Fútbol
El secreto del éxito del Betis de Pellegrini
El veterano técnico chileno dota a los verdiblancos de una ambición y fe en sus posibilidades inéditas en la historia reciente del club
«Don Manuel es mi pastor, nada me falta». Quién iba a decirle al bético que, extático, concedía a Ruiz de Lopera todo el mérito de la victoriosa campaña de 2005, título copero y clasificación para la Liga de Campeones a costa del Sevilla, que casi dos decenios después andaría encomendándose a un tocayo suyo, un chileno apellidado Pellegrini, tan ilusionado como entonces. O más. Pero resulta que el técnico santiaguino, en su segunda temporada en el banquillo verdiblanco, ha ahormado al equipo de moda: un vendaval que arrolla por donde quiera que pasa y que no se pone techo en ninguna competición.
Porque el Betis de Pellegrini es, terminando enero, uno de los tres únicos equipos españoles vivo en todos los frentes. Disputará un apasionante cuarto de Copa en el campo de la Real Sociedad, otro que mantiene aún los tres pulsos; mira en lontananza la reanudación de la Liga Europa con un dieciseisavo de final ante el Zenit de San Petersburgo; y, sobre todo, le ha recortado cinco puntos en tres días al Real Madrid para asentarse en la tercera plaza liguera a diez unidades del líder y a seis de su vecino, al que amenaza con descabalgar del segundo puesto. Nunca los dos rivales sevillanos coincidieron tan arriba con el campeonato tan avanzado.
El secreto de este Betis piafante podría buscarse en los arcanos de la ciencia balompédica, tanto pisto que se tiran ahora con la tecnificación, pero la fórmula es más antigua que el hilo negro: varios futbolistas buenos, alguno de ellos superlativo, y un entrenador lo suficientemente sensato como para no estropear el guiso. No hay mucho más. El grueso del plantel bético que deleita a las órdenes de Pellegrini –Fekir, Canales, Juanmi, William Carvalho, Borja Iglesias, el metrónomo Guido, el supersónico Álex Moreno, recambios útiles como Tello, Guardado o Joaquín...– malvivió en la temporada 19/20 a las órdenes de Rubi, pasaportado antes del final ante una deriva que amenazaba descenso. O sea, que no es cuestionable que el primer factor de cambio haya sido la mano maestra de el santiaguino. Pero hay más, claro.
Desde su llegada a Sevilla de la mano de Pellegrini, la labor de Antonio Cordón ha sido escasa y discutible. El Betis sufre una tremenda crisis económica y dinero para fichar tiene poco, casi nada. Un escenario en el que un director deportivo no encontrará oportunidades de brillar a no ser que adopte una decisión estratégica, tal vez de grado o quizá impelido por las circunstancias del mercado, que se ha revelado fantástica. Él lo denomina «conservar el talento» y todo el mundo lo interpretó como imposibilidad de deshacerse de futbolistas con fichas altísimas por falta de compradores rumbosos en estos duros tiempos de pandemia. ¿Cómo iban a recuperarse las inversiones después de un año de desencanto y mediocridad? Así, se retocó en verano el plantel con refuerzos de coste cero o cedidos (Sabaly, Pezzella, Willian José y Bellerín, los dos últimos titulares con excelente rendimiento) y se han extendido los contratos de las estrellas para reducir el impacto de sus emolumentos en el cálculo anual del fair play financiero.
El Betis, de esta manera, no es hoy un club saneado pero sí dispone de varios futbolistas con contratos de larga duración que, visto su magnífico rendimiento, son cheques al portador cobraderos en cuanto a otro club se le antoje ficharlos. ¿Y quién no va a querer a un Canales o a un Fekir en su actual estado de forma? Mientras, los muchachos juegan como los ángeles, el Benito Villamarín copa con 45.000 enfervorizados hinchas el 75% del aforo permitido y Pellegrini, ante la pregunta de que será complicado aguantar el retorno de Atlético y Barça a la zona Champions, repregunta a su vez: «¿Cómo hace usted para predecir el futuro? Llevamos rato en la tercera plaza y queremos llegar lo más lejos posible en la Copa y en la Liga Europa». Palabra del Ingeniero. De don Manuel.
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