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Estreno
Shakespeare, Donellan... y el vacío
El director británico firma su segunda colaboración con la Compañía Nacional de Teatro Clásico llevando a escena 'Los dos hidalgos de Verona', la primera comedia del Bardo

Después de su exitosa incursión hace dos temporadas en el teatro español del Siglo de Oro poniendo en escena ‘La vida es sueño’ –probablemente la obra dramática que más repercusión haya tenido fuera de nuestras fronteras a lo largo de la historia–, el aclamado director británico Declan Donnellan regresa al autor en el que focalizado la mayor parte de su brillante carrera: William Shakespeare.
Igual que el mencionado montaje sobre el texto de Calderón de la Barca, este nuevo trabajo del director en nuestro país nace como fruto de la colaboración entre la Compañía Nacional de Teatro Clásico y la productora privada La Zona; y en él vuelven a participar muchos de los actores que ya estuvieron entonces: Prince Ezeanyim, Rebeca Matellán, Manuel Moya, Alfredo Noval, Goizalde Núñez, Antonio Prieto e Irene Serrano. A ellos se suman ahora Jorge Basanta y Alberto Gómez Taboada.
‘Los dos hidalgos de Verona’ es una pieza de juventud del Bardo, poco conocida, que habla de la amistad y el amor
Un elenco con el que Donnellan se deshace en elogios: “Son extremadamente talentosos, así que todo lo que quería hacer era mantenerlos juntos y encontrar una obra adecuada en la que pudieran mostrar todo ese talento”. De este modo, su imprescindible colaborador, el escenógrafo Nick Ormerod, se lanzó a la búsqueda de ese texto propicio. Después de leer y descartar muchas obras de Lope de Vega, fueron los propios intérpretes, cuenta Ormerod, quienes propusieron volver la mirada hacia Shakespeare.
Y así surgió la idea de poner en pie ‘Los dos hidalgos de Verona’, una pieza de juventud del Bardo, muy poco conocida, que habla fundamentalmente de la amistad y el amor como los sentimientos más nobles que el ser humano puede experimentar. A esos temas hay que unir otros, apunta Donnellan, como “la traición y la posibilidad del perdón, algo que es muy importante para el autor”. “Es una historia de personajes que se encuentran a sí mismos, algo muy habitual en sus obras –explica–. Como ocurre en todas ellas, aquí Shakespeare no trata de mostrarnos un mundo mejor, no nos da nunca respuestas, sino que lanza preguntas permanentemente”.
Un miedo diferente
Y añade que no por ser este un título menor en el corpus del escritor inglés está exento de dificultades y del mimo vértigo que genera en otras piezas: “Sí, al principio, tuve miedo de la obra –confiesa–; no es el mismo miedo que tiene uno al hacer ‘Hamlet’ o ‘Macbeth’ o ‘Rey Lear’, sino otro distinto que proviene de ver una comedia tan fina, tan aparentemente ligera. Afortunadamente, la experiencia de haber hecho tantos otros títulos suyos, y saber cuáles son sus preocupaciones, nos permitió adentrarnos en el texto con profundidad”. ¿Y qué es lo que ha encontrado el veterano director en ese nivel más profundo? “Creo –resume Donnellan– que en Shakespeare siempre está el vacío, que no es igual que la nada. Podría decirse que el vacío es la nada con esperanza”.
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