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Crítica de «Farra»: Jugando con los clásicos

El verso, la música y el circo se dan la mano en esta simpática propuesta coproducida por la Compañía Nacional de Teatro Clásico y pensada para todos los públicos

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Junto con "Soñando el carnaval de los animales", una de las mejores propuestas teatrales en Madrid para público infantil o familiar durante estos días navideños es, sin duda, "Farra". La Compañía Lucas Escobedo resuelve con excelente nota el difícil problema de acercar a los más pequeños el Siglo de Oro, o al menos algunas referencias básicas sobre él, en una propuesta desenfadada, ágil e ingeniosa que combina con habilidad e inteligencia la música, el verso, el circo, la esgrima y la peripecia dramática.

El punto de partida argumental es muy básico: un grupo de cómicos irrumpe en escena con el ánimo de entregarse al disfrute y festejar la vida misma a través de la expresión teatral. No hay otra razón para la celebración que el propio regocijo que esta produce. La alegría solo puede generar alegría, parecen decirle al público. Y, mientras esperan que el rey, nada menos, se presente en el teatro y se deleite viendo lo que son capaces de hacer en el escenario, el espectáculo como tal se va desarrollando ante los ojos de los espectadores que ocupan sus butacas.

Fragmentos breves de Agustín de Rojas, Lope de Vega, Sor Juana Inés de la Cruz, Cervantes, Góngora, Quevedo, Tirso, María de Zayas… se mezclan con textos de nueva creación en un juego continuo en el que lo conceptual -obviamente, muy simplificado para que lo más pequeños lo entiendan- se adorna con malabares, canciones, peleas, números de payasos… De este modo, asuntos tan serios, y a priori tan poco infantiles, como la censura o incluso el derecho a la tristeza son abordados con espontaneidad y ligereza, sin el más mínimo asomo de dogmatismo.

Entre los muchos y variados talentos de todo el elenco, sobresalen los de Raquel Molano, en la creación, adaptación e interpretación musical, y Alfonso Rodríguez, componiendo un memorable gracioso que está a medio camino entre la tradición clásica y el clown. Mención especial merece también el vistoso y eficaz trabajo de movimiento que ha planteado Mar Navarro.

  • Lo mejor: La música no puede ser más ocurrente y divertida dentro de un espectáculo planteado con gran honestidad.
  • Lo peor: Abordar un tema como la tristeza en un espectáculo de este tipo es un riesgo digno de aplauso, pero el texto y la acción se detienen en él más de lo conveniente.