Música

¡Sabina en Madrid, carajo!

Tres años después de su accidente sobre el escenario del WiZink Center, el jienense vuelve a la capital para coronarse

Concierto de Joaquin Sabina en el WiZink Center de Madrid
Concierto de Joaquin Sabina en el WiZink Center de Madrid. David JarDavid JarFotógrafos

En el vórtice del precipicio deambulan los inconscientes y los suicidas y en las banquetas sustraídas de los bares hacen equilibrios con la guitarra los crápulas desobedientes. Joaquín Sabina pertenece a todas las categorías anteriores por mucho que lo niegue y que jueguen en su contra los pronósticos más desfavorables. Ya pueden anunciar borrascas y aguaceros, que Sabina vence al vértigo y ofrece su pecho ajado a lo que el destino del escenario traiga, sea cara o cruz, ascenso o caída. Y suele ganar, voz de lija el viejo jugador, salvo, algunas veces, en Madrid.

Sabina ha concitado a una enorme masa de seguidores allá por donde ha pasado con su gira de este improbable 2023, "Contra todo pronóstico", pero anoche esa gira que ha descosido América y hollado Europa para vertebrar la Península, llegaba a su ciudad. Y más de 15.000 personas esperaban para verle sobre el escenario perfectamente pertrechado con una línea iluminada que anunciaba su extremo, el perfil del precipicio, el abismo de funesto recuerdo. Y Sabina, después de "Cuando era más joven" y antes de "Sintiéndolo mucho", le dijo al público: "¡por fin, carajo!". Hacía tres años de su accidente en la gira que compartió junto a Serrat y que dio con sus huesos en el hospital.

Concierto de Joaquin Sabina en el WiZink Center de Madrid. David Jar
Concierto de Joaquin Sabina en el WiZink Center de Madrid. David JarDavid JarFotógrafos

"Han sido unos años un poco durillos -dijo, por decir poco-. La noche que salí de aquí en camilla me operaron un par de veces... y luego empezó el Covid. Y bueno, me fui un poquito se gira cuando y me recuperé y hoy, por fin, estoy aquí", señaló ahuyentando a los malos augurios, recordando cómo salió del WiZink Center con los pies en alto y "con los dedos de Serrat entrelazados". Así que, el de Úbeda celebró sin ambages "el milagro de estar vivo en el mismo escenario de Madrid", que no era poca cosa.

Poco se salió del guion previsto, el del repertorio de su gira trasatlántica, pero sí tenía unos versos engatillados que regaló, por la incomparecencia y puede que rozando el soneto, al público de Madrid: "Otra vez renovando el diccionario / de rimas a la búsqueda del tesoro, / plagiándome a mi mismo como un loro, / haciendo habitual lo extraordinario", recitó, seguramente leyendo, como en todo el concierto, la letra en las pantallas de plasma oportunamente situadas, como escudos u oráculos, a sus pies, y a las que recurría constantemente. Son 74 años y millones de estrellas le contemplan. Y esa muestra de fragilidad, de miedo al alambre, no se apartó del escenario en toda la noche. Tales son las costuras del genio, aunque, como proclamó eufórico pese a todo: "No me cambio ahora por nadie".

Concierto de Joaquin Sabina en el WiZink Center de Madrid. David Jar
Concierto de Joaquin Sabina en el WiZink Center de Madrid. David JarDavid JarFotógrafos

Es impepinable mencionar la ausencia del elefante en el pabellón, que no es la omnipresente retirada del matador de Úbeda de los escenarios, sino la huella de su subalterno. Porque Sabina se acordó de su ex suegra fallecida pocos días antes, Carmen Delgado de Torres. Y de Chus Visor y Conchita, y de Pepa Hernández y hasta de Jorge Drexler. Y de Leiva y Chavela Vargas, claro. Y mencionó a "su socio Javier Krahe" en la Mandrágora. Pero Pancho Varona pasó como un gélido fantasma por la velada, tan sordo como su sonoro divorcio. El silencio es obvio, claro, y así la ausencia hace presencia. Están los espíritus para quien quiera verlos.

Y es que fue milagroso cómo se fue engrandeciendo con cada tema, ganando confianza encaramado en su banqueta, que no abandonó en todo el concierto. Sabina navegaba como nadie por la autoparodia, como su bombín remite a la comedia y el ripio prodigioso, con la clase de calle hampona de los que practican la copla española de toda la vida, que reivindicó frente a la confusión del género con el franquismo. Fue para que Mara Barros interpretase "Y sin embargo te quiero", que cantaron Concha Piquer y Rocío Jurado justo antes del "Sin embargo" del jienense.

Entre el público, todo Madrid. Al menos uno por cada país inmigrante, uno por cada distrito obrero y pijo de fachaleco. Todos cantaron "19 días y 500 noches", "Peces de ciudad", "Princesa" y "Contigo", con el alma hecha un ovillo en la garganta. Y poco más le hizo falta. Por poco menos matarían muchos. Por ser un minuto Joaquín Sabina.