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Puy de Dome, el volcán en el que Arroyo y Perico cambiaron el ciclismo español

El Tour de Francia llega este domingo a la mítica cima volcánica y privada, donde se espera otra batalla entre Pogacar y Vingegaard

Ángel Arroyo, en la cronoescalada en el Puy de Dome en el Tour 1983
Ángel Arroyo, en la cronoescalada en el Puy de Dome en el Tour 1983Facebook

El Puy de Dome, en pleno Macizo central francés, es un volcán inactivo. Lleva 35 años dormido, desde que en 1988 el Tour lo visitó por última vez. Esta tarde volverá a entrar en erupción. 13 kilómetros de subida con una pendiente media que supera el 7% y unos cuatro kilómetros finales terribles, con un porcentaje que no baja del 12%. Se escucharán explosiones, sobre todo porque será una subida fantasma. Desierta. Sin público.

El Puy de Dome lo tiene todo para denominarla una montaña mágica. Un cráter muerto, taponado ya por la verde vegetación. Una montaña de propiedad privada. Es por eso que el Tour no puede permitirse que el público cope sus cunetas. Tampoco podrán acceder los periodistas acreditados por su cuenta y las entrevistas en meta estarán prohibidas. A todos los equipos se les ha advertido ya que sus ciclistas, nada más cruzar la línea de meta tienen la obligación de darse la vuelta y bajar.

Por eso el Tour apenas lo visita. Trece han sido solamente las ocasiones en las que se ha ascendido. De ellas, en cinco ocasiones ha ganado un ciclista hispano y una más, la última, ha liderado la carrera uno de los nuestros: Pedro Delgado, en el Tour de Francia que ganó. El primero fue Bahamontes en 1959, después Julio Jiménez en 1964 a quien siguió Luis Ocaña en dos ocasiones, 1971 y 1973 en el que como Delgado, vestía de amarillo. Es el volcán de los españoles

La más icónica y recordada fue la penúltima, la del Tour de 1983. Aquella tarde marcó un antes y un después en la historia del ciclismo español cuando Ángel Arroyo se impuso en la cronoescalada que acababa en la cima del Puy de Dome seguido por Pedro Delgado. Un tremendo éxito del entonces humilde equipo Reynolds que vagaban por el Tour hasta esa etapa creyéndose ciudadanos de segunda, ninguneados por los rivales, y con aquel golpe se convirtieron en el centro de todas las miradas.

La noche anterior tras la cena fueron a verlo y casi se quedan a mitad de la subida. La valla de acceso a la montaña privada que es el Puy de Dome estaba cerrada. Y el vigilante no les dejaba pasar. Justo delante del coche conducido por José Miguel Echávarri paró una furgoneta que subía cargada de barras de pan. Aprovecharon que el vehículo sí tenía permiso para acelerar y pasar antes de que la barrera se bajase y poder así ver el coloso al que al día siguiente iban a enfrentarse y que cambiaría el destino del ciclismo español.

“Tenía pánico porque era durísimo”, recuerda Arroyo, “llevaba un sufrimiento a atroz. Cerraba los ojos porque parecía que así las piernas me dolían menos”. Este domingo el Puy de Dome espera de nuevo al ciclismo español para hacerle entrar en erupción.