ella nunca olvidará al actor. Pradera tendrá al menos dos o tres amores más posteriormente, como ella misma confesó, pero nunca llega a establecerse con ninguno. Parece ser que tampoco era fácil para la mentalidad masculina aceptar su estatus de estrella de la canción y todos los compromisos y rigores asociados a las grandes giras.
Popularizó en España el repertorio latinoamericano: de la cumbia al valsecito, de la ranchera al bolero, de la zamba a la cueca. Canciones populares que permanecen más allá de las modas. Se consideraba hija de emigrante y le recordaban al territorio de su infancia. Eran, por encima de todo, canciones que iban y volvían. Temas españolas que hacía resonar en México, donde era amadísima y país donde aprendía un bolero o una ranchera, que a su vez traía a cambio a Madrid y cantaba bajo un poncho. Y así con el gran cancionero hispanoamericano, siempre con mucho gusto para apreciar lo mejor de las dos orillas a la búsqueda de un repertorio canónico. Uno formado, quizá, por canciones del mexicano José Alfredo Jiménez, la peruana Chabuca Granda, el cubano Miguel Matamoros, el uruguayo Alfredo Zitarrosa, el argentino Atahualpa Yupanqui, la chilena Violeta Parra y, claro, Federico García Lorca. Delicados o desgarrados temas mecidos por una cadencia universal.
Fumó hasta los casi 70 años, incluso a ritmo de tres paquetes diarios, y nunca se cuidó la voz, que consideraba tener «un poco de hombre». Durante los años 80 hizo oficial su divorcio con Fernán Gómez, recién aprobaba la ley. Detuvo su carrera musical por un regreso a la interpretación, pero la retomó triunfalmente con Carlos Cano, con el que formó un tándem arrollador, hasta su fallecimiento prematuro en el año 2000. «Es asombroso que haya mucha gente que me dice que tiene sus discos y que la escucha continuamente –dice Fernán Gómez–. Con esto del homenae hemos tenido montones de mensajes de personas que la quieren muchísimo. Ha sido muy gratificante ver que ese cariño no se ha perdido, aunque haga casi seis años que falleció». Seguramente porque ella es ya, fuera de toda duda, universal.

UNA NOCHE DE FIESTA PARA «QUE TE VAYA BONITO»

Con el fin de rendir homenaje a esta madrileña de las dos orillas el próximo domingo se darán cita amigos de la artista como Víctor Manuel, Pasión Vega, Los Sabandeños, Lolita, Diana Navarro, Carmen París, Estrella Morente, Juan Valderrama, Rosa León, Amancio Prada, Pipo Prendes, José Mercé y Sole Giménez. «Son todos músicos que en alguna ocasión han tocado con ella. Más que eso, son amigos de mi madre que querían rendirle un homenaje», explica Fernán Gómez. En el repertorio no faltarán clásicos como «Amarraditos», «Fina estampa», «La flor de la canela», «Que te vaya bonito» –con la que siempre abría sus conciertos–, «Habanera imposible», «Como han pasado los años», «Limeña», «Las ciudades», «Lágrimas negras», «Pa’todo el año» y «El mundo que yo no viva».Y durante el año están previstas una exposición en su memoria y al menos dos biografías literarias. Todo para una mujer legendaria.