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Europa, ante el coronavirus: ganadores y perdedores de la guerra Norte-Sur

La «triple red de seguridad» no contenta ni a los «halcones» ni a las «palomas». Tras varios fracasos, el Eurogrupo pacta una ayuda «light» para auxiliar a los grandes damnificados por el coronavirus

Este pasado jueves los ministros de Economía y Finanzas de los Veintisiete aprobaron un paquete por valor de 540.000 millones de euros en créditos blandos con una triple red de seguridad: 430.000 millones de euros disponibles a través del fondo de rescate (MEDE); 100.000 millones del programa SURE para financiar los ERTES, con el objetivo de evitar la pérdida de puestos de trabajo, y que se movilizarán a través de las garantías del presupuesto europeo y 200.000 del Banco Europeo de Inversiones para auxiliar a las pymes.

¿Esto significa que los socios europeos han rescatado a Italia y España?

No, por el momento, y puede que nunca tengan que hacerlo en estos términos. La zona euro pone a disposición de los países que lo necesiten hasta 2% de su PIB (unos 24.000 millones en el caso de España) a través del MEDE, el fondo que ya se utilizó en la pasada década para salir al rescate de los países en apuros ya que no podían financiarse en los mercados financieros debido a su alto endeudamiento. Aunque el principio sigue siendo el mismo, en esta ocasión se utilizarían líneas de liquidez precautorias en caso de que el país lo solicite. La gran diferencia es que sería a cambio de una condicionalidad «light» que no implique ni la visita de los hombres de negro, la tan temida «troika», ni contraprestaciones como recortes, retraso en la edad de jubilación o privatizaciones. La acción del Banco Central Europeo en el mercado de deuda hace que, en estos momentos, ni Roma ni Madrid se estén planteando esta opción. Esta línea de crédito estará disponible dentro de dos semanas.

¿Qué se entiende exactamente por condiciones «light»?

Ésta ha sido precisamente la dura pugna entre Roma y La Haya. Según reza el texto de conclusiones de ayer pactado al milímetro, «la única condición» reside en que los países que soliciten esta línea de liquidez deben hacerlo para apoyar la financiación «directa o indirecta del sistema de salud, la cura y la prevención» en la lucha contra la pandemia. Sólo exclusivamente para esto, no para paliar los estragos económicos causados por las medidas de confinamiento para frenar el avance del coronavirus. Según continúa el texto, cuando la crisis sanitaria termine los Estados que hayan solicitado este salvavidas deberán volver a las normas sobre déficit público del semestre europeo aplicables para todos los países. En otro guiño a los países del Sur, se recuerda que «incluyendo la flexibilidad aplicada por las instituciones competentes». No se obligará a reducir el déficit hasta el 3% del PIB que marca el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de un día para otro, aunque es difícil predecir hasta dónde llegará la manga ancha de Bruselas.

¿Por qué Holanda sigue defendiendo entonces que sí habrá condiciones?

Aparte de la necesidad de vender el acuerdo en casa, el Ejecutivo holandés asegura que cualquier petición de rescate para hacer frente a otro gasto que no sea el sanitario sí que incluirá recortes y reformas estructurales, tal y como está establecido en los rescates clásicos. Si bien el texto consensuado entre los Veintisiete este jueves no lo especifica, tampoco lo descarta. En todo caso, la solicitud de cualquier tipo de financiación a través del MEDE siempre obliga a una votación de las capitales de la zona euro a través de los gobernadores del fondo. La Haya puede aquí defender sus tesis y pedir contrapartidas si demuestra que no estamos hablando exclusivamente de gasto sanitario.

¿No hay otra solución para las consecuencias de la parálisis económica?

Aquí llegamos al segundo acto. De la fase de tapar agujeros pasamos a la de la reconstrucción, lo que España denomina «Plan Marshall». De momento, los Veintisiete se han comprometido a trabajar en un Fondo de Recuperación «temporal, limitado y acorde con los extraordinarios costes de esta crisis» que incluso pueda recurrir a «instrumentos financieros innovadores acorde con los Tratados» y utilizar parte de los recursos del marco financiero 2021-2027, del que el Ejecutivo comunitario quiere presentar una nueva propuesta.

¿Y esto qué significa?

Ahí está el truco. Casi todo y casi nada. En los entrecomillados caben casi todas las opciones defendidas por las capitales los pasados días y sobre las que no existe consenso. Desde la emisión de deuda conjunta a través de eurobonos y coronabonos, que se ha convertido en una palabra maldita para La Haya y Berlín, hasta el fondo temporal que propone Francia del 3% del PIB y que emitiría deuda con las garantías de los Estados en un especie de eurobonos de baja intensidad. Incluso tampoco se descarta que los países que así lo quieran puedan emitir deuda de manera conjunta, aunque su solvencia sea menor si los países triple A, de finanzas inmaculadas, se descuelgan de esta iniciativa. Alemania, en línea con la presidenta del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, prefiere que sea el próximo marco financiero el que se convierta en el instrumento estrella de la recuperación a pesar de su poca capacidad de maniobra, ya que sólo supone el 1% del PIB comunitario y los «halcones» del Norte se resisten a aumentar su cuantía. El próximo día 23 de abril se ha convocado una nueva cumbre extraordinaria de los jefes de Estado y de Gobierno para seguir debatiendo estas opciones.