Toros y cine
Jeremy Irons se rinde ante Roca Rey y cambia el guion por el capote
Dos leyendas del cine británico se rinden al arte de Roca Rey tras una experiencia intensa en Sevilla y el campo andaluz
Ni focos ni guion. Lo que vivieron Jeremy Irons y David Puttnam la semana pasada en Sevilla fue puro directo. De ese que no necesita efectos especiales para sacudir, solo verdad, una plaza encendida y un torero en plenitud. El actor y el productor —dos nombres mayores del cine británico— quedaron atrapados por el magnetismo de Andrés Roca Reyen la Real Maestranza y lo acompañaron después al campo andaluz para completar un viaje que empezó como curiosidad y acabó en revelación.
Todo comenzó, como tantas cosas últimamente, con una película: "Tardes de Soledad". El documental sobre la tauromaquia contemporánea les puso sobre la pista de Roca Rey. Pero fue verle en vivo, frente a los toros de Victoriano del Río, lo que activó esa conexión difícil de explicar con palabras. Irons, que ha interpretado desde a Humbert Humbert hasta al papa Alejandro VI, sabe reconocer la intensidad cuando la ve. Y en la duodécima de abono en Sevilla, la encontró.
Roca Rey estuvo cerca de abrir su tercera Puerta del Príncipe, en una tarde donde no se dejó nada por dentro. Esa entrega, sin trampa ni red, fue el detonante para que tanto Irons como Puttnam (productor de "Carros de fuego", "La misión", "Los gritos del silencio") decidieran seguir profundizando. Después del festejo, se reunieron con el torero en su hotel. No fue una reunión formal. Más bien una charla larga, con pausas, reflexiones y preguntas directas. De esas que solo surgen cuando se ha visto algo que descoloca.
El resultado fue una invitación: pasar al día siguiente por la finca de Roca Rey en Gerena, presenciar un tentadero y entender el toreo no solo como rito, sino como forma de vida. Allí, entre cercados y silencio, Jeremy Irons tomó capote y muleta. Y aunque solo fuera por unos minutos, sintió en su propio cuerpo el vértigo de la embestida. No era un ejercicio teatral. Era un intento genuino por comprender desde dentro una práctica que, aún desde fuera, ya lo había conmovido.
Puttnam, más reservado, se quedó observando. Pero no menos fascinado. Como tantos antes que llegaron al toro sin certezas y salieron tocados por algo que no sabrían definir del todo. Porque la tauromaquia no se explica: se presencia. Se palpa. Y, cuando uno tiene la mirada entrenada para ver belleza donde otros solo ven ruido, se asimila.
La visita de Irons y Puttnam no ha sido un gesto turístico ni una excentricidad de famosos. Ha sido una demostración más de la capacidad que tiene la figura deRoca Rey para cruzar fronteras culturales, emocionales y simbólicas. El torero peruano no solo conecta con los públicos de siempre, sino que consigue despertar el interés de quienes vienen de otras disciplinas, con otros códigos, pero con idéntico amor por lo auténtico.
En un tiempo en que la tauromaquia vive bajo el foco de debates recurrentes, encuentros como este valen su peso en oro. No tanto por lo que representan a nivel mediático, sino porque confirman que el arte, cuando es verdad, se reconoce sin importar el idioma ni el contexto. Jeremy Irons y David Puttnam llegaron a Sevilla buscando entender una tradición. Lo que encontraron fue a un artista que los hizo mirar con otros ojos.
Y es que Roca Rey, más allá del traje de luces, es un narrador sin palabras. Alguien que, con cada embestida, parece decir: “Esto no es un espectáculo. Es mi forma de estar en el mundo”. Y cuando eso se entiende —como bien entendieron sus dos ilustres visitantes— ya no hay vuelta atrás.