Semana Grande
Los desfondados 'vellosinos' y los fallos a espadas deslucen el arranque de San Sebastián
Faltó raza en los toros y sobraron pinchazos con los aceros en la corrida que abrió la Semana Grande donostiarra
Una voluminosa y desfondada corrida de la ganadería de Vellosino y los repetidos fallos con los aceros de la terna de matadores se sumaron para deslucir y dejar sin premios la corrida de este jueves en San Sebastián, primera de las tres de abono de la Semana Grande.
A pesar de su aparatosidad y de su mucho peso -dieron una media de 600 kilos en la báscula- los toros de la divisa salmantina carecieron de la seriedad que da la bravura auténtica, pues la falta de un suficiente fondo de raza, más que de fuerza, no permitió sacar mayor partido de su nobleza y de su intuida voluntad de tomar los engaños con cierta calidad.
De tal forma, la terna de toreros sevillanos que hoy hizo el paseíllo bajo la cubierta de Illumbe tuvo que aplicar una técnica especulativa y nada exigente para poder obtener de ellos una mínima respuesta emotiva de cara al público que cubrió solo en un tercio los tendidos del moderno coso donostiarra.
Así fue como se manejó, por ejemplo, Juan Ortega ya con el primero, un toro alto de agujas con el que se presentaba en San Sebastián y que quiso más que pudo, pero al que pulseó lo suficiente, mientras tuvo gas, para cuajarle apenas media docena de pases con ambas manos, aun a costa de ser volteado sin consecuencias.
Con la espada estuvo el sevillano más certero con este que con el afligido cuarto, con el que falló incluso con el descabello, una vez que, metido en corto y citando con la muleta retrasada en la derecha, logró la única tanda estimable de una faena paciente en una búsqueda infructuosa para que el de Vellosino alargara sus cortas y sosas embestidas.
Un planteamiento muy similar fue el de Pablo Aguado con los dos de su lote, formado por un tercero caído de riñones que comenzó a salirse sin celo de las suertes desde el templado quite por verónicas que le robó el sevillano, que también lo sostuvo con temple en la muleta, intentando, sin exigencias, mantener su bajo nivel de raza, hasta llegar a gustarse en varios embroques camino de la querencia de chiqueros.
El sexto fue uno de los más hondos y pesados de la corrida y, tal vez por ello, también uno de los más vacíos, sin emplearse ni una vez ante el delicado trazo de Aguado en una trabajo obligatoriamente corto y a menos, antes de volver a fallar con los aceros, con esos cuatro pinchazos que fueron suficientes para que el de Vellosino se echara.
Borja Jiménez, por su parte, mantuvo otro criterio, que fue el de atacar él, el de meterse en corto y pedirles, con la mano baja, lo que ninguno de sus dos toros le podía dar: ni el segundo, largo, hondo y muy flojo de remos, al que nunca ayudó, ni un quinto, no menos serio y el más astifino de la corrida, al que saludó con una larga cambiada.
Después el de Espartinas le abrió el trasteo con pases por bajo de excesivo castigo, desaconsejados para su medida raza, pero que le permitieron meterse en terrenos de cercanías para empalmarle, también con los vuelos a ras de arena, tres o cuatro cortas tandas por ambas manos, rehusando aprovechar las inercias y la prontitud del animal que más duró y aguantó del sexteto.
Aun así, esta iba a ser la faena que más llegó al bonancible público donostiarra, que la hubiera premiado de no mediar dos erráticas entradas a matar de Jiménez, con el toro ya en terrenos de chiqueros en una evidencia más de la falta de raza de la voluminosa corrida salmantina.
FICHA DEL FESTEJO:
Jueves 14 de agosto de 2025. Plaza de toros de Illumbe, San Sebastián. Primera corrida de abono de la Semana Grande, con algo más de un tercio del aforo cubierto (unos 3.500 espectadores), en tarde calurosa.
Toros de Vellosino, con kilos y volumen, y dispares en cuanto a seriedad en las cabezas, que dieron un juego muy escaso, pues a su nobleza no añadieron el suficiente fondo de fuerza y de raza para dar emoción y contenido a las faenas. El quinto, aun sin emplearse, fue el de más duración.
Juan Ortega, de violeta y oro: estocada delantera desprendida y descabello (ovación); pinchazo, media estocada delantera y cuatro descabellos (silencio tras aviso).
Borja Jiménez, de blanco y oro con remates negros: estocada tendida desprendida (ovación); media estocada que escupe, media estocada caída y tres descabellos (ovación tras aviso).
Pablo Aguado, de purísima y oro: pinchazo y estocada desprendida (silencio); cuatro pinchazos (silencio).