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'Viejos tiempos': Las trampas de la memoria

La actriz Beatriz Argüello regresa al Teatro de la Abadía, ahora como directora, para poner en pie una obra de Pinter, "repleta de violencia y humor", que cuenta con Ernesto Alterio entre sus protagonistas

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La dirección escénica está cogiendo cada vez más peso en la carrera teatral de Beatriz Argüello. Después de estrenar en 2023 con la Compañía Nacional de Teatro Clásico ‘Valor, agravio y mujer’, de Ana Caro de Mallén, la actriz madrileña deja aparcado momentáneamente el verso y regresa a La Abadía, el lugar donde se formó como intérprete, para poner en pie una obra del nobel inglés Harold Pinter.

‘Viejos tiempos’ cuenta el reencuentro de Kate (Mélida Molina) con su antigua amiga y compañera de trabajo Anna (Marta Belenguer). En el recuerdo del pasado compartido por ambas, el marido de Kate, Deeley (Ernesto Alterio), tratará de buscar su propio su hueco. La reconstrucción de las vivencias de todos ellos se convertirá, finalmente, en una especie de enigmático laberinto del que ninguno encontrará la salida. “Es una obra muy compleja, cargada de misterio, en la que los tres personajes parecen esconder algo de manera interesada”, apunta Argüello.

Según Pablo Remón, que se ha ocupado de hacer la versión, el texto supuso un cambio notable en el estilo dramatúrgico de Pinter. Estrenada en 1971, la obra, dice Remón, inaugura “una forma de escribir por la que transitará durante algunos años más” y que ya había empezado a probar “en otras piezas anteriores más breves, como 'Landscape' y 'Silence'”. “Es una escritura misteriosa y poética, alejada del realismo –afirma el premiado autor y director, ceñido aquí a la labor de adaptador–, donde lo verdadero y lo falso, la memoria y la invención, y el recuerdo y el sueño se confunden”. 

En efecto, la fragilidad de la memoria, la subjetividad a la hora de afianzarla y la manipulación interesada que hacemos de ella parecen ser los grandes temas de la función, según confirma su directora: “Aquí la escritura de Pinter se vuelve más introspectiva y más ambigua. El autor nos habla no solo del subjetivismo en la construcción de nuestra identidad, sino también de cómo utilizamos esa construcción, que no es objetiva, que no es real, para someter y destruir a quien tenemos enfrente”.

Una de las dificultades que presentan casi todos los textos de Pinter es su lenguaje, repleto de reiteraciones y de réplicas aparentemente inconexas que fracturan la lógica del discurso. Según explica la directora, en esta adaptación han trabajado prestando mucha atención a ese lenguaje tan particular. “Pablo [Remón] ha hecho una versión muy respetuosa que traslada toda la vivacidad del original a nuestra lengua sin que nada huela a tinta: todo está escrito para ser dicho. Yo creo que Pinter se preocupaba por la sonoridad de las palabras, y todas esas reiteraciones y silencios suyos obedecen a una melodía interna que nosotros hemos tratado de respetar. En lo que se refiere al contenido, los personajes no cambian de tema o callan porque no se enteren, sino porque no les interesa algo, o todo, de lo que se está diciendo. Jugar con esos silencios es muy difícil, pero si consigues hacerlo bien, si logras llenarlos de significado, la atmósfera teatral que puedes generar es apasionante”.

Tampoco hay un tono claro e inequívoco a la hora de representar los textos de Pinter. Curiosamente, son varios los títulos suyos –‘El montaplatos’, ‘Regreso al hogar’, ‘El portero– que se han llevado a escena algunas veces en forma de drama y, otras, como comedias, aunque el suyo sea casi siempre un humor incómodo o incluso hiriente. “Yo creo que en ‘Viejos tiempos’ hay mucho humor y mucha violencia –aclara Argüello–. Son los dos polos en los que se mueven los personajes. Y creo que ese humor es intencionado por parte de Pinter; el texto está lleno de ironía y de retranca, así que cercenarlo me parecería un error. De hecho, diría que ese humor clarifica bastante la relación entre los tres protagonistas, y así lo han entendido también los actores, que empezaron a jugar con él ya desde los primeros ensayos”. 

Esos actores son Ernesto Alterio, Marta Belenguer y Mélida Molina; por tener escuelas y bagajes bien distintos, uno no pensaría a priori encontrarlos juntos en un reparto. “Es verdad que provienen de mundos diferentes –reconoce Argüello–, pero el código de actuación ha quedado perfectamente unificado. Están fantásticos. Han hecho un trabajo muy minucioso, muy bonito y muy difícil, porque el interés de la obra no reside en verdad en la trama, sino en los propios personajes. Hay algo en ellos que te atrae sin remedio; no puedes dejar de observarlos y de preguntarte qué les pasa, qué sucede en su interior y por qué tienen tanta ira contenida. Una los mira como espectadora y ve que hay algo que no va bien en ellos, y quiere saber qué es exactamente”.

Al margen de las interpretaciones, la escenógrafa Carolina González, la vestuarista Rosa García Andújar o el músico Mariano Marín son algunos de los reconocidos profesionales que forman parte del equipo artístico del espectáculo.

  • Dónde: Teatro de la Abadía (Sala José Luis Alonso), Madrid. Cuándo: del 13 de marzo al 13 de abril. Cuánto: 24 euros.