
Reconocimiento
Pedro Gutiérrez Moya, para siempre en Madrid
La Comunidad de Madrid rendirá homenaje al Niño de la Capea con un azulejo conmemorativo en la plaza de toros de Las Ventas, como reconocimiento a su trayectoria excepcional en España y América

La plaza de toros de Las Ventas sumará un nuevo nombre ilustre a su galería de memoria permanente. El próximo 28 de mayo, coincidiendo con la Feria de San Isidro, se inaugurará un azulejo con el nombre de Pedro Gutiérrez Moya, más conocido como el Niño de la Capea, en uno de los lugares más emblemáticos del coso madrileño: los bajos del tendido 1. La iniciativa, impulsada por el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, forma parte del programa cultural que acompaña a la feria y busca subrayar el peso histórico de figuras que han marcado una época.
El Niño de la Capea no necesita presentación entre los aficionados. Torero popular, eficaz y querido a ambos lados del Atlántico, fue un auténtico referente del toreo en los años 70 y 80, tanto en España como en México, donde gozó de un fervor que pocos han alcanzado. Su trayectoria en Las Ventas, la plaza que lo vio crecer y lo encumbró, merece un lugar entre los grandes. De sus 35 actuaciones en este ruedo, se cuentan cinco Puertas Grandes, 19 orejas y tardes memorables en la Corrida de la Prensa y en la de la Beneficencia.
Uno de los momentos que sellaron su leyenda llegó en 1988, cuando decidió enfrentarse en solitario a seis toros de Victorino Martín, en una tarde que muchos aún recuerdan como un ejemplo de inteligencia torera y entrega absoluta. Aquella faena a “Cumbrerillo” quedó grabada en la memoria colectiva, pero su idilio con Madrid venía de mucho antes: “Cumbreño” de Manolo González, “Manchadito” de Sepúlveda y su temprana confirmación en 1974 con toros de Atanasio Fernández —cortando una oreja en esa misma tarde— construyeron una relación sólida entre el salmantino y la afición más exigente del mundo.
Ahora, casi cuatro décadas después de aquella gesta sin red con los Victorinos, Las Ventas devuelve el tributo. El azulejo servirá como punto de encuentro para los que vieron al Niño de la Capea convertirse en figura y para quienes quieran entender por qué lo fue. Porque el toreo también se escribe en cerámica, y hay nombres que, aunque ya están en la historia, merecen leerse cada día en las paredes de su plaza.
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