Un reloj para medir el tiempo
Los primeros relojes solares datan del Antiguo Egipto perfeccionándose en época griega y romana la técnica constructiva. En la Edad Media podían ser de agua, arena o mecánicos pero habrá que esperar a 1810 para el primer reloj de pulsera
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El próximo 31 de Diciembre el reloj de la Puerta el Sol, inaugurado en noviembre de 1866 por la reina Isabel II marcará e paso al nuevo año, un reloj construido por José Rodríguez Losada quien donó gratuitamente el reloj al ayuntamiento de Madrid. Las primeras campanadas se televisaron en 1962 y desde entonces éstas nos siguen marcando el paso al nuevo año. El reloj es un instrumento familiar, en torres de edificios públicos e iglesias, un instrumento con más de 1500 años de antigüedad aunque en origen no fuese mecánico sino solare, encontrado en el Valle de los Reyes del periodo de Tutmosis III preservándose algunos ejemplares en el Museo Egipcio de Berlín. Se trataba de relojes de sombra construidos sobre una piedra con superficie plana sobre la que se marcaba un semicírculo dividido en doce segmentos que marcan las horas con un agujero en la base de las líneas donde se introducía una varilla de madera o metal que proyectaba su sombra sobre las marcas de la piedra.
Estos relojes solares fueron perfeccionados por los griegos quienes vaciaban un bloque de piedra en forma de hemisferio en cuyo extremo se fijaba la aguja midiéndose el tiempo por la dirección de la sombra y no por su longitud. La mayor parte de los relojes conocidos fueron descritos por Vitrubio en el libro IX de su tratado sobre arquitectura describiendo un procedimiento geométrico para el trazado de las líneas horarias y de las curvas de insolación diurna de los relojes solares al que llama analema, y que sería utilizado no sólo en los relojes monumentales de la antigua Roma sino por los árabes en los siglos IX y XII siendo perfeccionado en el siglo XVIII por Christopher Clavius. Durante la dominación romana del territorio griego el arquitecto Andronicus Cirrus construye en el ágora de Atenas, una vez que esta había perdido sus funciones, un edificio de mármol octogonal orientado según los puntos cardinales en el 50 a.C con el objetivo de poder medir el tiempo en todos los periodos del año, era la llamada Torre de los Vientos, que aún se preserva en el espacio arqueológico del ágora ateniense.
Por su parte Augusto manda construir al arquitecto Novio Facundo el mayor reloj solar del mundo antiguo en el año 10 a.C. El reloj consistía en una gran plaza circular de mármol en cuya mitad superior se hallaba el cuadrante horario y en el centro se situaba un obelisco traído por Augusto de Heliópolis tras la incorporación de Egipto al Imperio romano. La sombra del obelisco se reflejaba en el cuadrante mostrando el día del mes y la hora a través de las proyecciones en los diferentes cuadrantes en el Campo de Marte a escasos metros del Ara Pacis, en el espacio de las actuales Piazza di San Lorenzo y la Piazza del Parlamento y de la que sólo se preserva una pequeña sección que marcaba una línea de los meridianos descubierta por un esquipo de arqueólogos alemanes dirigido por Edmund Buchner.
En la Europa romana existieron relojes portátiles como el de Meinz una pieza descubierta en Lisemberg, Alemania, en 1875 cuando se excavaban los asentamientos romanos de esa zona. Estos relojes eran pequeñas piezas circulares de metal con un cuadrante dedicado a las horas y otro a los meses con un pequeño hueco para introducir la aguja en cada semicírculo que proyectaba una sombra sobre el cuadrante de las horas. Aunque se dice que en época cristiana el estudio y creación de relojes solares cayó en en decadencia lo cierto es que las ordenes monásticas como los benedictinos (siglo VI d.c) impulsan su estudio ya que el control del tiempo es necesario para cumplir las horas litúrgicas. En el siglo IX la astronomía árabe recupera legados clásicos, la mayoría de los relojes árabes eran planos construidos en placas de mármol o metal.
Famoso fue el de la mezquita de Damasco construido en la cúpula del reloj en la parte oriental el edificio, un reloj de agua que fue descrito en 1203 en el tratado sobre la construcción relojes y su uso de Ridhwān al-Sā’ati, que marcaba la hora numéricamente con dos halcones de plata a los lados que arrojaban una bola de cobre a un jarrón para marcar el paso de una hora a otra. En el Toledo de al-Mamún fueron famosas las clepsidras de Azarquiel, el rey Alfonso VIII quiso saber cómo funcionaban y mandó desmontarlo en 1134 pero no pudieron montarlo de nuevo. En el siglo XIV diferentes sabios se disputan la invención de los relojes mecánicos Richard de Willingford, abad de San Albano o el reloj de Louvre mandado traer de Alemania por Carlos V de Francia se consideran los más antiguos.
En España instalación más antigua de un reloj en una torre data de 1378 cuando Juan Alemany y el cabildo de la catedral de Valencia pactan las condiciones para instalar el reloj de esfera grande en el antiguo campanario, en el siglo XVI ya hay relojes domésticos como el cuadro el que muestra Tiziano en su cuadro el “Caballero del reloj” en el Museo del Prado. Hay que esperar al siglo XIX para que el primer reloj de pulsera fuese fabricado por Breguet para la reina de Nápoles en 1810, popularizándose a finales del siglo XIX el reloj de cadena entre las aristocracias y desde el siglo XX para toda la población. En la actualidad tanto modelos clásicos como modelos digitales nos permiten llevar el tiempo en nuestras manos.