Rocío de Frutos: "Las canciones pop de hoy son herederas de fórmulas que ya emplearon los compositores barrocos”
La soprano sevillana presentará este año dos nuevas grabaciones en los próximos meses junto a su grupo Vandalia
Madrid Creada:
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Una década es lo que lleva ya Rocío de Frutos (soprano, sevillana, guapa a rabiar) integrando junto a Víctor Sordo, Gabriel Díaz y Javier Cuevas la formación Vandalia, un cuarteto de música antigua que, desde su fundación, ha recorrido con su conciertos buena parte de Europa, llegando a India, Colombia o México. Precisamente este año, en este décimo aniversario, lanzarán sus dos últimas grabaciones: el CD "Beata Viscera", en colaboración con el grupo Daniel García Trío, y que es un diálogo entre las armonías modales del medievo y el renacimiento, y las del jazz; y la grabación integral de todos los tonos humanos sobre textos de Góngora en colaboración con Ars Atlántica. Con numerosas grabaciones a sus espaldas dedicadas al renacimiento y el barroco español e italiano y con importantes reconocimientos, entre los que destacan la Beca Leonardo a Investigadores y Creadores Culturales de la Fundación BBVA o el Premio GEMA, sus integrantes compaginan su pertenencia al grupo con el desarrollo de sus respectivas carreras individuales en diferentes grupos de música antigua de referencia. Es Vandalia, en este panorama, un formato inusual, pues no es lo habitual el modelo de grupo con plantilla estable a través de los años. “Para mí este modelo”, explica Rocío, “a pesar de ser económicamente menos rentable que el de “lista”, es mucho más interesante, porque fomenta el entendimiento y los vínculos, tanto artísticos como humanos, entre los miembros del grupo. Al final la música es importante, pero la vida más. Y poder trabajar haciendo buena música con amigos es un regalo doble. No olvidemos que detrás de una hora de música en un concierto hay muchísimas horas de ensayos, viajes, comidas, gestiones, convivencia… Nosotros tenemos una filosofía más “popera”: somos siempre los mismos cuatro desde que empezamos. Huíamos un poco del sistema de listas y, contra todo pronóstico, hemos conseguido llegar hasta aqui”.
«Es muy difícil marcar la línea divisoria entre música antigua, romántica o clásica»Rocío de Frutos
Explica la soprano que Vandalia surge fruto de un experimento cultural: “Los cuatro integrantes coincidimos en una iniciativa que se llevó a cabo en Andalucía y consistía en la formación de un coro barroco de jóvenes. Ese grupo resultó ser una cantera fantástica y de ahí surge, entre otros grupos, Vandalia”, cuyo formato es el de un “cuarteto vocal”. “A veces somos mas”, apunta, “si el programa lo requiere. Pero el núcleo somos cuatro. Sería el equivalente al cuarteto de cuerda. Nosotros somos un cuarteto vocal”. No cree Rocío que la música antigua sea un tipo de música elitista, no en el sentido de aquel dirigido a un extracto social elevado o asociado a gente de alto nivel económico y cultural. “En el sentido de que tiene un público muy limitado”, señala, “sin duda lo es. Pero no es la música antigua el terreno representativo de un género de música que se asocie, como la ópera u otros tipos de música clásica, a un determinado nivel del público. En cuanto a precios, que al final son los que condicionan el acceso, son muy asequibles y populares”. Y, en cuanto a formación, al acceso del público a este tipo de música, señala De Frutos: “El disfrute de la música antigua no exige de una especial formación previa o sofisticada por parte del público, por más que sea una música alejada temporalmente de nosotros. Eso lo comprobamos constantemente en los conciertos. Nuestras canciones pop de hoy son herederas de fórmulas que ya emplearon los compositores barrocos, no es una estética que resulte tan ajena al público actual, incluso si se enfrenta a ella por primera vez. No hay que tenerle miedo a probar. Además, en todos los periodos (también el Renacimiento y Barroco, que son los que más hacemos nosotros), igual que ahora, ha habido música culta y elevada, más sofisticada y exigente, y música popular, más directa o “asequible”, religiosa y profana, solemne y lúdica, etc. Como nos pasa con la música actual, es cuestión de buscar lo que más apetece a cada uno en cada momento”. Pero, por delimitar, el debate sobre lo que es y no es música antigua está abierto: “Antes, cuando se hablaba de música antigua, antes del movimiento historicista, se hablaba de Bach hacia atrás. Ese era el punto. Pero el movimiento historicista ha ido cogiendo terreno hacia adelante y ya estaríamos por los románticos. Es muy difícil establecer ahora mismo dónde poner la frontera, donde marcar la línea divisoria entre musica antigua, o romántica, o clásica. Lo que se ha intentado aportar es poder hacer música de cualquier momento de la música con criterios históricamente informados, intentando enterarse de cómo se hacía en la época, si queremos reproducirlo o no, si queremos intentar acercarnos a ese sonido original que pudo existir… yY sobre eso hay un debate eterno entre los muy puristas y otros más relajados. Desde los 70 que empieza todo el boom ha ido pasando por diferentes fases. Este movimiento ha llegado un poco más tarde a España y por eso, creo, está más vivo.”
El disfrute de la música antigua no exige de una especial formación previaRocío de Frutos
Pero no solo de música antigua vive Rocío y, confiesa, dependiendo del momento, puede disfrutar enormemente tanto de un madrigal de Monteverdi, por supuesto, como de un standard de jazz de Ella Fitgerald o Sinatra. “Fui al concierto de la gira Motomami de Rosalía aquí, en Sevilla, y lo disfruté a lo grande”, confiesa. “Pero también me gusta mucho Antonio Machín, la canción francesa, Dire Straits, The Divine Comedy, Madonna, Danza Invisible... Y me entusiasma una cantaora de flamenco jovencita y portentosa que se llama Ángeles Toledano”.
No está al margen tampoco Rocío de la actualidad informativa, del pulso político de nuestra sociedad. “Procuro estar al tanto, sí”, explica, “de la actualidad y de la conversación pública. Desde mi perspectiva desde este sector, aparentemente muy homogéneo, parece que se nos incluye a todos en un pack ideológico cerrado. Eso es quizá lo que más pereza me da, por la falta de diversidad. Es tanta esa carga que parece que no hay mucha opción de poder debatir de los temas concretos y específicos. Ya se te presupone lo que debes opinar de cada uno de los aspectos. Eso impide un intercambio más productivo de argumentos. Me molesta que esté todo demasiado polarizado que impida el debate desprejuiciado de cada uno de los asuntos por separado. Yo no sé si ha sido así siempre, pero tengo la impresión de que se ha agudizado en los últimos tiempos. Y no sé si eso tiene algo que ver con las redes sociales y que, en realidad, no son siempre un reflejo ajustado de nuestra realidad”.
La voz es un arma capaz de matarte. No me refiero a la obvia: la que ordena abrir fuego o lanzar una bomba o un misil o estrellar un avión contra un edificio, ni la que pronuncia la palabra «maligno» en un despacho que es una cámara frigorífica. Ni siquiera la que te dispara –los ojos enfrentados– que lo siente, pero que el amor, como en aquella canción de Perales, se marchó por la ventana. Hablo de la que corre igual que un río, la voz musical, que te atraviesa la carne como si una presencia invisible entrase en ti y, si logra procurarte el placer de la emoción absoluta, puede dejarte herido de muerte.
A Rocío le ocurría eso desde que guarda memoria, y todavía hoy, de vez en cuando, sucede. Cierra los ojos e imagina que su cuerpo es un patio soleado en el que huele poderosamente a azahar y en donde gritan los niños y cantan los pájaros, pero también una embarcación que bajo la iracunda borrasca no es más que un barquito de papel. Cuánta felicidad y cuánto temor, todo en el mismo paquete. Porque las cosas que nos importan poseen esa facultad, como el arte de veras, la de elevarnos o estremecernos. Y Rocío ama los libros y las películas y la pintura, pero es la intangible música la que le hace beberse el cielo o sumergirse en el infierno, según el día o el momento.
Era una niña aún cuando el violín perdió la batalla frente a la voz y vio que ese era el camino a seguir. Es lo que tienen los dones, que se acaban imponiendo, y el suyo lo llevaba alojado en la garganta. Un registro agudo, de inequívoca soprano. Y mientras sus amigas escuchaban a Take That, ella se nutría del oro fino de Maria Callas, Leyla Gencer, Joan Sutherland, Renata Scotto, la Caballé. Solo que en vez de conducirse hacia la música clásica, o a la contemporánea, acabó instalada en el exótico territorio de la música antigua.
Pero un momento, ¿cómo que música antigua? ¿Acaso hay algo más moderno, más a la contra, más extraordinario que alguien que interpreta con su voz piezas que tienen una antigüedad de tres o cuatro siglos? No, señores, el «trap» es una antigualla y lo que Rocío hace no tiene edad, es eterno, y quienes profesan ese tipo de música exploran y, aun sin pretenderlo, renuevan. Si Bruce Springsteen es el Jefe, «The Boss», Jordi Savall es el druida Panoramix y su pócima mágica ilumina todas y cada una de las mañanas del mundo. Y Vandalia, el conjunto vocal en el que Rocío tiene puesto el corazón, puede transmitir la misma corriente eléctrica que Led Zeppelin, sólo hay que dejar que el oído se centre y haga su trabajo: escuchar.
Vandalia trae el pasado al presente como si el tiempo se hubiera sentado. Y con sólo darle al play es posible ver las golas de Felipe III y su sucesor, y concluir que la poesía y la música son artes distintos pero que, en instantes de magia, pueden ser la misma cosa. Y que Juan Blas de Castro y Mateo Romero fueron dos estrellas de rock siglos antes de que el rock fuese concebido. Contra los vándalos, Vandalia.Para los gurmés del sentimiento, Vandalia. Y la voz de Rocío Frutos que se afana en atravesar el azul del cielo. Por eso brotan de su boca espadas como labios que hacen que hierva el mar. Porque el amor, cantado con el rigor del talento, con la propiedad de la técnica sin tacha, es una fuerza que oprime el pecho y hace que la cabeza se transforme en un cohete.
Rocío Frutos debería saber que hay un hombre y una mujer que se emocionan cada día al ver en qué se ha acabado convirtiendo su sangre.