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Brillante comienzo de lo que puede ser una muy bonita historia

Samuel Navalón fue la estrella antes, durante y después de la corrida de su alternativa
Samuel Navalón, a hombros en Albacete
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La Razón
  • Paco Delgado

    Paco Delgado

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Datos para la historia: “Zafía”, con acento, marcado con el número 80, negro bragado, nacido en septiembre de 2019, con 465 kilos de peso de pitón a rabo y criado en la ganadería Jandilla. Es el toro con el que Samuel Navalón se convirtió en matador de toros. Un torero valenciano, nacido en la localidad de Ayora, pero hecho en la escuela taurina de Albacete y muy asimilado ya esta ciudad que también le tiene como propio y cuya plaza se quedó pequeña para ver su alternativa, de hecho muchos fueron los espectadores que no pudieron ver la lidia del primer toro por no haberse podido acomodar todavía.
La determinación de Navalón quedó clara desde el minuto uno, yéndose a recibir a “Zafía” a porta gayola y enjaretando luego media docena de verónicas en la boca de riego. Se lució a continuación al poner en suerte con chicuelinas al paso y al quitar con saltilleras. A todo esto dejó crudo a su oponente, y tras la cesión de trastos, los parlamentos y los abrazos -y el brindis a su madre-, se fue de nuevo a la boca de riego y en dos metros cuadrados compuso una faena de plantas firmes, series largas y ligadas, mucho temple y cabeza clara, disipando las dudas que pudo tener el toro, que aunque sin humillar fue acometedor y repetidor. También le quedó tiempo para adornarse y volcándose sobre el morrillo dejó un estoconazo fulminante. Toda la plaza se tiño de blanco pero, pese a la tan masiva petición mayoritaria, desde el palco sólo asomó un pañuelo. Cada cual tiene sus razones y manera de ver las cosas, pero esta decisión es difícil de entender. En fin.
Se fue de nuevo a porta gayola a esperar al sexto, luciéndose luego al torear a la verónica. Brindó ahora al público, evidenciando otra vez su disposición y ganas. Pero el toro le midió y el no cantearse le costó una seria voltereta. Volvió a la carga sin inmutarse, derrochando valor a espuertas en una labor ahora mucho mas emotiva por la menor claridad del jandilla. Otra vez mano baja, mando y ligazón dieron fundamento de un quehacer que le valió ya la puerta grande.
Acudió dos veces al peto el tercero, apretando aunque salió suelto. Roca Rey salió a por todas, firmando una faena de compás abierto, mano por el suelo y entrega absoluta, llevando siempre encelado a un toro que punteaba el engaño, aunando espectáculo y eficacia y acabado metido entre los pitones, aunque al final lo estropeó todo con el descabello.
Se enceló en el peto el quinto, con el que inició su faena con media docena de derechazos de hinojos pasándoselo muy cerca y dando todas las ventajas a su oponente, dubitativo, parado y enseguida corto y a la contra, sin que su matador pudiese exhibir nada más que valor y voluntad.
Dobló las manos el primero de Manzanares tras su breve paso por el caballo, y aun con cierta sosería, tomó el engaño con claridad sin que su matador, que fue desarmado al primer muletazo, asumiese compromiso alguno en un trasteo frío y displicente.
Buscó resarcirse con el cuarto, pero tras una prometedora primera serie volvió a abusar de los medios pases y a desplazar al toro hacia afuera, sin meterse con un toro que tuvo voluntad embestidora pero al que no acabó de someter y acabó rajándose.
Toros de Jandilla, desiguales de presentación pero nobles y manejables en conjunto. Séptima de feria. Lleno de “No hay billetes”.
Manzanares (de nazareno y oro), pinchazo y estocada, silencio; entera, ovación.
Roca Rey (de grana y oro), entera, cinco descabellos, silencio; dos pinchazos, aviso, entera, ovación.
Samuel Navalón (de blanco y oro), entera, aviso, oreja y tres vueltas al ruedo; media, aviso, descabello, oreja.
De las cuadrillas destacaron Agustín de Espartinas y Punta.