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Mundial de Qatar 2022. Todos detrás de Messi a la final

Argentina derrota a Croacia con comodidad (3-0) y ya espera rival para la final. La albiceleste está preparada para conseguir su tercera estrella de campeona del mundo

Quedaban diez minutos para el final del partido cuando Dalic, el seleccionador croata, retiró del campo a Luka Modric, lo que era algo así como firmar la rendición. Asumía ya Croacia que poco podía hacer ya ante la segunda juventud de Messi y sus muchachos, que están ya en la final del Mundial de Qatar. La segunda para el «10». Su primer título, esperan todos los argentinos, los que cantan y saltan en las gradas de los estadios qataríes y los que lo miran por televisión.

Todos van subidos a la espalda de Leo, que los lleva hasta las puertas del título desde el primer partido. O desde el segundo, cuando derrotaron a México para superar la depresión de la derrota inicial contra Arabia Saudí. Messi marcó el primero contra Croacia. Un penalti exagerado provocado por el choque de Julián Álvarez con Livakovic. Pero fue penalti y gol.

No mostró esta vez el guardameta croata su facilidad para detener los lanzamientos desde los once metros. Leo lanzó arriba y fuerte, bien pegado. Imparable.

Y Argentina sintió ahí que todo comenzaba a andar. Daba igual que fueran los croatas los que tenían la pelota si el Dibu Martínez no sufría entre los tres palos. Con un gol a favor no necesitaban mucho más, pero aparecieron los muchachos que vienen detrás para acompañara a su líder. Y Julián Álvarez, el delantero del Manchester City de Guardiola marcó el segundo en un acto de fe. Una carrera desde el centro del campo en la que terminó llevándose la pelota con dos rebotes antes de marcar el segundo de Argentina.

Ningún equipo puede competir en eso con Argentina, en la fe. En su capacidad para creer en sus posibilidades. Algo en lo que influyen los miles de argentinos que animan desde las gradas al grito de «Muchachos», esa canción capaz de erizar la piel de sus futbolistas, que se encargan después de repetirla en el vestuario.

Pero más influye Messi. Los argentinos juegan y ganan porque tienen fe en su dios, aunque sea sólo el segundo en el escalafón de divinidades futbolísticas argentinas. Porque Leo, además, les responde en el campo. Da igual que tenga 35 años. Messi se ha guardado un poco de lo mejor para este Mundial, para ganar el título que le falta para ascender a los cielos. Y lo demostró en el tercer gol, cuando jugó con Gvardiol, reconocido como uno de los mejores centrales del campeonato, antes de regalar el tanto a Julián Álvarez.

Aceleró y frenó hasta desesperarlo, se lo llevó hasta la línea de fondo y cuando ya sólo quedaba una salida la encontró para dar ese pase de gol que liquidaba el partido y las ilusiones de los croatas. Un pase atrás que Julián remataba a la red y que terminaba de convencer a la albiceleste de que otra vez estaba en la final. De que la frustración de la derrota de 2014 contra Alemania en Brasil iba a tener revancha.

Croacia se quedó sin respuesta. Acostumbrada a aguantar y a decidir por agotamiento de sus rivales en la prórroga o en los penaltis –así ha avanzado en todas sus eliminatorias en los dos últimos Mundiales– Argentina le pedía que le enseñara lo que sabía hacer con la pelota. Y no supo hacer mucho.

La albiceleste se siente más cómoda así y más cuando va delante en el marcador. No es un fútbol atractivo el suyo, confía en Messi y en lo que surja, pero con eso le da para llegar a la final y esperar al rival que salga del Francia-Marruecos. Es la muestra de que el fútbol, como dijo Valdano, «es un estado de ánimo». Argentina se siente inmortal porque tiene a Messi. Y Leo se siente inmortal porque tiene a Argentina detrás. Todo un país pendiente de él para ser feliz. En otras ocasiones le ha pesado llevar todo el país a la espalda. Ahora le acompaña. Argentina se prepara ya pelear por la tercera estrella. La primera desde que murió Maradona. Dios murió, pero Dios sigue viviendo y lleva el «10».