Historia

Literatura

Yolanda Guerrero: “Los hombres se mataban y las mujeres sacaban el mundo adelante”

La periodista madrileña publica su segunda novela, “Mariela”, en la que reivindica la importancia del papel de las enfermeras durante la Primera Guerra Mundial

La periodista Yolanda Guerrero/ Foto: David Jar
La periodista Yolanda Guerrero/ Foto: David Jarlarazon

El viaje irredento de la historiadora Beatriz Gil Bona desde una casa heredada en la Cañada de Moncayo hasta las entrañas de la vida de una enfermera, María Veruela Bona, que en el contexto de la Primera Guerra Mundial y con la devastación de la gripe española como telón de fondo intensifica su cometido profesional enarbolando su condición de mujer y protagonizando una historia de amor ruidosa y balsámica, ha servido a la escritora y periodista Yolanda Guerrero para sentar las bases narrativas de su nueva novela “Mariela”, en donde el papel de las enfermeras se convierte en una herramienta fundamental para entender la importancia que adquirieron durante el conflicto bélico y en donde también se homenajea a todas esas mujeres cuya identidad, a pesar de haber resultado históricamente claves para la construcción y el avance de las sociedades, ha permanecido borrada de los libros y del tiempo. Lleva toda la vida usando la escritura como depositario habitual de necesidades y pasiones y tras haber cultivado la publicación de textos cortos y cuentos como “El color del humo” -que propició su puesto como finalista el la edición IX del Premio Ana María Matute-, es ahora cuando la periodista publica su segundo libro en forma de enardecida belleza. Charlamos con ella para averiguar si Mariela existió, descubrir quienes son los ángeles blancos que habitan en cada pequeña historia y hacernos preguntas en voz alta acerca del papel que la mujer representa en las guerras, en la vida y en la Historia.

-¿En qué momento se da cuenta Yolanda Guerrero de que la vida es redonda?

-Que la vida es redonda es algo que te enseña la edad. Yo quizás esto no lo habría podido escribir hace veinte o treinta años. La vida lo que te enseña es que muchas de las cosas que vives, las vuelves a vivir y que cuando las vuelves a vivir te parecen nuevas. Eso es lo bonito. Lo más maravilloso que puedes llegar a descubrir en tu vida si lo haces con la serenidad suficiente.

-¿Qué papel ha jugado históricamente la mujer en esa circunferencia?

-Desde Eva (tomándola como referente metafórico) hasta hoy, la mujer ha jugado y ha desempeñado un papel importante en todo. He escogido para esta novela justo un momento de la Historia en el que el papel de la mujer era fundamental pero hay muchos otros muy parecidos. El único problema que ha habido es que al papel de la mujer no se le ha dado la visibilidad necesaria. Ni tampoco la importancia necesaria. No se le ha reconocido. Ahora afortunadamente estamos viviendo un momento en el que se reivindica no la preponderancia de la mujer ni muchísimo menos, sino la igualdad y sobretodo un respeto al papel que hemos desempeñado las mujeres toda la vida. Un papel muy importante a lo largo de la historia.

-¿Fue Mariela Bona Márquez un personaje real?

-No fue un personaje real, tal y como yo la he escrito, pero creo que es un personaje muy real en términos conceptuales. Es un personaje que representa a un tipo de mujer que siempre ha existido, que existió hace mucho tiempo, que existe hoy y que existirá siempre. Es una mujer que no se resigna al papel que se le ha asignado ni se resigna a los insultos que habitualmente las mujeres reciben y a los que nos hemos tenido que acostumbrar. Hay un momento de la novela en que Mariela dice que qué curioso ¿no? que a las mujeres cuando se las quiere ofender se las llama o “prostitutas” o “brujas”. Son los dos insultos a los que las mujeres estamos acostumbradas como lo peor de peor y ella es una mujer que no se resigna al insulto ni a la falta de respeto. Y que tampoco se resigna al papel que se la enseña. Hay un momento en el que ella dice “yo no huyo, avanzo”. Y eso es lo que yo creo que han hecho muchas mujeres a lo largo de la historia. También muchos hombres obviamente, pero las mujeres tienen más mérito, porque en algunos momentos de la Historia han tenido muchas más trabas. A los hombres se les han puesto muchísimas menos, estando el camino para algunos de ellos prácticamente asfaltado. Cuando consigamos plena igualdad, diremos que todos tenemos que superar obstáculos. Hasta ahora, han sido ellas las que tenían más. En ese sentido creo que Mariela representa a muchas mujeres. A millones de mujeres reales.

-En el epílogo del libro dice: no me he resistido a gozar, sufrir, enfermar, amar y morir junto a todos los personajes que han desfilado delante de mí... ¿Cómo es el vínculo emocional que desarrolla una escritora con sus personajes? ¿Cómo se sale de ellos?

-Todo el proceso de esta novela ha sido muy curioso. Tenía un guión preestablecido -suelo escribir siempre con guión y me suelo adaptar a él-, pero de repente me di cuenta de que al empezar a investigar, era Mariela la que me guiaba a mí. De repente pensaba "si yo fuera Mariela que haría ahora". Ha sido una novela en la que me he dejado arrastrar por el personaje completamente. Y es literalmente como en el párrafo que has leído. He enfermado. Literalmente. Con una gripe. Es algo psicosomático por supuesto pero tenía gripe de verdad, con antibióticos incluidos (risas) y llegué a desarrollar bronquitis y fiebre. Porque no podía despegarme de Mariela. Me he identificado mucho con ella y también con Beatriz. Despegarse de un personaje es muy difícil. No hay nada mío en ella en el sentido de que no hay nada mío en ella, no hay nada de mi historia, no hay nada de mi familia, todo es pura invención. Pero tengo la sensación de que no me lo estaba inventando yo. Tengo la sensación mágica (aunque sé que es absurdo y que no es así) que seguramente hayan sentido los grandes escritores muchas veces a lo largo de sus carreras, de que era ella la que mandaba en toda la trayectoria de la novela. Y ha sido muy intenso vivirlo, hasta el punto de obsesionarme (6 meses sin salir absolutamente nada de mi casa, escribir hasta las dos de la mañana), pero también algo muy gratificante.

-¿La literatura le ha dado la oportunidad de repensar la historia de una manera diferente a como podías hacerlo antes de entrar en ese universo?

-Totalmente. No presumo de erudición en la Primera Guerra Mundial e incluso te diré que quizás sabía menos de la Primera Guerra que de la Segunda. Iba estudiando, leyendo, informándome y de repente me he encontrado con un tesoro magnífico. De repente llegaba a un lugar con Mariela, a Flandes, a París, a Berlín, a Stuttgart y me encontraba con una cantidad de mujeres que eran fabulosas, pensadoras, que tenían unas ideas brillantes, que no se las reconocía en su propio tiempo y ni siquiera ahora. Empecé a darme cuenta de muchas de las cosas que la humanidad se ha perdido por precisamente haber relegado a las mujeres. Hay muchas mujeres desconocidas, muchas mujeres que han escrito de las que no sabemos nada. A veces para escribir una sola línea o un solo párrafo, tenía que leer un libro entero. Pero si no leía el libro entero, no me empapaba de ese personaje y además lo hacía con placer, con muchísimo gusto, porque estaba disfrutando al descubrir y encontrarme con personajes nuevos. Me he dado cuenta de que las mujeres tuvieron un papel fundamental durante el conflicto. En las ciudades, en las casas o en París las mujeres estibaban en los muelles del Sena, conducían tranvías, conducían taxis, fabricaban armamento, fabricaban balas. Hacían de todo. Porque si no lo hubieran hecho, el mundo se hubiera venido abajo. Mientras todos los hombres estaban matándose y Europa se suicidaba, las mujeres estaban sacando el mundo adelante. Y eso yo no lo sabía.

- También la importancia de la gripe española...

-Eso es. Conocía el ambiente literario de la bohemia parisina, artistas, escritores que empezaban, pero yo no sabía hasta qué punto aquello era importante para conservar el alma y el latido de una ciudad como París, que se estaba desangrando y a poquísimos kilómetros. Y sobretodo me encontré con algo de lo que yo tenía ganas de escribir pero que tampoco había profundizado en ello y es la gripe española. La gripe española mató entre 50 y 100 millones de personas, posiblemente tantas como la Primera y la Segunda Guerra Mundial juntas. Pero apenas se sabe nada de la gripe. Hay monumentos a los caídos en las guerras, pero no hay monumentos al enfermo anónimo. Y sin embargo murieron muchos soldados, pero la censura férrea de la guerra no permitía contar que los soldados morían por la gripe porque lo que se pretendía en aquel momento era hacer épica, ensalzar el patriotismo exacerbado del soldado que muere como héroe con una herida abierta en el vientre y como un valiente defendiendo a su país, no como un enfermo abotargado y teñido de azul por la cianosis.

-¿Por qué la figura de la enfermera?

-Cuando intentas escribir la Historia en mayúsculas es cuando te equivocas. Las mujeres son las que escriben la Historia en minúsculas y esa es la verdadera y la que tenemos que leer. No la otra, la disfrazada, la de las grandes épicas. Primero yo quería hacer un libro sobre la gripe española y su contexto y quería un personaje femenino. No quedaba más remedio, tenía que ser una enfermera. En aquella época las mujeres no estudiaban medicina y las enfermeras estaban estudiando dos profesiones claves para entender los inicios del siglo XX. Dos profesiones que iban a empezar a ser modernas en ese momento y que empezaban a dejar de ser religiosas y por tanto, practicadas con altruismo, no por interés económico. Esas dos profesiones eran, la de profesora y la de enfermera.

Las enfermeras no religiosas, las laicas, eran criadas que trabajando en una casa se dedicaban a cambiar vendas y a poner apósitos. El doctor Federico Rubio y Galí quería ayudar a las enfermeras a ejercer la profesión de una manera artística y científica. Sus clases eran muy duras, con unas sesiones muy estrictas de comportamiento, de vestimenta, de actitud ante la vida, pero formaba enfermeras científicamente muy bien preparadas. Esas enfermeras tenían elementos que Beatriz Galindo calificaba como fundamentales para toda emancipación femenina: formación, titulación y remuneración. Y eso es trasladable a cualquier mujer de cualquier época del mundo. Si tienes una formación estás capacitada ejercer cualquier profesión del mundo, si tienes una titulación , te acredita ante cualquier lugar para poder ejercerla y si tienes una remuneración, te permite que vivas sola.

-Dedicas este libro a todos los ángeles blancos de las guerras, del dolor y de la vida... ¿Quienes han sido los tuyos, tus ángeles blancos?

-Es curioso, estuve dudando mucho con el título de la novela hasta que al final me di cuenta. El título tenía que ser un nombre propio, porque yo he tenido muchos ángeles blancos pero no sé sus nombres. No los conozco. Les debo mucho a las enfermeras, a las personas que me han cuidado a mí y que han cuidado a los míos. Y sin embargo no conozco sus nombres, pero sí los nombres de los médicos. Hay aquí en Madrid un museo de enfermería que es el único de toda España, en el que según entras hay un cuadro de Raquel de Prada que representa a unas veinte o treinta enfermeras sentadas, con sus uniformes de enfermera posando ante la pintora y ninguna de ellas tiene rostro, nariz, ojos ni boca. Solo una mancha en la cara. Y tal y como la directora del museo Maria Teresa Miralles explica, la pintora quiso representarlas así porque las enfermeras nunca tienen nombre para los enfermos. Tú vas a un hospital y te dicen "ahora va a venir el doctor Fernández y la va a atender" pero cuando te van a pinchar o te van a tomar la tensión, siempre se dice "ahora viene la enfermera". Nunca te dicen "ahora viene la enfermera Fernández"y eso a mí me hizo ver lo acertado de la decisión. La novela tenía que tener un nombre propio porque tenía que ponerle un nombre propio a todos esos ángeles blancos que nos han cuidado y cuyo nombre desconocemos. Quería que todas las enfermeras que sintiesen representadas con el nombre de Mariela.

-¿Las guerras contemporáneas que suceden ahora distan mucho de las que ocurrían antes? ¿De las de trincheras, barro y saliva?

-Las guerras siempre son las mismas. El concepto de la guerra es el mismo. Varía la tecnología, pero el concepto en sí mismo no cambia. El concepto profundamente erróneo de que matándonos los unos a los otros logramos solucionar problemas. Hemos interpretado fatal la Historia. La guerra se produce a través de un problema, de una divergencia por algo, de un conflicto porque uno quiere una cosa y otro quiere otra. Y buscamos en ellas la solución a ese conflicto pero nos equivocamos. La esencia de la guerra, que es matar al contrario para convencerlo de que tienes razón, es algo que sigue imperando hoy en día. Las guerras nunca solucionan nada. Nunca.