Juan Torres López, doctor en Ciencias Económicas y catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla, presenta “El crash de la Covid-19”, una libro que recoge una serie de artículos que fue publicando a lo largo de los meses de confinamiento y que suponen un repaso de todos los aspectos que han tenido que ver con la pandemia, desde el punto de vista económico, político, social y antropológico.
¿En qué se falló durante el inicio de la pandemia?
Prácticamente ningún gobierno del mundo ha podido apreciar con exactitud cuándo se inició la pandemia. Eso ha hecho que el retraso en las medidas haya impedido ser más efectivo. Se ha fallado en previsión y en rapidez de actuación y en actuar a lo grande, porque una situación excepcional requiere medidas excepcionales. Cuando una sociedad se enfrenta a una emergencia de este tipo, si no se tiene un liderazgo muy capaz es muy difícil que las medidas tengan el efecto necesario.
¿Cuáles están siendo y serán los afectos de esos errores?
Se han amplificado las consecuencias ya tremendas de la pandemia. Las medidas adoptadas para combatir la pandemia requieren una enorme disciplina social y una gran capacidad de convicción por parte de las autoridades que las establecen, y eso no siempre se ha tenido. Se ha podido comprobar que la disputa política y la confrontación social han impedido que ese tipo de medidas sean más eficaces. Desde el punto de vista económico, se habían debilitado mucho los servicios públicos y no se ha tenido la contundencia necesaria para garantizar el ingreso de las empresas y de las familias que lo perdían.
¿Cómo dotar de ingresos a empresas y ciudadanos sin aumentar la deuda?
Es imposible. El problema es que el punto de partida de los diferentes países no es el mismo, y por lo tanto no todos se han podido endeudar desde el principio. Ha habido un fallo histórico que el planeta pagará en los decenios posteriores, y es que las instituciones internacionales, políticas y financieras una vez más no han estado a la altura. Los bancos centrales del mundo tienen la capacidad de crear dinero de la nada y están usando esa capacidad para aumentan los balances de la banca privada, multiplicando innecesariamente la deuda.
Ya estando en la segunda ola, ¿se ha aprendido de los errores de la primera?
A la segunda ola se le temía mucho, porque se sabía que si se tomaban las medidas de confinamiento extremo de la primera la economía iba a sufrir una caída descomunal. En cierta medida se ha aprendido que había que ser más contundente desde el punto de vista económico, pero no basta solo con garantizar mediante ayudas que las empresas no cierren durante la pandemia, sino que puedan seguir después. No se está poniendo en marcha la inversión necesaria y los mecanismos para decidir el camino por el que se va a ir después, no son lo suficientemente plurales y van a ser guiados por los motores de la situación anterior.
¿Cómo afectará a España el retraso del fondo de recuperación de la Covid?
Muy negativamente, porque tendríamos que estar generando ya los incentivos para que, en el propio proceso de perturbación que ocasiona la pandemia, se crearan las vías de salida para la economía y la sociedad. El cierre de empresas cuando terminen los ERTE va a ser estrepitoso. No estamos promoviendo la transformación de nuestro aparato productivo. Es verdad que es muy difícil, porque estamos en un terreno de juego que es la Zona Euro, que nos ata de pies y manos en beneficio de los capitales de Centroeuropa. Los países miembro no tienen capacidad de maniobra para hacer política económica, lo cual es una tragedia, como se está demostrando estos días.
¿Qué reformas son necesarias para salir de estas crisis?
Hay que reformar el sistema financiero. Hemos vuelto a comprobar que no es capaz de garantizar la savia de la economía, que es el crédito. En mitad de una emergencia sanitaria y una crisis económica que es la más grande de los últimos 100 años, los bancos están aprovechando para concentrarse cada vez más y encarecer el crédito. Es una aberración. En segundo lugar, tenemos que consolidar los servicios públicos. Es legítimo que se desarrolle el negocio privado, pero hay ámbitos en los que el capital privado no está en condiciones de proporcionar las soluciones que requieren estas situaciones extraordinarias. Hay que reformar los sistemas de financiación de los gobiernos. Desde el año 95 hasta la actualidad, casi el 65% del incremento de la deuda pública en España se deba a intereses. Tenemos que reformar los sistemas fiscales, porque responden a una economía de hace casi un siglo. Y tenemos que darnos cuenta de que el incremento tan extraordinario de la desigualdad es letal para el aparato productivo. La estrategia de devaluar salarios constantemente es empobrecedora y es la que está matando a las pymes, al corazón que alimenta la economía española.