Crítica de cine

Todd Haynes: Cuando sobran las palabras

La Razón
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Cuando el director Todd Haynes, responsables de cintas como «Carol» (2015) o «Velvet Goldmine» (1997), decidió lanzarse a dirigir «Wonderstruck. El museo de las maravillas», donde la protagonista principal es una niña sorda, optó precisamente por elegir a una actriz con esta carencia para darle un sentido de autenticidad al filme, así como contratar a siete actores sordos para dar vida a personajes mudos, cosa menos común. «Hemos aprendido mucho sobre la comunidad de personas sordas, su lengua y su cultura; es un lenguaje extraordinario», declaraba el director recientemente, encantado de haber podido trabajar con estos intérpretes que han enriquecido la historia y aportado una autenticidad incalculable.

El filme está basado en el popular libro de Brian Selznick (responsable asimismo del guión) que cuenta la historia de Rose, una niña sorda que en 1927 se escapa de la escuela para encontrar a una misteriosa actriz. Paralelamente, se desarrolla la historia de un niño que en 1977 pierde la audición en un accidente y decide viajar a Nueva York en busca de su padre. Los pequeños protagonistas son interpretados por Millicent Simmonds y Oakes Fegley, respectivamente. Para encontrar a la joven que interpreta el papel de Rose, la directora de casting Lauren Rosenthal y los productores pusieron anuncios en cientos de asociaciones de gente sorda y recibieron más de 200 cintas. Entre ellas se encontraba la de Millicent, una chica de 14 años de Utah. Cuando Haynes vio la que Millicent envió se le puso la piel de gallina: «Tenía una energía y una presencia increíbles. Su manera de expresarse y sus gestos me cautivaron de forma instantánea. Nunca he trabajado con una actriz sordomuda antes, pero sabía que era parte esencial para el filme hacerlo así», relata. En 1927 el lenguaje de signos no se enseñaba a los niños sordomudos en Estados Unidos: «Por eso pensamos que el hecho de que el papel lo interpretara una niña sorda traería una credibilidad genuina».

Creativamente, el formato de dos historias paralelas era también una oportunidad para Haynes de jugar con dos períodos muy interesantes en lo que al cine se refiere. De una parte, los años veinte, que fueron el culmen del cine mudo cuando ya estaba a punto de despuntar el sonoro; del otro lado, los 70, momento en el que se empezó a fraguar el cine urbano en Estados Unidos. «Fue un verdadero reto, sobre todo en lo que se refiere a la parte logística y el hecho de que los niños tienen horas limitadas de trabajo, por lo que debíamos rodar tanto escenas que pasaban en los veinte como las de los setenta en un mismo día», asegura el realizador.

Otra de las de decisiones de Haynes fue rodar todas las escenas de la pequeña Rose sin sonido. El director quería recrear cómo sería exactamente la experiencia de una persona sorda para facilitar la inmersión del espectador en este mundo. Según Leslie Shatz, la sonidista del filme, la sordera profunda es aquella en la que la persona afectada no puede oír absolutamente ningún sonido; algunos, en casos menos severos, pueden escuchar algunos como las motos o un trueno, y en ocasiones también sentir vibraciones, ya que no todos los sonidos son recibidos a través del tímpano, algunas frecuencias las recibimos a través de los huesos. Tanto Shatz como Haynes querían unas escenas de Rose con un sonido no habitual, «para recrear una sensación que sirviera con el fin de identificarse con quien no es capaz de oír, conectar con el cerebro de una persona sorda y experimentarlo», explica Shatz. Para la sonidista, trabajar con una actriz que oyera hubiera sido mucho más fácil pero artísticamente la película había sufrido las consecuencias. En el caso de Haynes, la intensidad de la mirada de Millicent interpretando a Rose se debe sin duda a su capacidad interpretativa, pero no se podría haber conseguido lo mismo si el papel lo hubiera interpretado una actriz que oyera. En este sentido, el director resume su trabajo como un filme sobre la sordera y la comunicación.

Puro cine

Frente a ese mundo sin vibraciones acústicas, la banda sonora es otra parte fundamental del filme. Está compuesta por Carter Bugler, que ya trabajó con el director en «Carol» (2015). Para Haynes la parte musical de la cinta es tan importante como el guión, ya que la historia en blanco y negro no funcionaría sin el elemento musical. El filme avanza en ese tramo sin diálogo y el espectador se acostumbra a que funcione meramente de forma visual. «Es puro lenguaje cinematográfico», concluye Haynes.

Michelle Williams y Julianne Moore son las protagonistas adultas. Haynes es buen amigo de Williams. Ambos viven en Nueva York y el director pasó tiempo con ella cuando su marido Heath Ledger murió de una sobredosis. Haynes sabe lo que es perder a un ser querido, su madre murió cuando él era niño. Williams da vida a la madre del pequeño Oakes Fegley, que intenta explicarle la ausencia de su padre.

Por su parte, Moore, con la que Haynes ha trabajado ya en cuatro ocasiones («Safe», «Lejos del cielo» y «I’m Not There»), aparece en las dos diferentes décadas en las que se desarrolla la película, dando vida a la madre de Rose y dando vida a la propia Rose de adulta. Ella es una actriz de cine mudo con la que, misteriosamente, se obsesiona Rose. Las apariciones de Moore son coyunturales, recayendo el protagonismo en los jóvenes, pero su papel es clave para el engarce de estas dos historias en dos tiempos históricos. Asimismo protagoniza una de las escenas más peculiares del filme, en el que aparece caminando junto al gran panorama a ras de suelo de la ciudad de Nueva York que se exhibe en el Museo de Queens. «Es un lugar especial –señala la actriz– porque se ve cuán enorme es Nueva York, pero también qué pequeña. Es el único lugar en el mundo donde he sentido el anonimato y la pertenencia a la comunidad al mismo tiempo».

«Wonderstruck. El museo de las maravillas» se estrenó en la pasada edición del Festival de Cannes, donde recibió una ovación de tres minutos y parece tener muchas papeletas para conseguir varias nominaciones a los Oscar, aunque se antoja difícil que se haga con premios grandes que, no obstante, Haynes tiene merecidos. Pero ya en la gala de 2016, su bellísima «Carol» se fue de vacío. Más suerte tuvo en su día, en 2011, otra cinta basada en un libro de Brian Selznick, con un amor por el cine similar al de «Wonderstruck». Hablamos de «a invención de Hugo», de Martin Scorsese, que logró cinco estatuillas en apartados técnicos.