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Deporte

Si piensas apuntarte a MMA, lee antes este nuevo estudio científico

En plena moda de las MMA un estudio descubre qué luchadores son más vulnerables a sufrir daños cerebrales y tiene que ver con sus barrios

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Los peladores de la UCF Ilia Topuria y Arman Tsarukyan (respectivamente), que podrían batirse en duelo próximamenteGabriel Moreira

El éxito de Ilia Topuria ha traído la fiebre de las MMA a España. Los gimnasios están haciendo su agosto y, aunque durante un tiempo se sumarán a los tatamis muchos novatos desubicados, es de esperar que quede cierto poso pasada la moda. Es más, puede que tú mismo te estés planteando vestir el rashguard y las guantillas, comprarte un bucal y aprender a lanzar crochés y hacer mataleones. Si ese es tu caso (incluso si llevas tiempo entrenando deportes de contacto) este nuevo estudio de la Universidad de Nevada podría interesarte. Porque, aunque estos deportes aportan beneficios físicos y psicológicos interesantes, también suponen un gran impacto para las articulaciones y, lo que suele preocuparnos más: para nuestro cerebro.

A pesar de lo que pueda parecer, ni los guantes de boxeo ni las guantillas están diseñados para cuidar el cráneo de nuestro rival. Su estructura ha sido pensada para proteger nuestras manos y evitar, tanto roturas, como cortes y rozaduras. Podemos debatir sobre cómo los guantes modernos protegen más el pulgar que los clásicos de “langosta” o si las famosas guantillas de las MMA son innecesariamente peligrosas. Lo que está claro es que ni los guantes ni las guantillas (ni los cascos de estos deportes) reducen significativamente las contusiones craneales. Contusiones que, de hecho, son más frecuentes y graves en boxeo que en ningún otro deporte de contacto. Un dato al que sumamos otro: que las contusiones craneales son un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer o el párkinson.

¿Dónde vives?

Hasta aquí podríamos decir que no hay nada nuevo bajo el Sol, que todos los deportes tienen un riesgo y que, si somos cuidadosos, no competimos, entrenamos el cuello y dosificamos los días de sparring (combatiendo “suave”), podemos reducir notablemente el riesgo, aunque no anularlo. Por otro lado, practicar estos deportes es un buen incentivo para reducir otros factores de riesgo asociados con estas y otras enfermedades, como el sedentarismo, el tabaquismo, la mala alimentación o el consumo de alcohol. Ahora bien, según el estudio que investigadores de la Universidad de Nevada acaban de publicar en la revista Neurology® Open Access (una de las publicaciones oficiales de la Academia Americana de Neurología), parece haber encontrado un factor de riesgo “inesperado” que predice qué luchadores son más propensos a desarrollar signos neurodegenerativos.

Y, cuando entrecomillamos “inesperado” es porque, a pesar de tratarse de un sospechoso habitual, no solemos pensar en él cuando evaluamos el impacto de practicar deportes de combate (bueno, justo en esta frase en concreto el entrecomillado indica el uso del metalenguaje). El sospechoso en cuestión es: el estrato socioeconómico de su infancia. Hace décadas que los epidemiólogos saben que, en general, podemos saber más sobre la salud de un individuo conociendo su código postal que su código genético y este caso parece que no es una excepción. Para llegar a estas conclusiones los investigadores estudiaron a 100 atletas profesionales de deportes de combate, algunos en activo y otros recientemente retirados. Todos ellos contaban con, al menos, 10 peleas profesionales, un 14% eran mujeres y un 43% se identificaban con una etnia no mayoritaria. Así pues, tras seguirlos durante cinco años, concluyeron que, si bien el 20% presentaba problemas cognitivos, estos afectaban, sobre todo, a los que se habían criado en barrios con mayores desventajas sociales.

Cerebros diferentes

Entre los estudios realizados durante el seguimiento, los luchadores se sometieron a una resonancia magnética cerebral y, en ella, pudieron determinar que quienes residían en barrios más desfavorecidos (con menos ingresos, peor educación o dificultades habitacionales) poseían algunas estructuras cerebrales más delgadas que la media. Estructuras como el tálamo o el cerebelo, ambas relacionadas con el movimiento y, en el caso del tálamo, el sueño, la conciencia y otra serie de funciones fundamentales. Así mismo, también parecía haber un adelgazamiento del hipocampo, estrechamente relacionado con la memoria a corto plazo y la orientación espacial. Dicho de otro modo: presentaban características que indican vulnerabilidad ante enfermedades neurodegenerativas.

La reducción, de hecho, no era precisamente sutil. El tálamo, por ejemplo, era un 60% menor en los luchadores criados en barrios desfavorecidos que en los residentes de barrios más acomodados. “Los hallazgos respaldan una comprensión más amplia de la salud cerebral, que no solo considere el entrenamiento o el historial de combates, sino también el contexto social y económico en el que vive la gente”, dijo Conway Kleven. “Nuestro estudio sugiere que el lugar donde uno crece importa. Reconocer los factores de estrés puede ayudar a diseñar enfoques más equitativos para proteger la salud cerebral a largo plazo.” Porque, aunque en el estudio no pretenden establecer que la desventaja socioeconómica cause más cambios en el cerebro. Solo muestra una asociación, esto es: que ambas características tienden a presentarse juntas.

¿Significa esto que si provenimos de barrios menos favorecidos deberíamos evitar practicar deportes de contacto? No necesariamente. Bastantes limitaciones nos imponen el sistema como para convertir estos estudios científicos en prescripciones. Sin embargo, conviene conocer de qué privilegios carecemos para poder decidir con la mayor libertad a qué riesgos queremos exponernos y, sobre todo, cuánto esmero debemos poner en contrarrestar el hándicap que la sociedad nos impone.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Este tipo de estudios son especialmente pertinentes a la hora de analizar las consecuencias sociales de un sistema que hace que, precisamente a las personas en situación de mayor vulnerabilidad, acepten los riesgos sanitarios de convertirse en un luchadores profesionales a cambio de unas condiciones laborales absolutamente precarias.

REFERENCIAS (MLA):

  • Conway Kleven, Brooke D., et al. “For Professional Fighters, Childhood Disadvantage Linked to More Brain Changes Later.” Neurology® Open Access, American Academy of Neurology, 13 Aug. 2025.