C.D. Leganés

La estrella está en el banquillo

Asier Garitano vive en el centro de Leganés como un pepinero más. «La gente ya me va conociendo», asegura, y confiesa que «en Segunda no tenía despacho; ahora, tampoco»

Asier Garitano durante su etapa como entrenador del Leganés.
Asier Garitano durante su etapa como entrenador del Leganés.larazon

Asier Garitano vive en el centro de Leganés como un pepinero más. «La gente ya me va conociendo», asegura, y confiesa que «en Segunda no tenía despacho; ahora, tampoco».

Garitano apareció en la sala de prensa del Bernabéu con la misma tranquilidad con la que unos días antes paseaba por el centro de Leganés camino del mercado. Faltaban unas horas para que el sorteo de los cuartos de final de la Copa del Rey les cruzara con el Real Madrid, pero como el equipo ese fin de semana no jugaba hasta el lunes, un viernes al mediodía había lugar para esa normalidad desde la que el técnico ha alcanzado el éxito.

No hay ni rastro de excentricidad en Asier, que según confesaba a LA RAZÓN, «en Segunda no tenía despacho y ahora, tampoco». No le gusta mucho que se hable de «garitanismo», que vendría a ser el método del entrenador revelación de las últimas temporadas. Un vasco al que le gustaba más la pelota a mano que el fútbol, pero que finalmente se decantó por jugar con los pies en la cantera del Athletic y ahora, por pensar desde el banquillo. En junio de 2013 el «Lega» no encontraba el camino para salir de Segunda B y buscaba técnico. Sobre la mesa apareció el nombre de Asier, que tenía alguna oferta más. Aquella reunión con la presidenta, María Victoria Pavón, y con el director deportivo, su hijo Felipe Moreno, en la Plaza Mayor de Madrid fue el comienzo de todo. El contrato no se firmó en ese momento, pero el club, después de levantarse de la mesa, le dijo que si lo quería, el puesto era suyo. Finalmente lo fue y el resto es, simplemente, la época dorada de un club modesto a punto de cumplir noventa años de historia.

Garitano nunca había pisado Leganés, y en principio era sólo su siguiente lugar de trabajo, como antes lo fueron Alcoy, Orihuela o Castellón. Ahora es el gran ídolo de una afición que lo adora y que ha ido creciendo en número al mismo ritmo que el club en organización e imagen. No hay un nombre que se grite más que el del entrenador cuando se leen las alineaciones por megafonía, porque, aunque a él le sonroje escucharlo, es el gran responsable de todo lo que está sucediendo en Butarque.

Vive en el centro de la ciudad, nada de Pozuelo o Majadahonda, y ahora tarda más en llevar a su hija al colegio o ir a por el pan, porque «la gente ya me va conociendo». En los tiempos de Segunda B pasaba inadvertido para la mayoría de los leganenses, pero después de subir a la Liga Santander y llegar a las semifinales de la Copa del Rey, esto es imposible.

Nada más ganar al Madrid en el Bernabéu se reafirmó en que el día más importante con el Leganés fue el del ascenso a Segunda División B en Hospitalet, porque sin aquello, nada del resto sería posible. Su objetivo no es sólo ganar partidos con el «Lega», va más allá, busca cambiar la mentalidad del club, enseñarlo a pensar como un grande sin perder la humildad. Uno de sus mantras es intentar hacer más cosas bien que mal y situarse, con el trabajo, lo más cerca posible de ganar. Después, si se dan una serie de circunstancias, sucede que el Leganés derrota por primera vez al Madrid y además en Chamartín.

No le gustó que la afición y los futbolistas celebraran la permanencia el año pasado («esas cosas empequeñecen a un club») y no utiliza frases dramáticas para referirse al logro de llegar a las semifinales de la Copa eliminando al Villarreal y al Real Madrid. Él trabaja para convertir en realidad lo que hace tiempo sólo era un sueño inalcanzable. Algunos hinchas veteranos le agradecían hace dos veranos haberles permitido ver a su equipo en la élite, algo que no esperaban ver jamás. Él les contestaba con timidez y seguía con su paseo y con su método, que va partido a partido. El siguiente, es hoy en Butarque contra el Sevilla. Otro día para hacer bien el mayor número de cosas posibles y, quién sabe, si acercarse a la siguiente cumbre del «garitanismo».