Entrevista

“Maradona odiaba los médicos y los hospitales”

El crack «fichó» a Gabriela Camaño en 2014 para ser su sombra. Ella se encargaba de todo: desde supervisar sus dietas, hasta suministrarle las medicinas y comprarle la ropa. “Era un hombre excepcional, humilde y estricto”, relata su asistente personal a LA RAZÓN

Gabriela Camaño, asistente personal de Maradona, con el crack argentino
Gabriela Camaño, asistente personal de Maradona, con el crack argentinogabriela camaño y maradonala razon

En 2014, el entorno de Diego Armando Maradona contactó con Gabriela Camaño. Estaban buscando una asistente personal para el astro del fútbol durante su estancia en Dubái. El argentino había fichado en 2011 como entrenador del Al Wasl y, pese a que no duró más de una temporada, continuó como embajador deportivo de los Emiratos Árabes Unidos y más tarde como entrenador del Al Fujairah. Gabriela no sabía quiénes eran los representantes de la celebridad, pero aun así aceptó la entrevista que se celebró en Buenos Aires. Poco después el puesto era suyo. No supo quién sería su jefe hasta el mismo día en el que comenzó a trabajar con él. Todo se gestó en el máximo secreto.

«Dios me puso en su camino el 2 de abril de hace seis años en Dubái. Llegue a su casa, una villa muy grande, y él estaba nadando en la piscina en el momento que aterricé. Cuando su equipo le avisó de que yo había llegado, salió del agua y vino caminando hacia mí. Traía desde lejos la mano ya extendida y me dijo, no se me olvidará: ’'Bienvenida, señorita Gabriela, el placer es mío’'. No me dejó ni hablar, todo lo decía él. Le encantaba hablar. Sentí de cerca su presencia tan imponente, que inspiraba admiración y respeto al mismo tiempo que una inmensa calidez humana en su habla, en su sonrisa tan amistosa», relata a LA RAZÓN, esta argentina natural de Salta, ciudad al norte del país, para quien «Diego era puro carisma».

Gabriela reconoce que para una persona de Argentina es un honor «trabajar para él fue increíble, un placer conocerle, servirle y cuidarle. Fue un hombre excepcional». Sus días juntos, estuvo a su lado, mano a mano durante cuatro años, estuvieron llenos de anécdotas, que ahora relata entre lágrimas por su pérdida, ya que «no me pude despedir de él y todavía estaba esperando que regresara a Dubái para vernos de nuevo». De hecho, la que fue su mujer de confianza en Emiratos Árabes Unidos sigue viviendo allí desde que se mudó para ponerse a su servicio, aunque ahora está involucrada en asuntos de turismo.

Obsesión con la puntualidad

Gabriela se ocupó durante casi un lustro de supervisar la casa del mítico futbolista, hacer sus compras, preparar su comida, su dieta y preocuparse por la ropa y sus medicinas. «Yo me encargaba de que no le faltara absolutamente nada de lo que a él le gustaba, debía tener todo listo y preparado para sus entrenamientos cada día, que todo funcionara y estuviera como a él le gustaba: en orden y en el momento preciso. Era muy estricto con los horarios. No le gustaba llegar tarde jamás y cuando pedía algo para un determinado momento debía de ser así», desvela la que fue su asistente personal. Y en relación a esta manía con la puntualidad, Gabriela recuerda una situación «curiosa» que vivió en primera persona. «Diego odiaba ir a los médicos y a los hospitales, por eso llamamos a un doctor para que acudiera a hacerle los chequeos médicos de control a su casa. El médico dijo que llegaría a una determinada hora y Diego no paraba de mirar el reloj. Cada poco tiempo me preguntaba: ’'¿Ya llega el doctor?’'. Yo miré la hora y le dije que sí, que todavía no era la hora. No satisfecho, me pidió que le llamara y le preguntase dónde se encontraba. El médico me respondió que en cinco minutos llegaba a la casa, que estaba en un atasco y que se retrasaría cinco minutos. Se lo comuniqué a Diego y en un principio no dijo nada». Pero la historia no concluye ahí, «cuando el sanitario llamó a la puerta, Diego me pidió que le dijera que se fuera. Yo le pregunté por qué. Imagínate, llevaba una hora conduciendo para atenderle en casa y solo se había retrasado 10 minutos, pero para Diego eso era una falta de respeto. Afirmó: ’'Si llega tarde es que no cuida bien a sus pacientes’'. Y no hubo más que hablar. El sanitario, estupefacto, me contestó: ’'¿De verdad? Sólo he llegado diez minutos tarde’'. Yo no sabía si reír o llorar. Diego era único».

Otro de los momentos que Gabriela recuerda de Maradona fue uno de los encuentros que tuvo con el Papa Francisco, por quien sentía una gran admiración y con quien se reunió en varias ocasiones. De hecho, «El Pelusa», visitó el Vaticano en 2014, 2015 y 2016. «Una de las veces, el Papa le hizo esperar bastante tiempo y Diego me dijo: ’'Si no viene ya me voy’'. Te sorprendía cuando menos lo esperabas. Tenía esas cosas tan suyas... Siempre fue auténtico y se guiaba por el sentir de su corazón. Para él, las cosas eran blancas o negras, sí o no. Los grises y términos medios no eran lo suyo».

Gabriela aclara que Maradona era siempre generoso, sensible y respetuoso, eso sí, «si sabías ganarte su respeto». Ella lo consiguió y todavía hoy le siente como parte de su familia. No ha podido viajar hasta Buenos Aires desde Dubái, pero le siente cerca «porque mi corazón y mi alma le guardará hasta expirar». Confiesa que, «con sus defectos y sus virtudes me enseñó mucho, fue mágico conocerlo y muy triste recibir en la distancia la noticia de su muerte»

«Papas hervidas»

Lo que más le gustaba a ella de la personalidad de la «leyenda del fútbol» era que pese a ser rico «nunca renegó de sus raíces, jamás olvidó cómo fue su vida antes de convertirse en el mejor futbolista de todos los tiempos». Cuando mantenían charlas privadas, su ex asistente relata que siempre hablaba con «alegría y orgullo de su niñez, de los partidos que echaba con sus amigos con zapatillas o sin ellas. Fue muy feliz pese a las carencias que tuvo». De hecho, pese a tener a su disposición todos los manjares del mundo, «su plato favorito era el puchero con papas hervidas o un estofado de pollo». Gabriela se siente feliz de haber conocido a «un Diego Armando diferente al que el resto del mundo veía por televisión, al ser humano excepcional que nos ha dejado».

Para el argentino, su familia era fundamental y así lo confirma quien bien le conoció: «Sentía un inmenso amor por sus padres y hermanos. Su mundo eran sus hijos (reconocidos tiene cinco), el balón y un habano. Nunca le fallaba la memoria para hablar del pasado, recordaba todas las fechas y los nombres con precisión. Y así lo hacía cuando tomábamos mate juntos. Para mi era maravilloso compartir esos momentos a su lado y aprender de él y de todas sus vivencias».

Ahora, a casi 14.000 kilómetros de distancia la que fue su asistente, su compañera y su amiga, le llora con dolor: «Siempre esperé que Diego regresara a Dubái, nunca hubo un adiós, ni lo habrá porque él estaba presente cada día en mi vida y lo estará siempre hasta encontrarnos donde todos vamos al final de nuestro camino. El amor que tengo por él jamás desaparecerá, le llevaré siempre dentro y en mi día a día le recordaré en cada cosa que haga, porque él me enseñó mucho», concluye con la voz quebrada.