Eurocopa
España empieza regular: con maldición
Nuestros grandes rivales cuenta con varios cracks mundiales y nosotros no
La maldición de Tutankamón la experimentó, tardíamente, eso sí, Howard Carter. El inglés que descubrió la tumba del más célebre de los faraones allá por 1920 empezó a padecer toda suerte de patologías que degeneraron en su muerte a edad temprana. El caso es que fue el primero, pero no el único. Los óbitos prematuros, en algún caso cuasiinstantáneo, de todos los que osaron profanar sarcófagos faraónicos se sucedieron en cadena al punto que hubo un momento en el que prácticamente nadie volvió a imitar a Carter. La leyenda asegura que fue el castigo de los dioses por haber interrumpido el descanso eterno de los emperadores del antiguo Egipto. Algún que otro osado merengue sostiene la teoría de que el Covid que explotó en las manos de ese antimadridista compulsivo que es Luis Enrique por Sergio Busquets interpuesto el domingo pasado es castigo providencial por haber ninguneado al club más laureado de la historia, que por primera vez no contará con un solo jugador en el combinado nacional. Ni siquiera un Nacho que durante toda la temporada en general, y en el esprint final en particular, se ha salido del mapa. El verdadero alcance, en cantidad y calidad, del covid rojo constituye aún una incógnita por razones obvias tras varios positivos.
Sea como fuere, con Covid o sin él, no las tengo todas conmigo. Así como tras palmar el primer encuentro en Sudáfrica frente a Suiza escribí que seríamos campeones y acerté, ahora no lo tengo tan claro. Ni mucho menos. Tan cierto es que las Eurocopas se nos dan de cine (campeones en 1964, 2008 y 2012 y subcampeones en 1984) como que este equipo es una auténtica incógnita. O no. Para empezar, nos falta ese rasgo distintivo que caracteriza a todos los mejores colectivos de la historia: un guardameta. Lo disfrutamos en 1964 con Iribar y repetimos jugada en 2008 y 2012 con el mejor de la historia, ese Iker Casillas que también nos hizo campeones del mundo. Unai Simón está bien, pero no es un número uno, tres cuartos de lo mismo cabe concluir de Robert Sánchez y, desgraciadamente, David de Gea hace tiempo que dejó de ser un top 5 planetario bajo los tres palos.
Un hándicap tampoco precisamente menor es la ausencia de goleadores entre los 24 de Luis Enrique. Sólo Morata y Gerard Moreno son técnicamente unos killers del área, aunque 9 puro, lo que se dice 9 puro, sólo ostenta esa vitola el hombre que pasó del Real Madrid al Atlético antes de recalar en Chelsea y Juventus. Ahí acaba el elenco de pichichis porque Iago Aspas, Paco Alcácer, Mayoral y Borja Iglesias no figuran en los planes del tan solvente como sectario técnico asturiano.
Una de las fortalezas de esta Roja reside en una juventud que no está reñida con el éxito, ya que la base del plantel lo conforman los chavales que hace dos años se proclamaron campeones de Europa sub’21. Otra reside en su fortaleza física simbolizada por ese pelotero que nunca debió dejar escapar Zidane, Marcos Llorente, y un Adama Traoré cuyo físico más propio de un piller de rugby que de un futbolista asusta de salida a los rivales. Defensivamente me encantan Pau Torres, Azpilicueta y, sobremanera, José Gayá. En el centro del campo alucino con el talento de ese Fabián ansiado por Ancelotti para su nuevo Real Madrid y con un Pedri cuyos límites están escritos en las estrellas. La preparación física tampoco será un problema: si en algo es obsesivo y eficaz el míster es precisamente en esa faceta que puede convertir a un gran equipo en uno normal si no das con la tecla y a uno medianito en otro top si eres un crack en la materia.
Nuestras debilidades son, desgraciadamente, perogrullescas. Al ser un colectivo muy joven carecemos de experiencia internacional y, por si fuera poco, el liderazgo brillará por la ausencia de ese gran capitán que era, es y será durante mucho tiempo Sergio Ramos. Y así como todos nuestros grandes rivales cuentan con varios cracks mundiales en el plantel, nosotros no tenemos uno de verdad, ni uno de ésos que asustan al adversario sólo con poner un pie en el terreno de juego. A más a más hay que recordar que el jefe del banquillo ha efectuado tantos cambios que no hay un esquema de juego definido. Y a fuer de ser sinceros he de admitir que Francia está a años luz con dos estrellas mundiales por puesto y Mbappé, Benzema, Kanté y Pogba de grandes referentes; Portugal es otro nivel con CR7, Joao Félix, Bernardo Silva, Bruno Fernandes y el renacido Pepe; e Inglaterra, sede por cierto de la finalísima en ese marco incomparable que es Wembley, juega a mi juicio el rol de gran tapado. Kane, Foden, Mount, Sterling, Sancho y Rashford no son poca cosa. Esta selección es mejor que aquélla de Bobby Charlton que conquistó en casa el Mundial de 1966. Y ojito a la Bélgica de Courtois, De Bruyne, Lukaku y Hazard y a esos germanos cuyo proverbial poderío popularizó Lineker: «El fútbol es un deporte en el que juegan 11 contra 11 y al final siempre gana Alemania». Conclusión: o nos encomendamos a todo el santoral o no hay nada que hacer. Y ni con ésas. Dios quiera que me equivoque. Amén.
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