Tour 2021
Pogacar, dueño y señor en los Pirineos
El esloveno ataca cinco veces en el Portet, gana la etapa y hace sufrir a Enric Más, que pierde su sueño del podio
Dice Carlos Barbero, el esprinter burgalés que está descubriendo el Tour con el Qhubeka a ritmo de mascarilla nueva cada día que él pinta con diferentes mensajes, que «el que avisa no es traidor, si no avisador». Y le viene muy bien esa frase al Tour de Francia cuando llega a las extenuantes rampas del Col du Portet, tan verde y tan brillante, tan bello y tan salvaje, y es ahí, en lo más agreste, cuando las nieblas se cierran por la altura y las figuras de los ciclistas se confunden, cuando emergen las piernas de Pogacar.
Una, dos, tres, hasta cinco veces ataca como el dueño y señor que es de este Tour. Y es ahí cuando la frase de Barbero cobra todo el sentido. Porque el esloveno ya lo dijo el martes, que la del Portet, con el Peyresourde y el Val Louron Azet previos iba a ser «la etapa más dura y más crucial» de esta edición de la ronda francesa. Y Pogacar, avisador que no traidor, como dice Barbero, cumple su palabra y hace de esta etapa algo demencial, inhumano. Insoportable para todos menos para el estupendo y generoso Vingegaard y el ventajista Richard Carapaz, que va de listillo y se escaquea de los relevos y la colaboración en medio de esa agonía tremenda que es subir hasta lo más de 2.200 metros de altura que tiene el Portet.
Van escalando un poco cabreados el esloveno y el danés con el ecuatoriano, que viene de Carchi, de las alturas fronterizas de su país con Colombia donde se hizo ciclista, y ahí debería sentirse como pez en el agua, igual que hasta ahora lo ha hecho, pero ayer decide no pasarles ni un solo relevo. Y entre los otros dos hablan y se encienden. «Vingegaard me ha dicho que venía fanfarroneando y que lo tuviésemos controlado», cuenta el líder después de cruzar la meta.
Este miércoles fue 14 de julio y los ciclistas franceses que corren el Tour salieron a celebrar su fiesta nacional. Es el día que todos señalan, en el que todos quieren estar en la fuga. Latour, Anthony Perez, Maurice Chevalier. Pero Pogacar quería la etapa para él. Sin concesiones, a lo Miguel Indurain. A lo Caníbal, con hambre voraz como Eddy Merckx. Juventud insaciable la suya. Pero ya lo había avisado un día antes. Puso a todos sus hombres del UAE Emirates a trabajar cuando la etapa se puso seria, al paso por Bagneres de Luchon para comenzar el Peyresourde y no les dejó bajar el ritmo. Cuando le tocó su turno cumplió.
A 8 kilómetros y medio de la meta del Portet, con más de medio puerto por delante, hizo la primera arrancada y sólo Vingegaard, Uran, O’Connor, Carapaz y un estratosférico Castroviejo pudieron seguirle. El colombiano del EF enseguida se abrió de piernas y Pogacar se animó. Hasta cinco ataques. Sólo Vingegaard y Carapaz le siguieron. Para entonces Enric Mas ya se había diluido entre toda esa niebla que cubría los últimos kilómetros de ascensión y borra de su mapa todo sueño, toda esperanza de acceder al podio de los Campos Elíseos el próximo domingo, aunque ha subido un puesto en la general y ya es séptimo a casi cuatro minutos de los tres puestos de honor y a casi diez de Pogacar.
Que, aun siendo avisador como dice Barbero, es tan despiadado como estas rampas del Portet que lo coronan y le dejan sin respiración en meta, se besa el amarillo que le queda como un guante y se tira al suelo sonriente por su victoria y por su domino total. «Ha sido un día fantástico», dice.
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