Valeria Castro: "Reivindicar desde la ternura es como un caballo de Troya"

Su música son como leves soplos capaces de provocar vendavales. Son mensajes que sanan, que no buscan dejar más huella que la emocional. Valeria Castro es como canta: dulce, risueña, amable, segura. Pero, ante todo, es una artista con mayúsculas, aunque ella sea más «de lo pequeñito», de cantar y escribir en minúsculas: publica «con cariño y con cuidado», álbum de once canciones que cantan a sus raíces, a su familia o, como ella matiza, «a lo verdaderamente importante».

Bastantes cosas. En los últimos dos años me ha sucedido de todo, incluida la erupción del volcán en mi tierra, La Palma. En el disco reflejo mi vida porque, gracias en parte a la terapia, he aprendido a hablar del amor propio, que es el hilo conductor del álbum.

Fue duro. Lo viví en la distancia. Estaba ya en Madrid, y evidentemente es algo que te marca. Ahora mi familia vive en frente de otro paisaje que no existía hace tres años. Al final terminas asumiendo las cosas que no están bajo tu control. Te das cuenta que solo puedes valorar a los tuyos y a la salud.

El disco es bastante desahogo. No me gusta ser muy literal y no quería hacer un disco solo de eso, sino más bien de mis sentimientos. Pero sí hay una reivindicación, un mensaje que pueda hacer reflexionar. Intento poner el foco hacia lo que ya se ha olvidado, que es la isla, y hacia todo lo que queda por hacer, que es bastante. También hago referencias a mis raíces, a los míos, que son mi mayor fuente de inspiración.

Por el orgullo que siento de ser de allí. Ahora que vivo en Madrid, son más los estímulos que me da la vida. Hasta los 18 años, vivía con la concepción de unos límites geográficos que te hacen valorar más el presente y lo poco que tienes. Al escribir, me gusta enfocarme en lo que hay alrededor, no solo en la temática popular de la música, que es el amor romántico. El ser de La Palma, aprender a vivir con los pies en el suelo, es algo que me gusta plasmar en el altavoz de la música.

Por ambas cosas. Me vine estudiando Biotecnología, pero la música ha tirado mucho más. He tenido unas circunstancias que me han dejado crecer en este mundo, que pueda estar ahora sacando mi primer disco y con una gira de 30 conciertos. Es mi sueño.

Siempre lo siento, pero lo voy a dar todo para que funcione. En casa me apoyan como nadie, aunque sigue habiendo miedo a que no tenga un plan B. Pero la música es mi plan A, es lo que sé hacer.

Soy bastante ambiciosa, pero empiezo a pensar que el objetivo real es mantenerme, no solo a nivel de un público estándar, sino por seguir emocionándoles. Conseguir que este trabajo no sea una cosa egoísta, sino compartirlo, que mi música emocione y le cure, porque una de las características de este arte es que puede sanar y acompañar.

En la búsqueda del amor propio. Somos muchos los que estamos viviendo esa etapa de darnos cuenta de que tenemos que querernos, porque la responsabilidad máxima de cuidarse recae en uno mismo.

Por terapia, la psicóloga me ayudó mucho. Sé que soy bastante joven, pero hay que aprender a que no pasa nada por fallar. Caer en una piedra no es un abismo. Hay que intentar trivializar. La música es como esa amiga que te dice lo que no quieres oír.

Me gusta sentirme pequeña, porque me mantiene humilde. Pienso mucho en de dónde vengo, en la infancia, para mí mi edad es importante, ser consciente de lo que estoy haciendo con 23 años. Sí me he visto dudando de mí misma por la edad que tengo, y eso duele más que el hecho de que el reconocimiento se merme. Sé que me queda mucho camino por recorrer, por aprender, sé que no lo sé todo, pero no por ello me pongas un foco, no me limites, no me silencies.

Mi sonido viene de muchos sitios, aunque valoro mucho la pureza musical. Canalizo mi imaginario por las vías de la música, y para mí el folclore canario significa mucho. No soy la más estudiada, pero me gusta reivindicarlo.

Me gusta poner los puntos sobre las íes, ser firme. Trabajo por mostrarme tierna y dulce, pero a la hora de hacer algo tan íntimo como un álbum también tengo esa parte de protesta. Reivindicar desde la ternura es como un caballo de Troya. Hay mucha gente gritando, y la dulzura gana en atractivo.