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El Bayern hace pedazos al Barça (2-8)

Es la peor humillación de su historia. Setién será despedido y el futuro para los barcelonistas está crudo

Pasado el tiempo de las palabras, de decir (Arturo Vidal) eso de que «somos el mejor equipo del mundo», de que se dejarán la vida, de lo de (Setién) «será un partido igualado», llegó la hora de demostrarlo. Y las piernas no dan para tanto como la lengua. En realidad, pasó lo que tenía que pasar: un equipo esplendoroso como el Bayern Múnich derrotó a otro decadente como es este Barcelona. Pero hay formas y formas de perder y la del conjunto español va a tener consecuencias graves.

Es la derrota más dura de su vida, la humillación más grande que han sufrido en Europa. Ocho goles encajaron, y gracias. Impotentes, incapaces, atropellado, arrasados... Así se podría seguir hasta el final de la crónica. Ni Messi ni nada. Para empezar, Quique Setién se acabó en el Barça y la plantilla tendrá que cambiar, aunque la crisis, la falta de dinero y el mercado extraño que se presenta no parece que permitan muchos movimientos. El panorama futuro es tan negro para los azulgrana como fue el partido de ayer, en el que a la media hora ya había encajado cuatro goles y la única duda era hasta dónde podía llegar su rival alemán. Y llegó muy lejos. Hizo un destrozo que hace tambalearse la institución, empezando por el presidente. Este Barcelona ya no puede competir en Europa. Ya se sabía, pero quizá con un golpe así sea el momento de mover fichas.

Lo malo quizá fue que el Bayern, pese a su físico y su poderío y sus 27 partidos sin perder, desde diciembre en concreto, se mostró un equipo vulnerable atrás al comienzo. Con la defensa en el centro del campo, en cuanto daba tres pases, el Barça daba la sensación de peligro. Se colaban los laterales a la espalda con mucho campo por delante. Había una parcela de terreno grande en la que Messi podía adivinar un pase. Pero no castigaron eso. También es verdad que lo de los tres pases era complicado por la presión del Bayern. Pero ni en corto ni en largo, ya que Ter Stegen estuvo especialmente desafortunado en los desplazamientos.

De la primera opción de Barça se pasó rápidamente al primer gol del Bayern, a los cuatro minutos, de Müller, en una acción mal defendida por Jordi Alba. Demasiado pronto ya hicieron daño los alemanes, pero esta primera herida logró suturarla el Barcelona con el tanto en propia puerta de Alaba, en una acción en la que Jordi Alba se coló como si nada tras un pase de Lenglet. Llegó en ese momento el único rato de esperanza barcelonista. Un tiro al palo de Messi que en realidad era un centro que nadie remató, la sensación de poder hacer daño a esa defensa que dejaba dudas... Pero no. Fue un espejismo. De ahí se pasó a la nada en un momento. Y de la nada, a lo nunca visto.

Fue el Bayern de toda la vida el que arrasó al Barcelona en Lisboa. Lo hizo pedazos. Lo asfixió. Presionó y presionó y no encontró soluciones su rival para salir de ahí. Si fuera un boxeador, se puede decir que estaba acorralado en el rincón sin capacidad para salir. Nadie pudo: ni el veterano Busquets, ni Vidal y su físico, ni Sergi Roberto ni la juventud de De Jong... Eso en el medio. Messi arriba desapareció y Piqué y Lenglet la perdían una y otra vez atrás. Aprovechó Perisic un error de Sergi Roberto y Semedo para hacer el segundo, y Gnabry logró el tercero y Müller el cuarto en un pispás.

La sensación de funeral era colectiva. Niños jugando contra adultos y una segunda parte por delante en la que tampoco sabían muy bien qué hacer: ir y exponerte a que la humillación fuera más grande, defender, tener esperanza o que pase el tiempo y que duela poco. Terminó doliendo mucho. Lo intentó Setién moviendo el banquillo. Sacó a Griezmann justo al volver de los vestuarios.

Estaba claro que el plan A no funcionó, pero el problema va más allá de si jugar con un centrocampista más o con otro delantero. Es una cuestión colectiva. El tiempo de este Barça ya pasó. No podía ni presionar ni defender y el comienzo de la segunda parte fue una continuación de lo visto antes. Llegaba como quería el Bayern y perdonó. Marcó Suárez, pero nada cambió. Se volvió a eso de que querer no siempre es poder. Llegaban tarde, hacían una falta, otra, pero no robaban el balón. No hubo tiempo ni para que el partido ganara en emoción.

Quedaba casi lo peor: que el joven Davies, lateral izquierdo, pareciera Garrincha o Messi, para regatear a Semedo, dejarlo atrás y regalar a Kimmich el quinto. De lateral a lateral. Impresionante. Quedaba que entrara Coutinho, el fichaje más caro de la historia del Barcelona, cedido en los alemanes, y lograra un doblete. Eso ya es cachondeo. Y que Lewandowski consiguiera su tanto. Faltaba él, claro. Thiago, ex azulgrana, hizo un partidazo. En fin...

Se une este partido a las noches negras del Barcelona en Europa. Bueno, en realidad es la noche más negra, el día en el que tocaron fondo de verdad. Estaba Roma y Liverpool, pero peor es posible. En la noche de Lisboa Piqué dijo que habían dado «vergüenza». Ni con el cambio de formato por el coronavirus fue distinto. Ni Valverde ni Setién. No se trata de eso.