Teatro

Teatro

Valle-Inclán, en formato «reality»

Autor: Valle-Inclán. Versión: M. Cortés y Xron. Director: Xron. Intérpretes: M. Cortés, A. Coucheiro, P. de Lorenzo, B. Fernández. Teatro Español. Madrid. Hasta el domingo.

Valle-Inclán, en formato «reality»
Valle-Inclán, en formato «reality»larazon

Autor: Valle-Inclán. Versión: M. Cortés y Xron. Director: Xron. Intérpretes: M. Cortés, A. Coucheiro, P. de Lorenzo, B. Fernández. Teatro Español. Madrid. Hasta el domingo.

Ha pasado con Valle-Inclán lo que tenía que pasar. Considerado ya como un clásico por derecho propio, el autor gallego permanecía hasta ahora, no obstante, en ese saco de «clásicos recientes» en el que los directores contemporáneos meten la mano con mucho conocimiento y cariño, pero aún, como es lógico, con cierto pudor. El tiempo, sin embargo, sigue su curso y, poco a poco, el exceso de celo se va atemperando; hasta que llega un día que alguien, pertrechado del mismo conocimiento y cariño que habían tenido los otros, decide esta vez con audacia, no ya meter la mano de nuevo, sino lanzarse de lleno dentro del saco. Y eso es lo que ha hecho Xron, director de este montaje del Centro Dramático Galego: entrar, ufano y liberado, y revolver todo allí dentro hasta dar exactamente con lo que más le interesó en este momento del complejo autor que buscaba. Una vez hallada y destilada la esencia, se ha puesto manos a la obra para elaborar con ella «Divinas palabras. Revolution», obra que no parece de Valle, pero en la que está todo él presente. El conflicto original en torno a la sórdida familia de Pedro Gailo, cuyos miembros se disputan mezquinamente el control del enano hidrocéfalo Laureano para hacer dinero con él en las ferias, se traslada aquí, de forma novedosa y sorprendentemente plausible, nada menos que a un trasunto del popular programa televisivo «Gran Hermano». El retrato devastador de la miserable condición humana se mantiene intacto; y la invitación al público a que vea la tragedia de estos seres como propia
–palmaria al final de la obra en la frase «¡Quien sea libre de culpa, tire la primera piedra!»–, tres tantos de lo mismo. Ambas ideas incluso se intensifican en esta adaptación en la que el «reality» sirve para interpelar más al espectador, si cabe, y hacerle comprender que en la contemplación verdadera de la vida ajena hay mucho más de miseria que de entretenimiento. Todo el elenco –en el que hay algunos compañeros de Xron de la compañía Chévere– hace además un estupendo trabajo, así como Suso Montero, que solventa la dificultad escenográfica de crear una verdadera atmosfera televisiva. Por todo ello, es una lástima que el director, en su fidedigna reproducción del concurso de marras, no haya querido falsear más la tediosa inacción de algunos momentos, porque desgraciadamente pasa factura al ritmo de la función y en algunas escenas se enlentece rayando en el aburrimiento.