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Copa del Rey

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2-0: El Sevilla y Bono domestican al Barça

Tres paradas del portero marroquí a Messi permiten al Sevilla, la víctima favorita del argentino, soñar con la final de Copa

Koundé celebra el gol que marcó al Barcelona en las semifinales de la Copa del Rey MARCELO DEL POZOREUTERS

¿Ni siquiera la Copa? Leo Messi pone fin a su etapa en el Barcelona sin que se le perfile ningún título en el horizonte. No está eliminado, ni mucho menos, el Barcelona en su semifinal contra el Sevilla, pero levantarle un 2-0 a un equipo con el empaque del de Julen Lopetegui se antoja una tarea compleja. Koundé y Rakitic fueron los goleadores de un partido que fue más bien partida, ya que el duelo táctico entre los dos técnicos resultó ajedrecístico.

Ronald Koeman sabe perfectamente lo que se trae entre manos. Otra cosa es que pueda poner remedio a los defectos de su equipo, pero está impecable en la diagnosis. Sabía el técnico culé que su equipo iba a sufrir en defensa, esa zaga no apta para miocardios delicados que las bajas lo obligaron a componer. Necesitaba, por consiguiente, el balón y quiso confiscárselo al Sevilla, lo que logró en un magnífico cuarto de hora inicial. Messi pudo marcar en ese tramo el golito que promedia contra los sevillistas desde hace tres lustros. Empaló el crack un gran pase vertical de Griezmann y Bono respondió con una apertura de piernas gimnástica, un spagat que le permitió desviar con la puntera.

Lopetegui daba por sentado que el rival, con semejante despliegue de calidad de Busquets en adelante, iba a tener sus ocasiones. Conjurada la primera oleada, le tocaba al Sevilla atacar y lanzó el vasco a Koundé como electrón libre por el pasillo derecho. En su primera incorporación, el francés mandó un centro-chut malvado que Rakitic no desvió a gol por falta de instinto. La segunda vez que se asomó, el central batió dos líneas con su cabalgada, hizo la pared con Fernando, quebró a Umtiti con un recorte y se la puso cruzada junto al palo a Ter Stegen. Una jugada «messiana» que daba a los locales una ventaja que pudo haber ampliado Escudero al filo del descanso con un tiro en el que se interpuso el guante del portero del Barcelona.

Koeman clonó el cuarto de hora inicial en la reanudación, de nuevo con el dominio de la posesión y de la posición, pero sin más oportunidad que un tiro raso de Messi que Bono desvió a córner. Indemne tras los quince minutos tópicos, el Sevilla se desperezaba amenazante porque cada carrera de En-Nesyri era una tortura para los centrales catalanes. Umtiti, por una vez, intervino providencial para corregir un fallo de Mingueza ante el marroquí cuando éste se disponía a fusilar el 2-0.

La escasez de recambios fiables en un banquillo plagado de filiales auguraba a Koeman un final complicado frente a un Lopetegui que introdujo piernas frescas arriba con Munir y De Jong y retiró al tarjeteado Escudero. No estaba tampoco el Sevilla para muchas carreras, así que la cosa viró hacia el duelo de dos púgiles que se tambalean sin otro propósito que evitar el golpe del nocáut. La salida de Gudelj por Jordán fue el termómetro de las intenciones numantinas del entrenador sevillista.

A Lopetegui le gusta defender con el balón y ésa era la orden que recibió Óliver Torres, su último relevo. Ocurre que la defensa barcelonista es una verbena y el extremeño, casi sin querer, encontró en la profundidad a Rakitic, que cabalgó sin oposición hasta las barbas del portero y lo ejecutó con un misil a media altura. No celebró el croata su gol, en señal de respeto a su glorioso pasado azulgrana. En el último minuto, Messi quiso comenzar la remontada con un golpe franco junto al palo que Bono, impecable, desvió con su manopla. Hace dos años, en cuartos de final, el Sevilla le ganó 2-0 al Barcelona en la ida. En la vuelta, perdió 6-1. Lo dirigía Pablo «Funerario» Machín, cierto, pero es un aviso.

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