Opinión

Sánchez y Calviño, cuento de Navidad

Algo chirría en un Gobierno cuando el presidente tiene que «romper una lanza por la vicepresidenta» tercera en el Parlmento, no ya ante la oposición, que sería lo normal, sino frente a las maniobras del vicepresidente segundo

(I-D) El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, el vicepresidente Pablo Iglesias, la vicepresidenta y ministra de Asuntos Económicos y Digitalización, Nadia Calviño, y la vicepresidenta cuarta y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera
(I-D) El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, el vicepresidente Pablo Iglesias, la vicepresidenta y ministra de Asuntos Económicos y Digitalización, Nadia Calviño, y la vicepresidenta cuarta y ministra para la Transición Ecológica, Teresa RiberaEUROPA PRESS/E. Parra. POOLEuropa Press

Macron, el presidente francés, tiene «el bicho» y pudo pegárselo a Pedro Sánchez, aunque todo apunta –pruebas incluidas– que el inquilino de la Moncloa se ha salvado del contagio. No obstante, permanece en una teórica cuarentena hasta la víspera de Navidad en la que, por ejemplo, tendría tiempo de repasar –incluso de leer por primera vez– el archifamoso «Cuento de Navidad» y la peripecia de Ebenezer Scrooge y su «cambio de actitud» tras encontrarse con sus tres fantasmas: «pasado, presente y futuro». Sánchez, justo la víspera de anunciar su reclusión por protocolo médico, ya protagonizó un cambio al proclamar desde la tribuna del Congreso de los Diputados: «Quiero romper una lanza por la vicepresidenta» Nadia Calviño.

Algo chirría en un Gobierno cuando el presidente tiene que salir a defender a una vicepresidenta, no de la oposición, que es lo normal, sino de otro vicepresidente mientras Pablo Iglesias tenía una bronca, todo lo amistosa que se quiera, pero bronca al fin y al cabo, con la ministra de Hacienda en los pasillos del Congreso vetados a los periodistas literarios –los que escriben, vamos– pero no a los gráficos. Aquello parece que acabó con el «no seas cabezón» de María Jesús Montero, casi al mismo tiempo que Sánchez daba cariño a Calviño.

El presidente del Gobierno, para desesperación de sus adversarios, gobierna con cierta comodidad desde la mayor precariedad parlamentaria de la democracia. Un prodigio de equilibrio. Una y otra vez, Sánchez ha cedido ante las exigencias de Unidas Podemos y de los «indepes» y es probable que lo haga el resto de la legislatura. Ahora, tras encarrilar los Presupuestos –poco importa que sean tan increíbles como imposibles, lunáticos, como tilda las posiciones de su rival Pablo Casado–, parece que toca apuntalar a Nadia Calviño.

La vicepresidenta tercera es, al menos en teoría, la última frontera ante la senda de argentinización que impulsan Iglesias y compañía, bajo el lema «si no pagas, no pasa nada». El problema es que sí que pasa y hasta el inquilino de la Moncloa lo sabe. Sánchez necesita los fondos de ayudas europeas para evitar la crisis total y ahí es donde cobra protagonismo Nadia Calviño, experta en la fontanería de la Unión Europea y de Bruselas y la encargada en definitiva de que esos fondos fluyan hacia España.

Hay en juego 140.000 millones, pero los Presupuestos para 2021 ya contemplan 27.000 millones procedentes de esa hucha, pero que todavía están pendientes de ser adjudicados de verdad y de llegar. Esos dineros, a pesar de la propaganda gubernamental, pueden ser en parte a fondo perdido pero en ningún caso sin condiciones. La Comisión Europea que preside Ursula von der Leyen, con la Alemania de Angela Merkel detrás y también otros países, quiere garantías de que se utilizarán en proyectos o inversiones productivas y no se repartirán como subvenciones clientelares, y Nadia Calviño emerge como la única garante con cierta credibilidad ante Europa de que eso sea así.

Pedro Sánchez, en vísperas navideñas, pero también más adelante, no tiene más remedio –al margen de lo que él realmente piense– que defender con la voz bien alta a Calviño. Eso no impide, además, que por la puerta de atrás el Gobierno procure contentar a sus socios con otra subida, más cosmética que real, del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que ya es de los mayores de Europa en paridad de compra, que despenalice los piquetes violentos o que siga adelante con una ley antidesahucios que espantará a los inversores inmobiliarios, extranjeros y también españoles.

Lenin decía que la inflación, en tanto que deterioraba el valor de la moneda, era uno de los mejores caminos para acabar con el sistema capitalista. La inseguridad jurídica, sobre todo en asuntos mercantiles y relacionados con la propiedad, es otra vía infalible que los más radicales intentan utilizar para horadar el régimen actual, mientras UGT, el histórico sindicato socialista que dirige el catalán de Asturias Josep María Álvarez, se deja querer por Unidas Podemos. Sánchez, con su apoyo ineludible a Calviño, parece haber cambiado de opinión, pero no está claro que su «cambio de actitud» sea permanente como la de personaje de Dickens en su «Cuento de Navidad». Por cierto, ¡Feliz Navidad!

La falta de decisión en el BBVA tumbó la fusión con el Sabadell

Josep Oliú, presidente del Banco Sabadell, entidad que ha cambiado su cúpula ejecutiva y por ahora seguirá independiente, se quejaba en privado de que en sus conversaciones con los máximos responsables del BBVA encaminadas a una fusión de ambas entidades, observaba que nadie parecía dispuesto a tomar una decisión –o eso pretendían aparentar– y que también fue uno de los factores que impidió que se cerrara la fusión de los bancos.

Corporación Financiera Alba recupera terreno pero sigue en pérdidas

El holding financiero de la familia March, la Corporación Financiera Alba, registró unas pérdidas netas de dos millones de euros en los nueve primeros meses del año, frente a los 129 millones de beneficios del mismo periodo del año anterior. Los resultados, sin embargo, son mejores a los del primer semestre, que arrojaron unos números rojos de 24 millones de euros, los primeros semestrales de la sociedad que sin embargo espera cerrar en positivo 2020. El impacto de la pandemia ha coincidido también con el anuncio del relevo, por jubilación a los 66 años, del histórico consejero delegado de la compañía, Santos Martínez-Conde de Gutiérrez Barquia, que sin embargo no será sustituido, sino que sus funciones se las repartirán por ahora los directores generales Carlos Ortega y Javier Fernández Alonso.