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“Finlandia”: La ridiculez humana ★★★★☆

De las cuatro obras que Rambert ha estrenado con producción española, esta es la más convencional y la más accesible para todo tipo de espectadores
Vanessa Rábade
La Razón

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Autor y director: Pascal Rambert. Intérpretes: Israel Elejalde, Irene Escolar y Noa García/Julia Rodríguez. Teatro de la Abadía, Madrid. Hasta el 23 de octubre.
Con una excepcional venta anticipada de entradas, se ha estrenado en el Teatro de la Abadía el último trabajo del director y dramaturgo francés Pascal Rambert, muy conocido en nuestro país a raíz de su montaje La clausura del amor.
Finlandia cuenta la relación de una pareja que está a punto de resquebrajarse sin remedio. Irene (Irene Escolar) es una actriz que ha alcanzado el éxito gracias al cine y que se encuentra en Helsinki rodando una película. Hasta el hotel en el que está alojada se desplaza Isra (Israel Elejalde), su pareja. Él también es actor, aunque su carrera se ha focalizado más en el teatro y goza, por tanto, de menor fama y reconocimiento. Necesita hablar y aclarar con ella algunos aspectos sobre su relación, si es que todavía existe entre ellos tal cosa, y sobre el futuro de la hija menor que tienen en común.
De las cuatro obras que Rambert ha estrenado con producción española, esta es la más convencional y la más accesible para todo tipo de espectadores. Digo “convencional”, sin ningún ánimo peyorativo, porque encaja un poco mejor en las estructuras dramáticas clásicas, sin que llegue del todo a acomodarse a ellas; y no digo en ningún momento “realista” porque su teatro no lo es, y esta obra tampoco, por más que algunos se empeñen en querer desentrañarla como tal. Lo único realista en este espectáculo es la concepción, a cargo del propio Rambert, del espacio escénico, que recrea la habitación del hotel en el que se desarrolla toda la acción.
Por lo demás, lo que hay es un deliberado y clarísimo ejercicio de estilización literaria y dramatúrgica para que el conflicto –siempre potente y bien planteado en sus obras– adquiera un nivel de pensamiento más elevado, más abstracto, aun cuando parta de una situación muy concreta y reconocible. Nadie habla como hablan los personajes Rambert, y menos en una discusión acalorada; y nadie se comporta como se comportan ellos. Lo interesante, lo valioso, no es su fidedigna naturaleza, sino la realidad que representan en virtud del juego dialéctico y dramático en el que los coloca el director. La manipulación, la vanidad, la mentira, la inseguridad, la traición, el egoísmo o los celos son algunos de los rasgos que van aflorando en esos personajes a lo largo de una función que no persigue tanto reflejar la vida en común de dos actores con sus problemas particulares como ahondar en la vulnerabilidad moral de los individuos. Es un teatro difícil de interpretar que necesita de grandes actores capaces de humanizar el literaturizado conflicto que están protagonizando. Afortunadamente para el público, Rambert siempre ha podido contar con los mejores; y Escolar y Elejalde, los elegidos en este montaje, no desaprovechan la ocasión de lucirse.
Si Finlandia, como decía al principio, es algo más convencional y accesible que otras obras de Rambert es, en primer lugar, porque está más dialogada –las anteriores se constituían como una sucesión de largos monólogos– y, en segundo, porque se nutre de un inteligente humor que la aproxima más al sentido común del público, hasta tal punto que algunas réplicas en los diálogos parecen concebidas como irónicas y sensatas respuestas no de un personaje a otro, sino del autor a sí mismo, consciente de estar sometiendo los parlamentos a una desmedida intelectualización.

Lo mejor

Por primera vez vemos al autor bajarse de su atalaya e incluso reírse un poco de sí mismo.

Lo peor

A pesar de que ambos están estupendos, falta cierta química entre los dos protagonistas para funcionar como pareja.