Opinión

Harry Kane y la elegancia del pecio inglés

Da gusto ver a esta Inglaterra por cómo juega y por cómo ha perdido. En Qatar era el equipo más atractivo hasta que chocó con el acorazado francés

Harry Kane, rodeado de compañeros después de la eliminación de Inglaterra
Harry Kane, rodeado de compañeros después de la eliminación de InglaterraAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

Desde la conspiración tory que derribó a Margaret Thatcher, faro y guía de Occidente, Gran Bretaña nos ha dado pocos motivos de envanecimiento a los anglófilos. Un cuarto de siglo de decadente vulgarización de una sociedad comodona e infantil culminaron con el ominoso Brexit y sólo la solidez de un puñado de instituciones nos permite asirnos a la esperanza de que el país de Chesterton y Adam Smith, de Churchill y Darwin, de la revolución industrial y la cultura pop volverá algún día a iluminar el mundo: la monarquía con toda su pompa, el parlamentarismo, la BBC, el código de vestimenta de Wimbledon, el toque de campana en los pubs y, por supuesto, la selección inglesa de fútbol.

Inglaterra sólo había jugado hasta el año pasado una final en su historia, la que ganó en Wembley en 1966 a Alemania Federal con un triplete de Geoff Hurst y la ayuda de Gottfried Dienst, un árbitro nada neutral pese a haber nacido en Suiza. En 2021, la Catedral londinense albergó el partido contra Italia con la Eurocopa en disputa y los ingleses, siempre apegados a la tradición, perdieron como tradicionalmente lo hacen: en los penaltis. Igual que las semifinales de 1990 y 1996, cuando los alemanes tomaron cumplida venganza derrotando, respectivamente, al equipo de Gascoigne, Waddle o Lineker y al de Shearer, Sheringham o McManaman.

Gareth Southgate era central en aquel equipo y recibió en 1998 a los «Fergie Boys», la talentosa camada que ganó la Champions para el Manchester United, pero que tampoco superó la maldición mundialista de los «Pross». En Francia, Simeone se las ingenió para provocar la expulsión de David Beckham en unos octavos que ganó Argentina y cuatro años después, tras la dulce revancha de eliminar a los argentinos en la fase de grupos, Brasil le cortó el camino en los cuartos. Formaban siempre los ingleses equipos espléndidos… a los que no alcanzaba la gloria por un detalle.

Cuando el defensa se convirtió en seleccionador, apoyado en Harry Kane, cundía la sospecha de que a Inglaterra le había llegado por fin su hora. La semifinal en Rusia le llegó algo pronto y la referida derrota ante Italia fue traumática, sí, pero al menos se había roto el techo de cristal de la final. En Qatar eran el equipo más completo y atractivo hasta que chocaron con el acorazado francés en el mejor partido del torneo. No perdieron en la tanda de penaltis, pero sí falló su capitán desde los once metros el lanzamiento que debía haber llevado a la prórroga.

Da gusto ver a esta Inglaterra, por cómo juega y por cómo ha perdido. Kane se abrazaba con Lloris, su vicecapitán en el Tottenham, donde comparten vestuario y amistad desde hace nueve años. Harry Maguire charlaba desolado con su pareja habitual Raphael Varane y el volcánico Henderson, después de repartir tres mil patadas, estrechaba las manos de todos sus rivales con los labios apretados para ahorrarnos el espectaculito lacrimógeno. Entre las hordas tatuadas y empapadas en cerveza calentorra de Newham o Croydon, asoma de cuando en cuando un elegante gentleman vestido en alguna sastrería de Savile Row. Será una de las selecciones favoritas en la próxima Eurocopa y el próximo Mundial.