Real Madrid
Sin goles no hay paraíso
Jovic, que en el Madrid no hacía un tanto ni al arco iris, se va a Francfort y mete dos en el primer partido que juega. Conclusión: o se ficha un 9 o estamos apañados.
Nunca se me olvidará la radiografía que me hizo José Mourinho de Karim Benzema el primer día que lo entrenó, allá por el verano de 2010. El míster de Setúbal, que cuando dirigía al Inter, me lo había puesto por las nubes -a él y a Iker Casillas-, cambió de opinión en apenas dos horas. “¡Qué calamidad, qué calamidad, no tiene sangre!”, enfatizó al otro lado del hilo telefónico con ese personal e intransferible tono que tanto gustaba imitar a los humoristas patrios. En consecuencia, pidió al riojano de Pamplona Fernando Llorente, pero, entre que el galo llevaba en Madrid 13 meses y que el Athletic se subió a la parra, se quedó con las ganas. Luego, cuatro meses después, vino la antológica y no menos irrespetuosa frase animalística: “Si no está el perro, tendré que salir con el gato, solo no puedes ir”, sentenció en una de sus geniales metáforas. El perro, obviamente, era Higuaín, que estaba recién operado de una hernia; y sobra decir cuál era el rol adjudicado a Benzema.
Tengo un enorme aprecio por el chico, en lo personal y en lo profesional. Me parece un buen tipo, un profesional intachable y creo que es un enorme pelotero. Pero desde luego no es un 9, un delantero centro, un sabueso del área, ni nada que se le parezca. Es un mediapunta, un 10 si queremos adjudicarle un dorsal, pero de ninguna manera un goleador. Un enganche fuera de serie, extraordinario, entre otras elementales razones porque maneja el balón como los ángeles. En la “era Cristiano” era el colega perfecto: le abría huecos, arrastraba a las defensas y le regalaba asistencias a gogó evidenciando su nulo egoísmo y su superlativo compañerismo. Cristiano estaba encantado de la vida con él, fundamentalmente porque jamás protestaba por el papel de segundón que le habían encomendado. Todo el protagonismo era para el 7.
El drama del lionés es que se cuentan con los dedos de la mano las ocasiones en las que se le ha situado de mediapunta en los camino de 12 años que lleva vistiendo la camiseta blanca, lo cual ha provocado que haya vivido en el cuestionamiento permanente. Los números hablan por sí solos: en los seis ejercicios que Luis Suárez, que sí es un 9 como Dios manda, pasó en el Barça anotó 198 goles, a 33 por temporada, mientras que en el doble de tiempo en el Real Madrid nuestro protagonista acumula 262 tantos, lo que representa una media de 21 al año. Una comparación escandalosa que ratifica más allá de toda duda razonable la tesis que mantengo desde la primera línea. Ya se sabe: lo que no son cuentas, son cuentos. Las matemáticas mandan en la economía, en la política y también en el fútbol. De hecho, en estos momentos es el quinto ex aequo con el sevillista En-Nesyri en el Pichichi con ocho goles. El primero es Messi con 11; el segundo, Gerard con 10; el tercero, el incombustible Luis Suárez con 9 y el cuarto, Iago Aspas con otros 9. Los números cantan. Y, mientras, el Real Madrid demuestra, partido a partido, su cada vez más preocupante falta de gol. ¡Cómo se nota la ausencia de un Cristiano que te garantizaba entre 50 y 60 goles por temporada!
El partido de Pamplona constituyó otra trampa de un Tebas al servicio del independentista Roures, pero también sirvió para certificar nuevamente cómo cuesta a los de Zidane hacer gol. La enésima prueba del algodón llegó el jueves en La Rosaleda frente al Athletic de Bilbao, partido que los blancos no supieron desatascar, básicamente, porque falta ese pelotero que te cambia un partido, una eliminatoria o una final cuando menos te lo esperas y/o cuando más lo necesitas. Los guarismos en Liga hablan también por sí solos: el Atlético suma 31 goles en 16 partidos, el Madrid 30 en 18 y el Barça, que es tercero, 37 también en 18. Lo avisé en septiembre en esta misma columna, “Florentino, tráenos un goleador” titulé, y cuatro meses después insisto. Ni Benzema, ni de momento Rodrygo y Vinícius lo son. Y encima parece que nos ha mirado un tuerto: Jovic, que en el Madrid no hacía un tanto ni al arco iris, se va a Francfort y mete dos en el primer partido que juega. Conclusión: o se ficha un 9 o estamos apañados. Sin gol no hay paraíso.
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