Ciclismo

Pogacar se desploma y Vingegaard sentencia el Tour

Jonas Vinegaard sentencia el Tour en el terrible Col de la Loze y manda a Pogacar, desencajado y vacío, a siete minutos y medio en la general. Carlos Rodríguez sufre y se aleja del podio

Courchevel (France), 19/07/2023.- Austrian rider Felix Gall of AG2R Citroen Team wins the 17th stage of the Tour de France 2023, a 166kms race from Saint-Gervais Mont-Blanc to Courchevel, France, 19 July 2023. (Ciclismo, Francia) EFE/EPA/MARTIN DIVISEK
Tour de France 2023 - Stage 17MARTIN DIVISEKAgencia EFE

El sonido filtrado por la radio que llega al coche del equipo UAE Emirates en plena ascensión al criminal Col de la Loze es absolutamente demoledor: «I’m gone. I’m dead». Es Tadej Pogacar, o más bien un fino hilo de su voz. Lo que le queda para decir lo que siente. «Estoy vacío, muerto». Y ahí, justo en ese instante, se acaba todo, si es que no se había acabado ya antes, el martes con el hachazo tremendo que Vingegaard le asestó en la contrarreloj. Pogacar no puede más. Explota. Vacío, desencajado y a trompicones pedalea, ensangrentado de la rodilla con la que ha tocado el suelo al inicio de la etapa. El Jumbo-Visma huele la sangre y quiere hacer más daño, dar la estocada final a este Tour que ya tiene el nombre de Vingegaard como dueño y señor. Si es que algún día dejó de tenerlo. Y se hunde Pogacar y todo se acaba ahí, porque el maillot amarillo del danés se marcha, lo pierde el esloveno de vista para siempre.

Como escala casi todos los puertos sin gafas que le oculten el rostro, a Pogacar se le puede ver la expresión rota, moribunda. Los ojos se le hunden en dos cuencas que parecen dos pozos oscuros. No hay nada. Ni un gramo de fuerza que sacar al ciclista campeón que es Pogacar, tan poco acostumbrado a verse en la dimensión del perdedor absoluto, del derrotado. A partir de ahí, subir hasta el Col de la Loze y llegar después a Courchevel se va a convertir en una misión de supervivencia para él que por momentos parece que no va a cumplirse. Porque Vingegaard, poderoso se alza sobre la bicicleta, manda a sus chicos que endurezcan todo lo que puedan en esas rampas del Col de la Loze, el techo del Tour con sus 2.304 metros de altitud. Hay que subir mucho para llegar hasta allí, por eso el asfalto por momentos parece vertical, con sus tramos al 20 por ciento que no aflojan. Un castigo para Pogacar, una pista de despegue para el majestuoso Vingegaard. Courchevel, donde llega la etapa que destroza el Tour, es en realidad un «altiport». Un aeropuerto en pequeño y en alto, vamos. Ahí arriba aterrizan los ricos turistas que llegan en avión a la estación de esquí para deslizarse después por sus laderas. Así llegó Vingegaard. Como un avión. Más de cinco minutos le metió en la meta. Un castigo descomunal.

El lunes, cuando el Tour descansaba antes de la crono, ambos estaban separados por diez segundos. La diferencia más escasa de los últimos años. Hasta ayer, el Tour de este siglo XXI ganado con mayor diferencia era el de Nibali, cuando en 2014 dominó en París con 7:37 sobre Peraud. Ahora Pogacar está ya a 7:35 en la general. Vingegaard despliega sus alas amarillas y vuela solo por el Col de la Loze. Recoge a su compañero Benoot, a quien había mandado en fuga para hacerle unos metros. Quiere la etapa, pero una moto bloqueada en plena rampa tapona al coche de la dirección de carrera. El líder del Tour tiene que echar pie a tierra. Eso le da oxígeno a Felix Gall, el austriaco del Ag2r que con un valiente ataque desde la escapada se corona vencedor. No importa. Cuando entra en meta, Vingegaard se besa el anillo en el dedo, igual que hizo el martes al ganar la contrarreloj. Esta vez no ha alzado los brazos pero lo de este miércoles en Courchevel es como una victoria. Ya tiene más de medio Tour en el bolsillo.

Los demás llegan a la cima en la que Lance Armstrong se rindió ante el talento de Alejandro Valverde allá por el 2005 como pueden. Llega Carlos Rodríguez, expiando el último aliento. Los cinco segundos con los que había partido en desventaja respecto a Adam Yates se han convertido ahora en 1:16. El podio se aleja. «Tenía las piernas reventadas desde el principio, ha sido una etapa de sufrir y agachar la cabeza», se sincera el andaluz en meta. El mismo gesto con el que poco después entra Pogacar. Cabeza gacha, hundido y derrotado a más de cinco minutos de Vingegaard. Cuando todo ya se ha acabado.

Pogacar: "No sé qué me ha pasado"

Cuando Pogacar cruza la cima de Courchevel, toda su gente le rodea. Primero Marc Soler, que no le ha dejado solo en ningún momento del final de etapa. Después su masajista, el jefe de prensa del equipo, varios compañeros, también está su novia que no se despega. Todo son abrazos y consuelos, pero hay un momento en el que el ciclista se queda solo, justo antes de recibir el premio en el podio al mejor joven. Ahí, mientras espera en la parte trasera de la zona protocolaria, se encuentra Pogacar, cara a cara con la derrota que él representa en la más absoluta soledad. «Estoy tremendamente decepcionado, ha sido uno de los peores días en bici de mi vida», reflexiona.

«No sé qué me ha pasado, llegué al final de la subida realmente vacío. Me alimenté bien, pero está claro que la comida no llegó a mis piernas». Una pájara que llegó tras sufrir una caída en los primeros compases de la etapa. «La escapada se formaba y estaba entre los primeros, pero el de delante frenó y cambió la trayectoria. Toqué su rueda y me caí. No sé muy bien qué pasó». Día negro. Ya sólo quiere mirar hacia adelante: «Si me recupero de esto buscaré la victoria de etapa el sábado en Le Markstein, porque quiero ofrecérsela al equipo», prometió. Durante todo el Tour, Tadej comparte habitación con el catalán Marc Soler, que también habló tras el hundimiento del esloveno. «Todo el mundo puede fallar y se ve que es humano. Nos tiene mal acostumbrados a hacer exhibiciones, pero todos podemos tener días así. Yo soy el primero que un día estoy delante y cuatro no. Cuando he llegado hasta él le he dado agua todo el rato y me decía que iba mal, que estaba dando el máximo para intentar perder el menor tiempo posible». Soler tuvo que echar mano del freno para ralentizar su marcha y esperarlo.

La única nota positiva en el seno del UAE Emirates fue Adam Yates, que se afianza en el tercer cajón del podio en detrimento de Carlos Rodríguez y su director, «Matxin», apela al espíritu de grupo para mantenerse así hasta París: «Ha habido un momento en el segundo puerto que no tenía buen feeling. Hemos cambiado el plan de intentar atacar. Pasar por mantenernos y mirar al podio. Después de lo que ha pasado, es la cruda realidad».

El técnico se conjura en la unión del equipo para que aporte la fuerza moral que necesitan tras el mazazo: «Hay que darle a Pogacar todo el soporte. En los momentos malos es cuando se conoce a las personas. Y hay que estar a su lado. El equipo y la atmósfera es extraordinaria. Siempre la hemos creado para ser fuertes como colectivo.