Música

Rayden: «En la música siempre he sido demasiado o demasiado poco»

Publica su disco de retirada, «La victoria imposible», que reflexiona sobre el fracaso y su vocación literaria, a la que se va a dedicar a partir de ahora

Rayden publica "La victoria imposible", su disco de despedida
Rayden publica "La victoria imposible", su disco de despedidaAna Manez

Resulta extraño sentarse delante de un artista para comentar los detalles de un disco nuevo pero en realidad hablar del final de su carrera con apenas 37 años. Pero así lo ha querido David Martínez (Alcalá de Henares, 1985). Ha decidido de dejar de ser Rayden con la publicación de «La victoria imposible», un disco que no suena a epitafio ni a solemne despedida. «Con esto termino de decir todo lo que tengo en la música. Y me voy con normalidad».

Raydense va, de hecho, en el mejor momento de su carrera. «Nadie lo entiende, ya lo sé. La gente me pregunta que si soy un anormal. Estoy con una productora haciendo un documental de todo esto (ríe). Pero es que en la música nadie sabe ganar. El que no tiene nada, quiere más. El que tiene, lo quiere todo. El que está arriba del todo se quiere mantener. Nadie sabe ganar». De ahí el título de su trabajo de despedida. Sin embargo, una de las razones que daba el complutense para poner fin a su historia en la música es que no sabía «qué clase de encaje» podía tener su música en el futuro. «Todo el mundo quiere estar en el cementerio o en la sala de operaciones, pero nadie en la sala de espera. Y así me he sentido yo. Mi música es demasiado ‘‘indie’’ para el rap y demasiado rap para el ‘‘indie’’. Soy demasiado bestia para la radio y demasiado comercial para lo ortodoxo. Soy demasiado y me quedo a medias. He peleado mucho con el viento en contra, y siempre buscando demostrar credibilidad y pertenencia porque me echaban de los sitios. Me decían “demasiado para” y luego “muy poco para”. Y a veces me ha llevado a peleas internas, porque me he sentido muy aislado».

La segunda razón por la que cierra capítulo es la literatura: «A la música entré de casualidad. Un día estaba con mis amigos y no queríamos ir a la Feria de Alcalá de Henares. Uno de ellos propuso hacer un grupo de rap para no aburrirnos: ‘‘Yo ya tengo letras’’, dijo. Y yo escribía poesía mala, pero pensé que podría. Y mi carrera ha sido eso siempre un ‘‘ya que estoy aquí’’. Me presenté a la batalla de gallos de suplente porque otro no fue –y ganó el torneo mundial–. Fiché por una discográfica porque mentí. Hice una colaboración con Leiva porque entramos juntos al baño en un concierto de Dani Martín. Y todo ha sido “ya que estoy aquí y con lo que me dan, hago”. Esta es la primera vez que me siento dueño de mi cómo».

[[H2:«Running sushi» musical]]

En el oficio de músico puso mucho cerebro, más que instinto. «Mi terapeuta me habla de un concepto que está en mi vida. Es la ‘‘teta mala’’. Cuando eres pequeño y lloras, lo que te calma es la teta o la tetina. Y cuando creces y tienes un déficit de cariño, buscas eso mismo que te calme: algunos van a las drogas, otros al juego, al sexo... o el trabajo. Y mi teta mala fue crear, porque eso me hacía sentir querido. Había otro factor: era un terreno que controlaba y en el que nada me podía hacer daño, porque tenía el control de todo. Imagínate. Me ganaba la vida con mis amigos, me daban las gracias, me querían. Y mi hijo era el más orgulloso por ello. Ahora he trabajado en eso y ya no lo necesito». Rayden piensa dedicarse a la literatura, así que ¿no estará sustituyendo una teta por otra? «No, porque me siento como alguien que lanza un cóctel molotov y sale corriendo. Aunque salga mi nombre en la tapa. Con la canción puedes tener un momento de suerte, de lucidez, y hacer un estribillo que vende entradas. Hay mucha gente que llena el recinto de un concierto solo para gritar una frase de una canción echando saliva a la cara de sus amigos. En la novela, en cambio, la arquitectura es diferente y resulta mucho más interesante. Tienes que hacer lo de la canción, pero en cada página. Consiste en trazar un túnel como un minero y salir al final, al otro lado, con el periquito todavía vivo», apunta David Martínez Álvarez, firma con la que ha publicado ya en la novela: «El acercamiento de la mujer cactus y el hombre globo» (Suma de Letras). Es un ritmo, el de los libros, muy distinto al de la industria musical. ¿Hay demasiada mercadotecnia en la música? «En la era del ‘‘streaming’’ todo funciona por estímulos. Es como el “running sushi” –se refiere a los restaurantes de comida japonesa donde la comida circula en platos por unas guías–. Viene un plato con comida y si no te cogen... ojalá te coja el siguiente. Porque, si no, tienes que sacar otro plato a ver si alguien lo pilla. Y estás obligado a subirte en ese carro necesariamente o condenado a ir de anti todo y quedarte en una esquina. Es otra velocidad», explica gráficamente. Sin embargo, Rayden no muestra el menor resentimiento del mundo musical. «Ninguno. De hecho, creo que la palabra canción es un pleonasmo de victoria, porque siempre que abrazas una canción, algo se gana. Y decir cantar victoria es como decir subir arriba. Siempre que haya canciones, todos ganamos».

En el disco, que es lo que realmente nos ocupa, no todas las canciones son posteriores a la decisión de su retirada. «No, pero el otro día actué en el San Festival y me di cuenta cantando de algunas cosas premonitorias de esta decisión. Me sentía como mi propio ex mandándome indirectas (ríe). He pillado ahora el significado de cosas que las había escrito mi propia mano. Creo que mis tripas sabían que mi carrera musical estaba en el tiempo de descuento y me lo estaban escribiendo. Una serie de cosas que me decía a mí mismo sin saberlo».

Cultura del fracaso

En el nuevo disco, un tema, «Sr. Fracaso», funciona como la piedra angular. «Para mí es la mejor del disco. Surge de una reflexión. Mi abuelo era del Atleti y vivía en Canillejas. Él iba a la Peineta y se murió sin saber que el equipo de sus amores jugaría allí. Un día, actué en el Wanda, que me tendría que haber dado mucho orgullo, pero me sentí un fracasado. Porque mi abuelo ya no iba a poder presumir de mí. Y ese fracaso me relajó. Es una sensación que tiene más que ver con rendirse que con darse por vencido. Y esa aceptación es fantástica. A mi hijo le educo en la cultura del fracaso. Tiene casi siete años y le digo que no hay que levantar la copa siempre, que no somos defectuosos por eso. Esa canción habla de tutear al fracaso y decirle que vamos a estar juntos siempre. Y no pasa nada».

Ahora, toca la despedida con una gira que terminará en agosto de 2024. Y volver a empezar una carrera en un mundo en el que, para ninguna sorpresa del escritor en ciernes, David Martínez vuelve a estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. «Soy demasiado joven para la literatura. Y demasiado músico para ser escritor». Vuelta a empezar.