“Tristán e Isolda”: La ópera que cambió la historia de música
La monumental obra de Richard Wagner vuelve al Teatro Real, en versión de concierto semiescenificada, con dirección musical de Semyon Bychkov y el tenor Andreas Schager como Tristán
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Isolda muere de amor, se extingue físicamente para unirse en espíritu con su amado Tristán. El deseo y la renuncia terrenal, el amor y la muerte se dan cita, pero no es el trágico amor adolescente de “Romeo y Julieta”, es un amor maduro que se transfigura, que se prolonga más allá de la muerte y en la obra de Richard Wagner adquiere un dramatismo musical único en la historia de la ópera. Hacia 1857, Wagner, que trabajaba en la composición de la tetralogía “El anillo del Nibelungo”, atravesaba un período convulso en su vida, estaba en plena crisis matrimonial con la actriz Minna Planner y sufría el exilio y la ruina económica. El compositor encontró refugio en Zúrich al amparo del mecenas Otto Wesendonck, cuya mujer, Mathilde, fue fundamental en el devenir de su vida y su obra. En medio de la escritura de “Siegfried”, paralizada en una encrucijada creativa y fatigado por la composición de su descomunal “Tetralogía”, Wagner compuso “Tristán e Isolda” en poco más de dos años (1857-1859) como una especie de gran catarsis personal, sin ser consciente de que esta obra iba a suponer un hito en la historia de la ópera por su armonía, orquestación, hondura y trascendencia.
Basada en una leyenda medieval de origen celta incorporada al ciclo artúrico, cuenta la historia de amor entre un joven llamado Tristán y una princesa irlandesa llamada Isolda. El mismo Wagner escribió el libreto, inspirado en su aventura amorosa con Mathilde Wesendonck y en la filosofía de Schopenhauer. Su propósito era componer una ópera sencilla que solucionara sus problemas financieros, sin complicaciones escénicas y dramatúrgicas, pero encontró, en el arcano del amor, su complejidad y su éxtasis, el impulso para llevar al límite su escritura armónica; y pronto se dio cuenta de que “Tristán e Isolda” sería mucho más de lo que se había propuesto, anotando al final del borrador del primer acto: “nunca se ha compuesto nada como esto”. Fue estrenada en Múnich el 10 de junio de 1865 y al Teatro Real llegó por primera vez en febrero de 1911. Ahora lo hace nuevamente con cuatro únicas funciones en versión concierto semiescenificado con la batuta del especialista wagneriano Semyon Bychkov y el tenor Andreas Schager en el papel de Tristán. El reparto se completa con Ingela Brimberg (Isolda), junto a Franz-Josef Selig, John Lundgren, Neal Cooper y Ekaterina Gubanova.
“Tristan und Isolde” es un drama musical en tres actos de casi cinco horas de duración, donde Wagner explora los aspectos conscientes e inconscientes del amor y plantea la extrema tensión que lleva a la pareja de amantes protagonistas a romper todas las normas morales, éticas y religiosas, poseídos por el hechizo de un filtro fatal, trasunto simbólico de la pasión, amor y erotismo que los consume. Reconocida como una de las cumbres del repertorio operístico, destaca por el uso del cromatismo, la tonalidad, el color orquestal y suspensión armónica. El acorde de apertura del preludio, llamado el «acorde de Tristán», se considera de gran trascendencia en el desarrollo de la armonía tonal tradicional, un punto de inflexión en la historia musical, para muchos, el comienzo de la música moderna. Wagner rompe las reglas de la armonía, emancipa los cromatismos, desata la atonalidad y sienta las bases para el siglo XX. Como escribe Joan Matabosch, director artístico del Real “Wagner anticipaba y abría las puertas a lo que sería el resquebrajamiento del sistema tonal (...) logra algo sorprendente con una simplicidad todavía más sorprendente: la suspensión de las funciones del sistema tonal que habían presidido la escritura musical desde el siglo XVII. Y este acorde que queda sin resolver a lo largo de las horas que dura la representación, solo nos permitirá descansar cuando hemos comprendido, en las notas finales de la obra, que la intensidad del amor de Tristán e Isolda, ese amor que vulnera toda norma y que no puede ser contenido ni por la lealtad del súbdito, ni por el adulterio, ni por el castigo divino, solo se puede realizar más allá de la muerte”.
Para el director musical Semyon Bychkov, todo es singular en esta ópera de Wagner. “Cuando decimos que es plenamente cromática, queremos decir que existe en un estado de conflicto permanente que no puede resolverse hasta el último compás. Hacer esta pieza puede compararse a correr un maratón”, señala. Tristán tiene fama de ser el papel más brutal del repertorio por lo agotador para los cantantes y el austriaco Andreas Schager es un especialista en este personaje. “Cantarlo es especial para todo tenor, por su exigencia es como subir al Everest, la forma física es importante, pero como en todos los papeles de Wagner, lo más importante es confiar en las emociones, es la emoción la que da el tono y yo confío plenamente en las mías”, concluye.
- Dónde: Teatro Real, Madrid. Cuándo: 25 y 29 abril, 3 y 6 mayo. Cuánto: entre 19 y 357