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El Sevilla, contra Haaland y en crisis

El equipo de Lopetegui, deprimido por sus tres últimas derrotas, se enfrenta a un doble obstáculo en el campo del Borussia Dortmund: el 2-3 de la ida y el perenne estado de gracia de su estrella

Erling Haaland, en el último entrenamientos del Borussia Dortmund
Erling Haaland, en el último entrenamientos del Borussia DortmundMartin MeissnerAP

El Borussia no engaña a nadie. Pocas veces como en este octavo de final de la Champions, que se resolverá en el Signal Iduna Park de Dortmund, se habrán cumplido tan al pie de la letra los vaticinios que especialistas, y no tan especialistas, de fútbol internacional aventuran sobre los rivales de los equipos españoles en cuanto se consuma un sorteo. «Una defensa débil y un delantero temible», pregonaban sobre el vigente sexto clasificado de la Bundesliga. En la ida, un Sevilla escasamente inspirado le hizo dos goles a los renanos, que ganaron 2-3 con doblete de Erling Haaland. El sábado, frente al Bayern, el coloso noruego adelantó con otros dos tantos a su equipo pero el campeón de Europa, al trantrán, remontó hasta el 4-2.

Ya conoce, por tanto, Julen Lopetegui la receta para obtener la ventaja de dos tantos que hoy necesita para estar en los cuartos de la Champions y romper ese techo de cristal en la máxima competición europea que el Sevilla sólo ha franqueado en dos ocasiones, con sesenta años de diferencia. Se tratará, o sea, de enjaular a Haaland en un sistema defensivo que impida sus cabalgadas y de trabajarse a la zaga del Borussia, con bajas y con el avejentado Hummels como mariscal de dudosa fiabilidad, hasta marcarle los goles que hagan falta. ¿Tan sencillo como eso? Hombre, le parecerá a usted poca cosa...

El alucinante promedio realizador de Haaland, que lleva dos años marcando más de un gol por partido, es cuestión ya cacareada y bien que lo sufrió el Sevilla en el encuentro de ida. Debe añadirse, además, que a la zaga sevillista le ha faltado en sus dos últimas comparecencias –el dolor de Barcelona y el oprobio de Elche– su elemento más determinante: Yassine Bono. Todo lo bueno que le ha pasado al club andaluz en los siete últimos meses tiene que ver con el portero marroquí, un auténtico santo milagrero que lo condujo a la gloria de la Europa League en agosto con tres actuaciones prodigiosas de cuartos en adelante y que ha sostenido al equipo con sus paradas en momentos de máxima zozobra: dos penaltis decisivos detenidos contra Betis y Alavés o una exhibición delante de Messi que puso en franquía la semifinal copera.

Bono está en Alemania, para tranquilidad del sevillismo, pero eso no significa que vaya a jugar esta noche. De hecho, el guardameta de origen canadiense se dejó ver en el aeropuerto de Dortmund con su mano izquierda aparatosamente vendada y una tablilla sujetando los dos dedos que se luxó en el entrenamiento del lunes pasado. Su concurso es dudoso y su suplente, Tomas Vaclik, no es tan culpable directo de los cinco goles encajados en el Camp Nou y el Martínez Valero como causante es su estado físico de la desconfianza que atenaza a sus defensores cuando él juega. Seamos claros: el checo tiene una rodilla maltrecha que le impide rendir a satisfacción y es más que posible que esté ante su última temporada como futbolista en activo. Es un profesional ejemplar y un tipo extraordinario al que nadie desea señalar, así que mejor para todos cuanto menos tenga que calzarse los guantes.

En el capítulo de dudas, el Borussia incluye también a Haaland, víctima de una salvaje entrada de Boateng el sábado, aunque nadie duda de que el ogro vikingo estará sobre el césped, al contrario que su compinche preferido, Jaydon Sancho, y muy probablemente Raphael Guerreiro, el lateral izquierdo portugués. Enfrente, Koundé responderá presente tras descansar el sábado para que, incógnita de la portería aparte, Julen Lopetegui pueda sacar una alineación muy parecida a la que podría considerarse de gala.

Una remontada sólo es posible desde la fe, justo la virtud más acrisolada de este Sevilla que presume de no rendirse nunca.