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Tenis

Rafa Nadal da un consejo para ser feliz a quien se queda sin objetivos: "Levantarme sin..."

El ex tenista ha explicado como es su vida ahora que se ha retirado y cuáles son sus motivaciones

Rafa Nadal y Mery Perelló EUROPAPRESS

Rafa Nadal ha convivido siempre con la presión, la exigencia y los grandes escenarios. Su vida estuvo marcada por los viajes, los entrenamientos diarios, la competición constante y la necesidad de superarse en cada punto. Ahora, tras su retirada, se encuentra en un territorio desconocido: una vida sin raquetas ni estadios llenos, sin títulos en juego y sin la adrenalina de la competición. Una vida, en sus propias palabras, “sin grandes objetivos” a la vista inmediata, aunque con la certeza de que, como siempre, sabrá reinventarse.

“Es un poco difícil decidir cuál es el día a día, porque no hay una rutina como había antes. Antes me levantaba con despertador. Ahora tengo un niño que me despierta a las siete, más o menos”, confiesa Nadal, en el podcast de NDL Pro Health, que buscaba recaudar fondos para la Fundación Rafa Nadal y la Fundación Cantabria Labs.

Nadal, entregado al cardio

El deporte, sin embargo, sigue siendo parte inseparable de su identidad. Aunque ya no tenga que preparar la temporada de tierra batida o los grandes torneos del circuito, Nadal no concibe su vida sin entrenar. “Estoy haciendo gimnasio tres veces a la semana. Cardio, fuerza y rutinas básicas de cuando jugaba para proteger las rodillas y los hombros. Si lo dejo para última hora, siempre hay excusas. Prefiero empezar el día sabiendo que ya he cumplido”. El hábito de la disciplina persiste: Nadal sabe que cuidar su cuerpo no es solo cuestión de estética, sino una forma de preservar la salud después de tantos años de exigencia física. Sus rodillas y sus hombros, castigados por más de dos décadas de tenis profesional, necesitan atención constante.

Menos estricto con la comida

En lo que sí ha cambiado es en la relación con la comida. Durante su carrera, la dieta era parte del compromiso con el alto rendimiento; ahora, sin la presión de los partidos, puede permitirse ciertos caprichos que antes eran excepción. “Me gusta mucho el chocolate. El de leche, con almendra… con todo lo que pueda ser”, admite con naturalidad, casi como un niño que se deja tentar por un placer cotidiano. Esa confesión muestra a un Nadal más relajado, menos rígido, pero igualmente consciente de que su bienestar requiere equilibrio. Por eso recurre a suplementos que le ayudan a mantener la energía y a cuidar las articulaciones. “Los suplementos me ayudan a sentirme bien, me dan esa sensación de energía. Y con las articulaciones, es clave”, explica.

Esfuerzo mental

Lo más complejo de esta nueva etapa, reconoce, no tiene tanto que ver con el físico como con lo mental. La vida de un deportista de élite se articula alrededor de grandes metas: ganar un torneo, recuperarse de una lesión, escalar en el ránking. La motivación es casi automática. Sin embargo, al retirarse, esa brújula desaparece. “Levantarme sin tener algo que hacer no me funciona. Necesito objetivos. Esforzarme es lo que me da la felicidad”, confiesa. En esas palabras se resume quizá el mayor desafío que afronta: encontrar nuevos retos que le den sentido a su día a día.

Esa búsqueda no es fácil. Nadal ha sido, durante años, el ejemplo de la constancia y la competitividad llevadas al extremo. Ganó 22 Grand Slams, luchó contra lesiones que hubieran retirado a cualquiera, y mantuvo siempre un nivel altísimo en la pista. Ahora el escenario ha cambiado, pero la esencia permanece: Nadal no entiende la vida sin esfuerzo. Y aunque esos esfuerzos ya no se midan en puntos o sets, sí pueden tomar otras formas. Desde su papel como padre hasta su implicación en proyectos personales y profesionales, el mallorquín se enfrenta a un aprendizaje distinto: cómo canalizar la energía que antes volcaba en el tenis hacia metas nuevas.

El propio Nadal admite que nadie prepara al deportista para este tránsito. No hay manual de instrucciones para pasar de la cima del deporte a una vida sin competiciones. Se trata de un proceso de adaptación lleno de preguntas y descubrimientos. Pero si algo ha demostrado en toda su carrera es su capacidad de lucha, su resiliencia frente a la adversidad y su inteligencia para encontrar soluciones en los momentos más complicados.