Teatro

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"Hombres que escriben en habitaciones pequeñas": Disparatado regreso al futuro

"Hombres que escriben en habitaciones pequeñas": Disparatado regreso al futuro
"Hombres que escriben en habitaciones pequeñas": Disparatado regreso al futurolarazon

Autoría: Antonio Rojano. Dirección: Víctor Conde. Intérpretes: Secun de la Rosa, Cristina Alarcón, Esperanza Elipe y Angy Fernández. Teatro María Guerrero (Sala de la Princesa), Madrid. Hasta el 17 de noviembre de 2019.

Extrañísima obra esta que ha visto la luz en el Centro Dramático Nacional si la comparamos con otras ya estrenadas por su autor, Antonio Rojano. Considerado como uno de los nuevos valores de la dramaturgia contemporánea, el escritor cordobés ha aparcado momentáneamente su afán poético –si bien se cuela sutilmente en algunas escenas– para desmelenarse con un texto gamberro y delirante en el que se dan la mano, en clave de parodia, la ciencia-ficción y el thriller político. Un novelista de poca monta se convierte en protagonista de un plan secreto –que incluye nada menos que un viaje en el tiempo– urdido por tres espías tan calamitosas como él para cambiar la realidad política y social del presente, bien mediante un magnicidio, bien modificando algún hecho determinante del pasado que pueda cambiar el curso de los acontecimientos tal y como los personajes los conocen. La parodia de géneros y el juego metaliterario dominan la acción de una obra desigual –en la estructura, en la dirección y en las interpretaciones– en la que algunas escenas se estiran más de la cuenta en razón de los golpes de efecto cómicos que puedan acumular o de la exhibición literaria puramente formal que permiten. Un ejemplo de lo primero podría ser el diálogo, nada más empezar, de los personajes que interpretan Cristina Alarcón y Esperanza Elipe, que se sostiene sobre ideas alejadas del meollo dramático y que va demorando mucho, por tanto, el verdadero planteamiento argumental. Lo segundo queda de manifiesto en el monólogo en que el personaje de Secun de la Rosa expone la trama de uno de sus libros. En la dirección, Víctor Conde prefiere dejar el camino expedito a los distintos fogonazos de ingenio –que indudablemente los hay– en lugar de atemperarlos cuidadosamente para iluminar la función de principio a fin.