145 años del nacimiento de Vicente Pastor
El llamado “Chico de la Blusa”, que a base de afición y valor llegó a ser tenido como uno de los grandes, fue uno de los toreros más queridos de Madrid
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Vicente Pastor nació en Madrid, en el barrio de Embajadores, el 30 de enero de 1879 según la mayoría de sus biografías, si bien Fernando Claramunt, tras buscar su partida de bautismo, asegura que su nacimiento ocurrió un día más tarde. Asimismo el historiador alicantino aporta el dato, omitido por todos los demás biógrafos, de su segundo nombre y verdaderos apellidos, Vicente Pedro Pastor Durán, filiación que muchos tratadistas dan como Vicente Pastor Delgado Durán.
Tras terminar sus estudios básicos, en las Escuelas Pías de la calle Tribulete, con doce años entró a trabajar de aprendiz de guarnecedor de coches, oficio en el que llegó a ser oficial.
A los 15 años vio su primera corrida de toros al colarse en la plaza, despertando en él aquel espectáculo tal fascinación que le hizo acudir a la plaza de la carretera de Aragón cada vez que podía, no conformándose con presenciar los festejos celebrados sino que era uno de los asiduos que saltaban al ruedo a enfrentarse a los novillos que soltaban una vez finalizaba la función oficial. Ataviado con su uniforme de trabajo, un amplio blusón azul, y una gorrilla, enseguida se le comenzó a conocer como “El Chico de la Blusa”, al distinguirse por su arrojo y habilidad del resto de muchachos que con él se arrojaban a la arena.
El 24 de marzo de 1895 se le anunció para torear en un festejo mixto, en lo que iba a ser su primera actuación vestido de luces, junto al matador Gabriel López “Mateíto” y los novilleros Joaquín Hernández “Parrao” y Joaquín García “Picalimas”. La corrida se alargó más de la cuenta y Pastor, que en tal fecha usó como alias “El Chiclanero”, vestido de azul plata, no pudo actuar al darse por terminado el espectáculo ante la falta de luz. Sí que, por fin, pudo actuar el día 10 de mayo de aquel mismo año, anunciado ya como “El Chico de la Blusa”.
Junto a José Bazán “Patata” y José Huguet “Mellaíto” formó parte de la cuadrilla de Niños Barceloneses, con la que toreó en muchos cosos de la geografía española, tomando la alternativa, en Madrid, el 21 de septiembre de 1902. Luis Mazzantini le cedió, en festejo celebrado mano a mano, la lidia y muerte del toro “Aldeano”, de Veragua. A partir de ese doctorado eliminó cualquier apodo en los carteles.
Durante las siguientes temporadas no logró destacar ni pasar de las diez corridas por campaña, subiendo de nivel a partir de 1907 y, sobre todo, cuando, el 2 de octubre de 1910, cuajó una extraordinaria faena al toro “Carbonero”, de Concha y Sierra, un manso condenado a banderillas de fuego con el que estuvo valiente y entregado y del que le concedieron una oreja, rompiendo así la tradición de los anteriores 10 años de no conceder trofeos a los espadas. Jorge Laverón, en su Historia del toreo, reflejó así aquella faena: “El toro, ‘Carbonero’ de nombre, de la ganadería de Concha y Sierra, fue condenado a banderillas de fuego por lo manso y reservón de su comportamiento en varas y en banderillas. Pastor sometió al toro en los medios de la plaza por naturales y obligados por bajo; en cuanto igualó la fiera, entró a matar para hundir la espada en todo lo alto y hacer rodar al cornúpeta en el centro geométrico del palmo de terreno en que acababa de darle desde el primero hasta el último pase de muleta. La conmoción fue inmensa y se le concedió la oreja de ‘Carbonero’, primera que se otorgaba en la plaza de la carretera de Aragón”. F. Bleu, testigo del suceso, narra el hecho: “Fue un resplandor, una visión del arte frascuelino; un trabajo de conjunto y de detalle no visto en mucho tiempo; hecho emocionante que sacudió las fibras cardíacas del espectador; el público se rendía a la grandeza de lo realizado".
En 1912 comenzó su rivalidad con Rafael González “Machaquito”, alimentada, según José María de Cossío, por el empresario del ruedo madrileño y por los muchos partidarios que Pastor había logrado entre sus paisanos, tomando parte en 56 corridas y cumpliendo la temporada más brillante de su vida profesional. Aquella temporada, el 14 de enero de 1912, actuó como único espada en la plaza mejicana de El Toreo de la Condesa, para enfrentarse a seis toros de Atenco; sin embargo, el cuarto, “Cabezón”, le hirió gravemente, al igual que hizo con el sobresaliente, Luis Freg, y tuvo que ser Punteret, que estaba en el tendido, el que matase los toros restantes.
También en 1912 fue contratado para torear cinco tardes en Pamplona para los Sanfermines, pero al estar lesionado no pudo cumplir dos de ellas, aunque sí la última, celebrada el 14 de julio, en la que cortó su primera oreja en esa plaza a un toro de Guadalest.
Pero la aparición de Gallito y Belmonte hizo que decreciera el entusiasmo de los aficionado hacia el torero madrileño, cuyas actuaciones fueron disminuyendo hasta que, el 23 de mayo de 1918, en Madrid, en la corrida del Montepío de Toreros, entidad benéfica de la que fue presidente durante muchos años, se despidió de los ruedos. Alternó con Cástor Jaureguibeitia “Cocherito de Bilbao”, Julián Sáinz “Saleri II” y Ricardo Anlló “Nacional”, brindando la faena de su último toro, “Cabrero” de nombre, al rey Alfonso XIII: “Brindo por el Rey de España, por el primer madrileño, a quien el más humilde de los hijos de Madrid tiene el honor de brindar el último toro que mata”.
Falto de recursos económicos, el 3 de abril de 1952 se le organizó a su beneficio, en la plaza de Las Ventas, un homenaje en el que, como curiosidad, el futbolista, entonces jugador del Real Madrid, Montalvo, lidió un becerro, siendo su cuadrilla sus compañeros Molowny, Pahíño, Gabriel Alonso y González. Años más tarde, el 15 de noviembre de 1959, se le organizó otro festival en el que actuaron Ángel y Rafael Peralta, Domingo Ortega, Antonio Márquez, Luis Fuentes Bejarano, Fernando Domínguez, Gitanillo de Triana, Manolo Escudero y Paco Muñoz.
Falleció en Madrid el 30 de septiembre de 1966, pero pasó a la historia como un diestro de extraordinario valor, todo pundonor, serio, sobrio y dominador, de una honradez profesional a toda prueba y de una colosal eficacia estoqueadora.
A Vicente Pastor se debe el estoque de cruceta para descabellar. La espada con tope fijo en forma de cruz fue ideada por este diestro y elegida en un concurso, implantándose su uso por una ordenanza el 6 de enero de 1936 para evitar los constantes accidentes, a veces mortales, que en el momento de descabellar se producían por usar el mismo estoque.
Para Don Ventura fue un “Gran estoqueador y torero de dominio y concienzudo con la muleta, fue ídolo de Madrid durante algunos años y supo mantener sus prerrogativas con seriedad y firmeza ejemplares. Disfrutó de alto crédito en todas las plazas, pero, repetimos, en Madrid tuvo su más grande partido”.
Néstor Luján escribió de él que fue “La culminación del torero que avanza paso a paso en su arte. Su figura tosca, exageradamente seria, le ayudó poco en sus principios. Se le ensalzó con el apodo de 'El Sordao romano' (expresión que otros atribuyen a Rafael 'El Gallo'), por su rostro cenceño de impasibles arrugas y por sus movimientos adustos y sin armonía. Como artista fue escasamente notable, pero en cambio es el símbolo final del lidiador concienzudo, que entendía las faenas de muleta como preparación de la muerte del toro y absolutamente ajenas a la idea de adorno artístico que hoy busca el público”.