Real Madrid

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1-4. La vida empieza hoy

Los de Zidane firman en Valencia su partido más serio y consiguen un resultado esperanzador para afrontar el resto de la temporada

El centrocampista alemán del Real Madrid Toni Kroos celebra con su compañero Cristiano Ronaldo la consecución del cuarto gol de su equipo ante el Valencia
El centrocampista alemán del Real Madrid Toni Kroos celebra con su compañero Cristiano Ronaldo la consecución del cuarto gol de su equipo ante el Valencialarazon

Los de Zidane firman en Valencia su partido más serio y consiguen un resultado esperanzador para afrontar el resto de la temporada

A tiempo aún, el Real Madrid se presentó en Mestalla y de un plumazo se quitó cuatro meses de encima. Contra el Dépor,hace una semana, protagonizó la goleada de la temporada, pero frente al Valencia se llevó el partido más importante en lo que llevamos de curso. Por fin, en un partido duro, contra uno de los rivales más temibles del campeonato, el equipo de Zidane se mostró firme atrás, goleador delante y con sus jugadores principales encendidos, sobre todo Marcelo, al que tanto ha echado de menos. Ha sido una de las bajas de forma que han hecho cojear al resto durante tanto tiempo y que, sin embargo, ayer dio una exhibición de lo que es un lateral decisivo. Participó en tres de los cuatro goles, a la contra o en jugada de combinación, imparable para un Montoya, que bastante tenía con ocuparse de sí mismo como para ocuparse de un jugador sobresaliente, pero por desgracia para el Madrid, demasiado irregular hasta ahora.

Ojalá para los de Zidane que eso sea pasado, que la mala forma de Marcelo sea una pesadilla que se deja atrás y ojalá para el francés que su grupo pueda mirar hacia el futuro con la base del encuentro frente a los de Marcelino.

Contra el Leganés, quizá en uno de sus errores más graves desde que está en el banquillo, interrumpió la buena cara que había mostrado el grupo frente al Dépor y apostó por su segunda unidad, quizá por última vez. Un accidente, de acuerdo, aunque sumaba a los que han venido ocurriendo. Como ya no pueden suceder más, para recuperarse, para ir tomando cuerpo, ánimo y llenar de esperanza un depósito vacío, el entrenador francés regresó a sus principios.

En sus primeros meses en el banquillo blanco, después de una dolorosa derrota contra el Atlético en el Bernabéu, Zidane decidió que prefería un equipo seguro a uno atrevido y empezó a construir al Madrid desde atrás, haciéndolo compacto y fiándose de sus hombres de ataque y de sus futbolistas de banda. Con el paso de los meses y de la victorias, con la aparición de Isco, fue cambiando, poco a poco, de manera de pensar y de jugar, pero tras los últimos meses y con la recuperación de todos sus delanteros, ha vuelta a la fórmula primigenia, la que le asentó en el banquillo y la que necesita ahora para asentarse, otro vez en estos días previos al choque de la Champions.

Con los tres de ataque, con Isco lesionado y con Asensio para el final, para que conectase con Marcelo, el Madrid jugó con seriedad frente a un rival en tensión y que se preocupó demasiado del árbitro. Bien resguardado el equipo madridista y con un Keylor Navas seguro, aguantó la presión de Kondogbia, el mejor de los suyos en la primera parte. Fue un Madrid de balones cruzados al área y de salir rápido, un conjunto infalible. En la primera contra buena, Marcelo, Benzema y Cristiano Ronaldo construyeron la jugada y Montoya fue al bulto para hacer penalti. También fue al bulto en un centro de Bale, que iba a rematar Karim, pero el lateral valencianista le arrolló. Dos penas máximas que dieron una ventaja que no se esperaba de un Madrid convaleciente, como era el que llegaba al campo del Valencia. Pero en la primera mitad no dio esa impresión. Sin necesidad de tener el balón, dio la impresión de dominar el ritmo del encuentro. Eso es de equipo experimentado y tampoco necesitó crear grandes o muchas ocasiones para adelantarse en el marcador. Al contrario del equipo que remataba y remataba para acabar desesperado.

Sin Guedes y con Carlos Suárez en la segunda mitad, el Valencia empezó a crecer y confundió al Madrid. Lo pasó mal el conjunto de Zidane, sin el control, perdiendo la pelota rápido y sin recuperarla como antes del descanso. Como sin fuerza. Modric y Kroos, que habían movido bien al equipo, pasaron por una pequeña depresión, agobiados por el impulso local. El Madrid empezó a achicar agua, aguantando cómo pudo. Mestalla estaba en tensión y Santi Mina remató incomprensiblemente un saque de esquina rodeado de rivales.

Fue un mal momento, esos minutos en los que se hacen presentes todos los fantasmas del pasado, todos los partidos que se le han escapado a los de Zidane. Es un equipo frágil, el rival acosaba y no le dejaba salir. Zidane quitó a Bale para poner el pulmón de Lucas Vázquez y más tarde dio paso a Asensio para jugar sin Benzema.

Y quizá por primera vez este año, el Real Madrid aguantó. Sufrió, aprendió a sufrir sin recibir más goles de la cuenta y se vio vivo, entero y feliz. Ahí estaba Marcelo, que había recuperado el aire: se juntó a Asensio y formaron un pequeña fiesta por el lado izquierdo. Era Mestalla, era el Madrid y llegó a los cuatro goles. Llámalos esperanza.