Música

"Rock & Ríos", de creer en la utopía a huir de la distopía

Miguel Ríos rendirá homenaje en la carretera, con 78 cumplidos, a «Rock & Ríos», el álbum que hizo historia hace 40 años: «Fue un disco que aceleró el cambio social. Hoy, nos asomamos al abismo»

Miguel Rios
Miguel RiosJesus Gómez FeriaLa Razón

Fue, hace ya 41 años, más que un disco, un hecho social. Algunos lo definen como el día que el rock & roll en España salió de la caverna, se presentó ante los ojos de todos como una energía transformadora, creativa y, además, muy rentable. En 1982 se publicó «Rock & Ríos», el primer gran álbum de rock grabado en directo –cuando aquí no había medios para hacerlo– que generó una enorme repercusión comercial y que además contenía un mensaje esperanzador que conectó con una sociedad ávida de nuevos colores. «Creo que, en términos emocionales, este disco contribuye de forma inconsciente a la aceleración del cambio», dice Miguel Ríos 41 años después, preparado para recrear (volver a crear, no imitar aquello) el repertorio y el espíritu de aquel disco que hizo historia.

La gira de homenaje de aquel trabajo se anunció en 2021, pero los efectos de la pandemia impidieron su realización. Sí que tuvo lugar una noche de aniversario en 2022, como correspondía al 40 cumpleaños, en el WiZink Center de Madrid. Pero lo sucedido el año pasado tiene poco que ver con las noches del 5 y 6 de marzo del 1982 en el pabellón de la Ciudad Deportiva del Real Madrid. Todo estuvo a punto de irse al traste. Las grabaciones de la primera noche no pudieron utilizarse para el disco porque la unidad móvil que habían alquilado no pudo cruzar la frontera por unos papeles. Se lo jugaban todo a la carta del 6 y Miguel salió a arrasar. Y lo consiguió. «Bueno, en aquella época la clave estaba en el equipo que llevabas, que era como definir el campo de fútbol. En España jugábamos en campos de tierra en la industria de la música. Nosotros nos dimos cuenta y trajimos el equipo de Inglaterra y eso ya se parecía mucho a jugar en césped», cuenta el granadino sobre la prehistoria de industria del directo en nuestro país. «Creo que el éxito de aquellas noches y lo que vino después, con el disco, consiguieron atraer miradas hacia el rock, que fuera percibido como algo interesante, potente y sobre todo rentable, que es el objetivo de toda industria».

El trabajo, además, traía un mensaje que conectó de forma muy potente con el público por las circunstancias del país y del tiempo. «Yo creo que el ‘‘Rock & Ríos’’ de 1982 estaba basado en la utopía, mientras que el que vamos a hacer en 2022 está luchando por salir de la distopía. En estos 40 años es lo que nos ha pasado –dice como resumen certero de la historia reciente de España–. En ese transcurso de tiempo está mi propia vida, la del planeta y la de la humanidad. La realidad ha mejorado pero nos asomamos al abismo», explica. Son cuatro décadas en las que los cambios son tan profundos como las decepciones. Los avances, tanto como los riesgos colectivos. Pero, entonces, había una esperanza de la que carecemos ahora. «Creo que tuvo tantísimo éxito porque aunó lo que sucedía en un país que necesitaba reconocerse y respirar, tener una esperanza de que todo iba a ser mejor. Pero es cierto que, en el transcurso del tiempo, el desarrollo de las sociedades está definido por lo que trata de conseguir la política, que se supone que quiere lo mejor para todos los seres humanos, pero hay unos agentes en torno a ella, que son los que tienen verdadero poder y deciden si suben las hipotecas o los precios... Así que no podemos echarle toda la culpa a los políticos».

En aquel directo sonaba «Año 2.000», una canción que compuso en 1980 y que dice: «Año dos mil, / llega el año dos mil / y el milenio traerá / un mundo feliz, / un lugar de terror, / simplemente no habrá / vida en el planeta, / vida en nuestra tierra». Así que tan ingenuos no eran entonces. «Esa canción está basada en ‘‘La tercera ola’’, de Alvin Toffler, que ya nos estaba avisando de las posibilidades del futuro y de los riesgos. Pero claro, es una premisa tramposa porque lo mismo se puede decir del año 2.500, que puede ser un año feliz o la extinción de la humanidad (ríe). Pero sí que estábamos notando entonces el deterioro del planeta. Y las previsiones que se hicieron se han adelantado. El crecimiento es exponencial y los recursos de la Tierra, limitados. Y todo se precipita. Pero la letra de esa canción quería explicar que estábamos viviendo un paso de frontera, es decir, saliendo de la eclosión maravillosa de los años 60 y 70, cuando pensábamos que nuestra vida iba a ser magnífica, pero entonces llegan las estadísticas en los ochenta y ya empezamos a darnos cuenta de que algo no va tan bien como nos prometían». Por eso, el disco trascendió lo musical: «fue un hecho social. Y la gente se sintió interpelada por lo que se cantaba. Creo que, emocionalmente, ayudó a cambiar las cosas».

Justicia poética y rockera

Como había hecho en anteriores ocasiones, Miguel Ríos quería hacer en directo un «medley» de canciones del rock español que estaba escuchando. «Había temas como ‘‘Vamos a tocar un rock & roll a la plaza del pueblo’’ que sentía que las tenía que haber escrito yo. ¡Pero si era justo lo que llevaba haciendo no sé cuántos años! Entonces, cuando la escuché, supe que tenía que hacer una versión. Y me sucedió igual con ‘‘Maneras de vivir’’, de Leño, ‘‘Mueve tus caderas’’ de Burning, y con ‘‘Mis amigos dónde estarán’’, de Topo. Me gustaban muchísimo y quería tocarlas como reconocimiento a ellos». Que fueran incluidas en el repertorio de aquel primer gran directo de la historia del rock en español es algo que, con el paso del tiempo, se ha convertido en un acto de justicia poética. «Por eso, quiero que la gira de homenaje no sea una reproducción mimética de aquello, sino una recreación de las canciones y también del espíritu con el que las realizamos. Quiero llevar en cada lugar a invitados de esa zona que canten conmigo para celebrar la historia y también sumar a jóvenes compañeros, porque en el rock en España por suerte no estamos endiosados. El rock en nuestro país es proletario».

La gira arranca, por fin, el día 12 de agosto en Mallorca y pasa por Marbella (21), Alicante (25), Valladolid (31), Valencia (9 de septiembre), Sevilla (16), Las Palmas (20), Tenerife (23), Murcia (29), Granada (7 de octubre), Zaragoza (14), Bilbao (20), Barcelona (28), Pamplona (4 de noviembre) y concluye el en A Coruña (16). Antes de que arranque la gira llegará la publicación de un triple disco más DVD que recoge el concierto de homenaje en Madrid, en el WiZink Center, del pasado año. Aquella noche acompañaron al maestro Vetusta Morla, Love Of Lesbian, Amaral o Mikel Izal y también sus viejos amigos Ariel Rot, J. l. Jiménez y Lele Naina (Topo) y la todavía más sorprendente la aparición de Rosendo Mercado para tocar «Maneras de Vivir». Miguel Ríos consiguió lo que nadie ha logrado: sacar al de Carabanchel de su estricta jubilación. «Adoro a Rosendo. Es el único mercado bueno que existe –ríe Miguel–. Tengo muy buena relación con él, porque he tocado con él muchas veces y, aunque sea por acumulación, el tío me debía ésta. Le respeto, pero estaba loco por decirle que volviera», cuenta el maestro de rockeros, que nunca ha caído en la tentación de endiosarse. «No, porque después de cada éxito me he dado unas hostias terribles, así que la realidad me ha puesto siempre en mi sitio. Es verdad que gané mucho con el ‘‘Himno a la alegría’’, pero luego vinieron una serie de discos buenos que interesaban a los que siempre me han seguido. Eran rentables, pero poco más. Me permitían seguir haciendo cosas». Sin embargo, cuando le piden un momento de gloria, lo tiene claro: fue con «Rock & Ríos». «Estábamos en Tenerife y eran las dos de la mañana, después del concierto. Abrí la ventana de la habitación del hotel y todas las casas de nuestro alrededor estaban escuchando el disco a todo volumen. Recuerdo pensar: ‘‘Qué bueno que a la gente esto le sirve’’. Yo he trabajado toda mi vida para que la gente me quiera. Esa es la verdad».