Ciclismo
Pogacar saca su lado salvaje en el Tour
El esloveno ataca desatado sobre la cima del Colombier, donde se impone Kwiatkowski, y araña ocho segundos a Vingegaard. El danés ya solo cuenta con nueve de ventaja frente al fin de semana alpino que se avecina
Dice Carlos Rodríguez al sobrepasar la cima del Grand Colombier, cansado, con una quincena de segundos perdidos en su búsqueda del podio frente a Jai Hindley, que Pogacar y Vingegaard «parece que van jugando a un videojuego y que no les duelen las piernas». Y es una tortura sólo ver al esloveno, bajo el sol atronador que aún no ha derretido, por suerte, las nieves del Mont Blanc visto a la lejanía, arrancar como un loco a falta de 500 metros, mantiene la bravura a la par que el órdago que está echándole otra vez a Vingegaard, que de inmediato trata de secarle pero tiene que claudicar, que en el ciclismo es ese instante en el que hay que buscar el sillín y sentarse. Ver los toros desde la barrera.
La suerte de Vingegaard ayer es que todo eso pasó a sólo 500 metros de la meta, pues en tan poco espacio Pogacar le sacó cuatro segundos, más otros tantos de la bonificación por haber sido tercero en la etapa. Ya le ha dado otro mordisco al líder que lo deja a tan solo nueve segundos del amarillo. Así, dentellada a dentellada, Pogacar se está comiendo al patrón del Tour, actúa ya casi como si él lo fuera. Este viernes lo quiso dejar claro desde el principio. Mandó a sus hombres a endurecer la carrera camino del Grand Colombier, el techo del macizo del Jura, la puerta de entrada a los Alpes que llegan hoy. Era 14 de julio, fiesta nacional en Francia. Banderas y gentío a cada kilómetro. Los ciclistas franceses quisieron honrarlo. Quentin Pacher y Pierre Latour se metieron en una fuga de veinte. Por allí caminaba también Kwiatkowski, que viendo cómo se estaba planteando la jornada por detrás, «ni pensaba en tener ninguna opción de luchar por la etapa». Él, que de victorias hace tiempo que se olvidó, pues sus piernas las entrega a sus líderes, ahora a Carlos Rodríguez y a Pidcock en el Ineos, vio cómo el UAE Emirates de Pogacar tiraba pero no los cazaba.
Así que se lanzó a por la etapa, que firmó suya. Justo cuando celebraba su triunfo, apenas quinientos metros por detrás, Pogacar se desataba, salvaje, con un ataque que duelen las piernas sólo de verlo. Descomunal y hambriento. Canino de este Tour en el que quiere reconquistar su trono. Ocho segundos de botín encontró y, otra vez, el triunfo moral de haber vuelto a soltar a su máximo rival a las puertas de un fin de semana sideral.
Este sábado esperan cinco puertos, el último el Joux Plane antes de tirarse a tumba abierta hacia Morzine y el domingo el Forclaz de Montmin, el Croix Fry, el Aravis, Amerands y la subida final hasta Saint Gervais. Que sea una gran fiesta.
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