Ciclismo
Vingegaard tira de orgullo para defender el maillot amarillo del Tour
Resiste los ataques de Pogacar en Saint Gervais. Carlos Rodríguez mantiene el podio. La etapa fue para Wout Poels
A veces, uno tiene que sacar el orgullo y el poderío simplemente para demostrar por qué es el líder, recordarle a todo el mundo que es el patrón. Decir sin palabras que es quien manda. Eso hizo Vingegaard en la subida a Saint Gervais, una cima de postal desde la que asomarse al impresionante Mont Blanc y toda su majestuosidad. Tanta y tan grandiosa como la que se vive en este Tour de Francia día sí y día también. Una locura de espectáculo que nadie sabe cómo acabará, que ningún mortal se atreve a pronosticar quién es más favorito que el otro, pero en el que hay una cosa segura: quien comanda es Jonas Vingegaard y ayer exhibió su solidez para recordarle a todos, y especialmente al equipo UAE Emirates de Tadej Pogacar que va a vender muy cara su piel amarilla.
Pero pronosticar a día de hoy quién va a ganar este Tour 2023 es una empresa prácticamente imposible. Cualquiera de los dos puede. Cualquiera será un justo y gran vencedor cuando todo esto termine. Es el Tour más abierto, impredecible y justo que se recuerda. De hecho, hay que remontarse a los tiempos de Federico Martín Bahamontes, en el año 1959, como la última referencia que se conoce de tener la carrera tan apretada a una semana para el desenlace final.
Y emocionante también. Ayer el combate podría decirse que fue nulo en la despedida de la carrera de los Alpes. En realidad fue una exhibición de poderío por parte de Jonas Vingegaard, que tuvo que luchar contra tres UAE Emirates en el final de la subida a Saint Gervais. Marc Soler, que iba en la fuga de la que resultó Wout Poels vencedor, Adam Yates, espléndido tirando de su líder, y Tadej Pogacar, su sombra y su pesadilla. La guerra en Saint Gervais fue de solidez defensiva más que de ciclismo de ataque. Pogacar envió por delante a Yates a falta de dos kilómetros. Le dijo que se marchara. Un órdago a Vingegaard, solo ya y con la vitola en las espaldas de que cada día, a cada etapa montañosa, le araña segundos. Diez les separan solamente.
Pero ayer Vingegaard tiró de orgullo e inteligencia y no se dejó comer más terreno. Ya le tiene tomada la medida a Pogacar. Sabe de su arrancada salvaje, la que le ha costado tiempo en varias etapas. Es cuestión de aguantar, de ser más fuerte que el dolor. Qué fácil parece. Ayer el danés lo hizo. Demostró por qué es el líder de este Tour de Francia a falta de tres etapas decisivas. Con sangre fría, dejó hacer a Adam Yates cuando se largó, no quiso entrar en esa provocación. Sabe a qué juega, a ganar este Tour de Francia.
Ideas claras. Pasó al comando, pedaleaba hacia delante pero mirando en otra dirección. A su cogote, a las espaldas. Donde tiene pegado a Pogacar. Eso es lo único que Vingegaard debe vigilar. Su retaguardia. Pogacar le puso contra las cuerdas, esta vez de verdad, porque quería el liderato para salir el último en la crono de 22 kilómetros que el martes, tras la segunda jornada de descanso, arrojará algo de luz sobre quién tiene más papeletas de llevarse el Tour más bello de la última década. Pero Vingegaard no se dejó.
Supo defenderse, aguantar el dolor de piernas de la arrancada del esloveno y entrar con él en meta. Tablas. Y por detrás un Carlos Rodríguez que hizo el amago de atacar al inicio del último puerto y que, a pesar de la borrachera de emoción del sábado, demarró y supo poner su ritmo aunque Adam Yates le ha recortado distancias. «Tenía buenas piernas, pero no tanto como los otros tres. He puesto mi ritmo como siempre, porque ellos tienen un punto más y no me veía con fuerza para seguirlos», contó el andaluz. El inglés del UAE ya está a 19 segundos. «No sé si será él mi rival o Jai Hindley, sólo sé que tengo que seguir luchando a tope e intentar estar lo más adelante posible», cerraba el español.
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