«Eterno»: para crear hay que destruir
El coreógrafo y bailarín Carlos Rodríguez rinde homenaje a Picasso con su ballet flamenco
Madrid Creada:
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«He roto las normas de los espectáculos de danza al uso. Como Picasso, creo que para crear hay que destruir», esto afirma Carlos Rodríguez, que tras 30 años de carrera como coreógrafo y bailarín ha sentido la llamada de Picasso «para zambullirme en su obra y sentir en mí al artista emblemático, referente mundial de la cultura». Coincidiendo con el 50 aniversario de su muerte, Rodríguez ha creado «Eterno», un espectáculo en dos actos contado con el lenguaje de la danza española y el flamenco. «Nace con la idea de expresar bailando la visión de este artista universal, de la necesidad de abordar al creador, al genio, al mito ,y también de crear un espectáculo donde combinar disciplinas que se están perdiendo en la danza española, como la escuela bolera, la jota e incluso el clásico. De Picasso me inspiró su vida y su personalidad al pintar, su fuerza, su atrevimiento. Habiendo sido un pintor clásico y tradicional, supo romper y buscar otras formas de transmitir y comunicar nuestras raíces, elevó la cultura española a la vanguardia».
Para este proyecto ha querido contar con artistas consagrados como Joaquín de Luz o La Lupi y con su compañía, Carlos Rodríguez Ballet Flamenco Company. «Un proyecto personal que tenía en mente hace tiempo con el que ir por el mundo con una visión de la danza evolucionada y mirando al futuro». El espectáculo se divide en dos piezas, «un primer acto de raíz flamenca y espíritu contemporáneo, una suite que recorre diferentes palos con doce bailarines de arraigo en la tradición y en la actualidad del flamenco, interpretada por siete músicos en directo y estética parisina de principios de 1900».
La pieza retrata la vida y el círculo de amistades de un Picasso de 19 años recién llegado a Francia contados a través de sus vivencias y relaciones personales con sus amigos y musas. La música, llamada «Suite Picasso», corre a cargo del guitarrista y compositor Manuel Urbina.
El segundo acto, más experimental y ecléctico, «rescata la estilización de la danza española, aportándole frescura escénica. Es una pieza que renueva e investiga en originales formas y conceptos estético/coreográficos contemporáneos tratando de situar al espectador en la mente del pintor, intentando crear la sensación de ver a través de los ojos del artista su particular visión del mundo. Y todo esto, con el fondo de la música sinfónica compuesta por Lucas Vidal», concluye.