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Madrid

Ni confirmación ni llenazo ni Otoño: se impone la mansada

Jarocho confirmó su doctorado en una tarde de pocas opciones con una corrida mansa y complicada con Aguado y Talavante

El diestro Jarocho, que confirma alternativa,durante la corrida de la Feria Taurina de Otoño. Gonzalo PérezLa Razón

Madrid es Madrid por muchos motivos: plaza difícil, compleja y maravillosa cuando se entrega con la fuerza de los huracanes. Hemos visto cortar las calles de este Madrid tan cosmopolita para llevarse a un torero como Morante de la Puebla a hombros camino de la calle de Alcalá. ¿Quién imagina esta locura a estas alturas de la película del 25? Pero aquí estamos debatiendo entre los valores que nos quieren establecer y los que no nos pueden robar porque son eternos. De ahí esa ILP encaminada en el Congreso no sabemos muy bien hacia qué lugar, pero todos los problemas comienzan por debilitarnos. (Recordemos Barcelona). Por eso cuando Jarocho intentaba hacer lo que fuera, lo que pudiera, lo que le salía de esa vocación suya, tan propia, tan joven, con un primero de Domingo Hernández, que era el toro de su confirmación de alternativa, era imposible. No por él ni por su falta de ambición ni de ganas ni de todo lo que se jugaba, sino porque el toro estaba más que justo, de poder, no de presencia que si le da por cogerte te quita del medio, pero entre esos valores que se defienden está la integridad de todo lo que ocurre en el ruedo y ahí perdía la esencia. Y lo entendían todos sin necesidad de explicarlo. No podía ser. De esto no va el toreo.

Del inválido primero pasamos a un segundo que no estaba mejor y se devolvió. El sobrero terciado no nos trajo mejores augurios, sin fuerza y cortito. Igual Alejandro Talavante.

Manseó el tercero ya de salida en el capote de Aguado y lo haría después en todos los tercios. Se la tendría guardada después sin entregarse nunca. No fue toro fácil. Aguado le buscó las vueltas, a pesar de que no era agradecido ni el toro ni la plaza. Por la derecha se daba la vuelta con prontitud y le costaba tragar al natural. Quiso Pablo. Flojera con la espada.

Al cuarto llegábamos ya en el camino de la desidia. Se nos iba echando encima la tarde. Iba y venía el cuarto, sin más, que no era poco con lo que teníamos en lo alto, pero Alejandro no sumó más enteros a la faena y el guiso se nos quedaba demasiado escaso. Para aquí y para allá sin aportar. Para eso, brevedad.

El quinto esperó a Aguado en la misma boca de toriles. Así la tarde. Y en esos terrenos tuvo que parar al toro. Cuando llegó la hora de la verdad, con los tendidos dispersos, el toro acudió al embroque con movilidad, pero poca entrega, por lo que soltaba la cara. Aguado optó por acortar los tiempos acobardado el toro ya en terrenos de tablas. Se le complicó la suerte suprema, pero fue capaz de meterle la espada (abajo) con habilidad.

Ya en el último volvía a escena Jarocho en su día. Una mansada de pocas opciones nos habíamos echado por delante en la tercera de Otoño y no iba a mejorar la cosa con el toro que cerró plaza que, además, como había pasado con otros toros, se quedaba por debajo con peligro. Jarocho, que toreó con la montera puesta en todo momento, puso lo que tenía en su bisoñez. No había sido la tarde y habrá que esperar. No hubo toros ni para soñar el toreo ni para jugarse los muslos. Madrid y sus infinitas aristas.

Ficha del festejo

Las ventas (Madrid). Tercera de Otoño. Toros de Domingo Hernández. El 1º, sin fuerza; 2º, sobrero, sin fuerza y cortito; 3º, manso y con peligro; 4º, va y viene; 5º y 6º, mansos y desagradables. Lleno.

Alejandro Talavante, de nazareno y oro, pinchazo, estocada, dos descabellos (silencio); pinchazo, estocada (silencio).

Pablo Aguado, de fucsia y oro, cuatro pinchazos, aviso, esrocada corta (silencio); estocada baja (silencio).

Jarocho, que confirma alternativa, de burdeos y oro, dos pinchazos (silencio); dos pinchazos (silencio).