Opinión

Mbappé era Vinicius

El brasileño tiene la cabeza razonablemente amueblada y sus virtudes, con 22 añitos, le convierten en un más que seguro futuro Balón de Oro

Vinicius fue decisivo en la victoria del Real Madrid ante el Real Betis
Vinicius fue decisivo en la victoria del Real Madrid ante el Real BetisAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

Corría el minuto 33 de la primera parte del Real Madrid-Betis cuando Vinicius jr. recibió una asistencia en esa banda izquierda en la que es el auténtico rey. Un buen balón, pero demasiado potente, tan potente que los 68.000 espectadores dimos por hecho que no lo alcanzaría. Pero su velocidad y su afán son tales que acabó controlando el esférico dejando boquiabiertos a los rivales. La jugada quedó en nada porque no había en el área un solo compañero para recibir, pero el esprint fue tan sobrenatural que recibió una sonora ovación. Fue como el Raúl de los mejores tiempos, que jamás daba por perdida una oportunidad por imposible que pareciera. Corría, corría y corría como si no hubiera un mañana poniendo raza y talento donde el físico no llegaba. La diferencia entre Vini y el mítico 7 madridista es que mientras el uno alcanza una velocidad punta de 38,5 kilómetros por hora –sólo superado entre los futbolistas profesionales por los 39,2 de Mbappé–, el otro apenas estaba en los 31 ó 32.

El debate de los últimos años en el fútbol español en general y en la órbita madridista en particular fue el fichaje de Mbappé que acabó degenerando en no fichaje. La cosa estaba tan caliente, más que nada porque tal y como se ha contado hasta la saciedad el chaval había dado su palabra a la Casa Blanca, que el parisino se convirtió en un jugador más de la plantilla en el imaginario colectivo. Lo mismo que sucedió con Cristiano en los dos años (2007-2009) que transcurrieron entre el runrún y la formalización de su transfer, pero con final triste. Así como el de Madeira dijo «firmaré» en 2007 y firmó en 2009, el de Bondy se pasó la palabra dada por el arco del triunfo tras una oferta, 200 millones netos por temporada, que demuestra que el fair play financiero es una filfa.

El madridismo quedó sumido en una profunda depresión cuando el tercer sábado de mayo, tal y como había anticipado 24 horas antes Okdiario, la estrella de Francia dejó plantado al mejor equipo de la historia. Los siete días transcurridos entre el anuncio de la renovación del extremo del PSG y la final de la Copa de Europa fueron un auténtico vía crucis para la cúpula merengue, entre otros motivos, porque nadie entendía que algo que estaba hecho y requetehecho se fuera al carajo en diez días por culpa de unos padres más avariciosos que el protagonista de la obra de Molière y un niño más flojo mentalmente de lo que se nos antojaba cada vez que le escuchábamos. Tanto que todo el mundo daba por hecho que o la entidad de La Castellana conquistaba la Copa de Europa o entraría en una crisis de proporciones bíblicas. Lo mismo, por cierto, que se vaticinó con la victoria que finalmente terminó en no victoria del Atlético sobre el Madrid en la finalísima de Lisboa. Y así como allí fue el gran Sergio Ramos el que obró el milagro, en París el rol lo desempeñaron ese portero cuasiinfalible que es Courtois y un Vinicius que metió el tanto que nadie esperaba tras colarse sigilosamente por la banda izquierda mientras la pardilla defensa del Liverpool centraba la mirada en el carrerón de Valverde. Lo cual demostró que nadie es imprescindible, tampoco Mbappé, que quedó eliminado en octavos, y que el brasileño nada tiene que envidiar al francés. Ni muchísimo menos. Sus 22 goles de la pasada temporada son bastante menos que los 34 de Mbappé, cierto, pero no lo es menos que la Ligue 1 es una broma de mal gusto al lado de la Liga.

El sombrerito que le hizo al portero del Betis, Rui Silva, en el primer gol blanco fue para enmarcar. Lo mejor de todo es que no es un brasileño al uso de ésos que se salen del mapa dos temporadas y acaban en la cuneta de la historia por su afición a ese Madrid la nuit que tantos jugadores de élite malogró. Todo lo contrario: tiene la cabeza razonablemente amueblada. Es más: sus problemas de puntería los ha resuelto en apenas año y medio ensayando disparos a puerta en solitario en Valdebebas, muy al estilo de ese Drazen Petrovic que cuando terminaba el entrenamiento se metía una ración de 1.000 tiros libres. Todo lo cual, unido a sus 22 añitos, hace presagiar que estamos ante un más que seguro futuro Balón de Oro. Conclusión: el fichaje estrella no era Mbappé, era Vinicius.