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El Atlético empata con el espíritu de Godín

Los jugadores del Atlético celebran uno de sus goles
Los jugadores del Atlético celebran uno de sus goleslarazon

Por los pitos que recibió cuando se anunció se nombre de megafonía, que se repetían cada vez que tocaba la pelota, podía parecer que el Atlético jugaba sólo contra Cristiano Ronaldo. También por lo que sucedía en el campo. El portugués era el único que se atrevía a comprobar si Oblak se había presentado al partido. Pero tenía que hacerlo con disparos lejanos o en complicados remates de cabeza. El Atlético no le dejaba llegar con sencillez a su área.

En el equipo rojiblanco el peligro lo ponía Joao Félix. Repitió la arrancada que conquistó al público rojiblanco en el primer partido de la temporada. Agarró la pelota en su propio campo y fue sorteando todos los peligros que le salían al paso hasta llegar al área. El «7» rojiblanco desmiente su aparente fragilidad física cada vez que recibe una entrada. Soporta empujones y patadas con una protección prodigiosa de la pelota. Pero llega asfixiado al remate después de esfuerzos tan intensos y exigentes.

El portugués probaba la seguridad de las manos de Szczesny y sólo los remates de Giménez evitaron que en los primeros minutos el partido fuera un duelo personal entre portugueses.

Pero la Juventus escondía más argumentos. No necesitaba que apareciera Cristiano, pero sí necesitaba su espacio. Por ahí, por el costado que defiende Trippier, apareció Higuaín en un contraataque. Paró la pelota, levantó la cabeza y vio la llegada de Cuadrado al otro lado. El recorte hacia dentro del colombiano y su remate con la izquierda no dieron ninguna posibilidad de respuesta a Oblak. Al esloveno, que había respondido con seguridad, no le quedó más remedio que mirar.

Trippier ofrece alternativas en ataque, siempre da una salida el lateral inglés por su costado. No necesita llegar y centrar. También sabe asociarse con sus compañeros en espacios cortos, Así, formó un triángulo con Saúl y Koke y el pase atrás del capitán lo remató Giménez por encima de la portería. Era la señal que necesitaba el Atlético para convencerse de que todavía tenía oportunidades en el partido.

Pero otra vez por ese lado derecho de la defensa rojiblanca se coló Alex Sandro para poner el segundo de la Juve en la cabeza de Matuidi. Necesitaba menos oportunidades el campeón italiano, al que sólo le hizo falta encontrar los espacios justos para apuñalar al equipo de Simeone.

Para entonces ya había entrado Correa en el campo en sustitución de Lemar. Los pitos que recibió el francés no fueron comparables a los de Cristiano, pero sí fueron bastante exagerados para tratarse de un jugador local. La entrada de Correa es sólo la demostración de que casi nada de lo que sucede en el fútbol es real. El argentino, que era la primera opción del club para dejar hueco a la llegada de nuevos fichajes para la delantera, es también la primera opción de Simeone para levantar un resultado en contra en el estreno de la Liga de Campeones contra el rival más complicado del grupo.

El tanto de Savic, después de otro balón que tocó Giménez de cabeza en el área contraria, dio paso a un partido diferente en el que no había referencias. Era un juego sin control, en el que se trataba de correr más que el contrario para llegar en ventaja al área contraria. Un partido de los que al Cholo no le gustan, pero que reanimó al Atlético hasta hacerle sentir vivo de nuevo.

Simeone cambió el equipo. Retiró a Lodi y dio paso a Vitolo. Saúl, que en muchas ocasiones se había infiltrado en la defensa para tapar las subidas al ataque del defensa brasileño, se situaba de manera definitiva como lateral izquierdo. El canario es un ejemplo de lo que le cuesta a los fichajes del Atlético hacerse un sitio en el equipo. Llegó muy presionado y a mitad de temporada hace dos años y hasta ahora no ha acabado de sentirse cómodo en el equipo. Pero ahora juega sin complejos y ha conseguido por fin la confianza de su entrenador. Y no le hace falta ser titular para eso. Aunque salga desde el banquillo juega mucho más ligero que Lemar y se convirtió en el mejor arma del Atlético para buscar el empate.

El juego se volcó hacia la izquierda y fue un disparo suyo el que más cerca estuvo de dar el empate al Atlético. Hasta que llegó el mexicano Herrera, poseído por el espíritu de Godín, para rematar la igualada con un cabezazo en el área pequeña. Los futbolistas pasan. Las costumbres quedan.