Acaba de ser reelegido como presidente de Cepyme con una amplia mayoría. Brillante empresario del sector energético y tecnológico, no tiene pelos en la lengua, cree en la verdad, el trabajo y el esfuerzo. Cuando habla mira a los ojos y suelta lo que piensa, guste o no. Pero se le nota el cansancio del que sube por una cuesta en la que ponen trabas a cada pedalada. Mira de frente al Gobierno y le exige que «coja el toro por los cuernos», que se deje de ideologías y mire por el bien común, empezando por las pequeñas y medianas empresas a las que representa.
–¿Va a apostar por la continuidad en la gestión?
–No habrá grandes cambios a lo que hemos venido haciendo hasta ahora, que ha sido defender los intereses de las pequeñas y medianas empresas.
–Llevamos semanas de revuelo político, un día tras otro. ¿Cómo afrontan esta situación de inestabilidad los empresarios?
–Los llevamos mal, porque hay algo que es muy malo para la economía: la incertidumbre. Estamos pasándolo todos muy mal y los políticos parece que van a lo suyo, a sus intereses, y esa sensación nos aleja cada día más de ellos y nos indigna.
–¿Le parece una buena noticia que Pablo Iglesias salga del Ejecutivo para la gobernabilidad de España y para la recuperación económica?
–De este Gobierno ya no me sorprende nada. Podemos cree que con estos movimientos puede sacar más réditos electorales. Yo no sé si le importa o no el Gobierno de España, pero sí que le importa lo que les pase a ellos. Y me preocupa que todo esto se centre en intereses propios, aunque legítimos, pero muy partidistas. España tiene una situación crítica y lo que tienen que hacer los políticos es estar a una para sacar a nuestro país del desastre cuanto antes.
–Pero lo que es bueno para España puede ser muy malo para la Comunidad de Madrid.
–Los partidos siempre buscan el campo en el que se encuentran cómodos, que parece ser el conflicto y la confrontación. Ahora parece que quieren trasladarlo a Madrid. Pues vale, pero no es el momento de guerras personales.
–Cómo ven los empresarios las guerras intestinas en el Gobierno. ¿No le resulta un poco indecoroso con la que está cayendo?
–Por supuesto. No comparto en absoluto las guerras partidistas en las que parecen haberse instalado la política española. Eso solo produce inestabilidad y distancia aún más a la clase política de los españoles.
–Se ha abierto la mesa de diálogo para afrontar la derogación de la reforma laboral de Rajoy, o al menos hacer cambios. ¿Cómo afrontan esta negociación?
–Pues le contesto con una pregunta, ¿de verdad esto es lo que necesita España ahora mismo? Nosotros estamos en que hay que modernizar el mercado laboral español, como además nos ha pedido la Unión Europea, pero hay que hacerlo bien. Hay que hablar de las cosas importantes.
–¿Y cuáles son esas cosas importantes?
–Pues de lo que se debería hablar es de los ERTE, cuya prórroga termina en 30 de mayo; hay que hablar del sistema de pensiones, que nos exige reformar Europa; hay que hablar de políticas activas de empleo, algo que nos reclaman para poder liberar los fondos de ayuda; o de la reducción de la dualidad del mercado laboral. Por qué no centramos nuestros esfuerzos en lo que es urgente y vital para la economía y para los empresarios y trabajadores. Hay que solucionar los problemas, no crearlos.
–Dentro de estos problemas también están la morosidad, la solvencia o la liquidez, que ponen en peligro el futuro de muchas empresas.
–Son aspectos esenciales. Pero, además, la Administración debe ponerse al día de pago con las empresas; necesitamos flexibilidad para gestionar nuestras empresas en esta grave situación y que no aumente la presión fiscal. El Gobierno lo que tiene que hacer es ayudar, o mejor dicho, tiene que compensar, porque las decisiones administrativas, sean fundadas o no, nos han obligado a parar nuestra actividad y eso es lo que deben compensar.
–Parece que Díaz ha echado el freno y renuncia a una derogación total y va a apostar por los puntos más lesivos.
–Creo que lo que hay que hacer es dejar de lado la ideología en estas negociaciones. Y el Gobierno, en general, y Podemos, en particular, no lo hacen. Anteponen la ideología a todo.
–Pero este bailoteo político y el enfrentamiento entre ministros lo que hace es incrementar esta ideologización.
–Efectivamente. Al final parece que tenemos mucha prisa por imponer ideología y poca en que las ayudas lleguen a las empresas, que llevamos esperando más de un año ya para recibirlas, y todavía no nos han llegado. Después de haberlas anunciado y aprobado, vamos a ver cuándo llegan finalmente, que esa es otra.
–¿Cuáles van a ser sus bases de negociación?
–A nosotros siempre nos van a encontrar en la posición de negociar y de acordar, pero bajo una premisa clave: la competitividad. Si no fuera así, sería acabar con todo. Sin competitividad ni productividad no hay empresas, y si no hay empresas tampoco hay empleo. Iríamos hacia el desastre. De ello depende nuestro sistema de bienestar, del que tanto hablan pero parece que no entienden cómo se llega a él.
–¿Van a marcar líneas rojas?
–No está bien sentarse a una mesa diciendo que tienes líneas, rojas, o al menos nosotros no lo hacemos. Otros no lo sé. Pero está claro que sobre la mesa ponemos sobre la palabra competitividad, y a partir de ahí nos ponemos a hablar.
–¿Hablarán sobre la cláusula que impide despedir y que obliga a mantener el empleo so pena de perder todas las ayudas recibidas?
–A la ministra le recuerdo que, además de su ideología, se ponga en la realidad práctica de la situación que afrontan las empresas. No tiene ningún sentido que un empresario no pueda adaptar su plantilla por culpa de las condiciones externas a las que está sometido. Nosotros no queremos despedir. Es una necesidad. Hay que centrarse en que si mantenemos a flote a la empresa mantenemos el empleo y si a ésta se la impide tomar decisiones al final lo que se consigue en lo contrario de lo que se pretende, que es perder todos los puestos de trabajo en vez de un pequeño ajuste.
–El Gobierno quiere reducir a la mínima expresión los contratos temporales, tirar de ERTE para evitar despidos y poner coto a los ERE con la famosa cláusula antidespido. ¿Pretenden maquillar las cifras del paro?
–No lo sé. Lo que sé es que el empleo no se mantiene por real decreto. El empleo lo mantienen los sistemas económicos que funcionan y las empresas, y de eso es de lo que debería preocuparse el Gobierno. Las normas deben ser proporcionales, y el que las empresas tengan que devolver el dinero recibido en los ERTE por tener que prescindir de parte de la plantilla obligadas por las circunstancias me parece un despropósito.
–Y todavía no han hablado de una nueva prórroga de los ERTE.
–Por eso digo que nada tiene sentido. ¿Vamos a ponernos, la última semana a negociar los ERTE? Empresarios y trabajadores deben saber con tiempo a qué atenerse, tener seguridad. No valen las improvisaciones. Hay casi un millón de trabajadores en ERTE que no se sabe dónde van a acabar, y si no se ayuda a las empresas van a pasar dos cosas: muchos ERE o, lo que es peor, el cierre y la liquidación de las empresas.
–Díaz ya ha advertido que esa reforma se hará con el acuerdo de los empresarios o sin él. ¿Suena a amenaza o forma parte de la negociación?
–A las amenazas no te acostumbras nunca. Yo no quiero que me llamen para algo en lo que no puedo decidir ni aportar nada, y sabiendo ya el final. Eso significa que estaría siendo utilizado y que lo que quiere es guardar las apariencias y pasar un rato con nosotros. Por ahí no vamos a pasar.
–Imagino que no se hablará en esta mesa del SMI. Pero, ¿qué le parece que el Gobierno quiera volver a subirlo en la actual situación económica?
–Volvemos a lo mismo, no se puede negociar sobre un fondo solo ideológico que ponen por encima de lo que necesita nuestro país. ¿De verdad creen que el problema del trabajo en España es salario mínimo cuando se ha subido más de un 40% en los últimos cinco años? Por qué no nos centramos en los problemas reales y nos dejamos de vender ideas políticas e ideología.
–¿Las empresas están en condiciones de afrontar una nueva subida del SMI?
–Parece que no se dan cuenta de que eso afecta a toda la tabla salarial. Si se sube el escalón más bajo hay que reordenar también el resto y eso tiene un coste añadido y nos resta competitividad. Y además en muchos casos va a ser inasumible y puede costar muchos empleos. Nosotros no buscamos un titular de periódico con estos temas.
–El Gobierno tampoco está dispuesto a flexibilizar las obligaciones tributarias y apuesta por subir impuestos. ¿Qué le parece esto cuando en Europa ocurre lo contrario?
–Pues muy claro: el aumento de presión fiscal lastra el sistema económico y su crecimiento. En los países de nuestro entorno se ha hecho todo lo contrario, bajar impuestos. Aquí el Gobierno machaca a la empresa. Piensan leña al mono y exprimimos la vaca de los empresarios, en vez de ayudar y premiar a la empresa que funciona, como hacen otros países. No tiene sentido cargarse el bienestar social.
–Volvamos al plan de ayudas directas. ¿Ha nacido tarde y mal, con muchas lagunas y con poco dinero?
–Pero es que ni siquiera ha llegado, lo que tenemos es el anuncio, pero las ayudas no llegarán a las comunidades autónomas hasta mayo, y a partir de ahí... ¿hasta dónde nos vamos, hasta después del verano? Si es así, para muchos será ya tarde.
–¿Por qué se han quedado fuera tantas actividades y las exigencias burocráticas son tan elevadas?
–De momento, ya han dejado a margen al 33% de las empresas. Qué pasa con las que en 2019 apostaron por la inversión y dieron resultado negativo o las que por lo que sea llevan 30 años dando beneficios pero tuvieron un año malo. La incertidumbre que estas cosas producen en la empresa es enorme. Parece que lo único que quieren es aparentar que han ayudado, pero realmente no lo han hecho. Yo puedo no estar al corriente de pago por decisiones que el Gobierno ha tomado y ahora me cierra la puerta. No puede ser.
–¿Es un plan fallido entonces?
–Hacen las cosas al revés. Compran un collar y luego buscan el perro que le viene bien a ese collar. ¿Por qué se incluyen unos sectores sí y otros no, o una región sí y otra no? Las empresas que lo pasan mal lo hacen estén donde estén y en el sector que esté.
–Los empresarios se quejan de que nadie les ha consultado para hacer este plan.
–A nosotros no nos han llamado. Ese no es el camino si realmente se quiere ayudar a la empresa.
–¿Por qué cree que se ha esperado tanto? ¿Teme que busquen el cambio de modelo económico como han dicho algunos ministros?
–Es absurdo. La economía española estaba creciendo, las empresas facturando y pagando sus impuestos, cumpliendo con los proveedores y acreedores. ¿Las empresas son inviables o ellos han provocado que sean inviables? No culpemos a la empresa de lo que no es culpable
–¿Cree que realmente con 11.000 millones se resuelven los problemas de solvencia de las empresas?
–Son mejor que nada, por supuesto, pero el Banco de España cifraba a finales de 2020 en más 225.000 millones de euros lo que se necesitaba para dotar de liquidez a las empresas. Esos 11.000 son claramente insuficientes.
–¿Cree que hay que rescatar directamente a sectores como el ocio nocturno, la tauromaquia, o incluso la cultura?
–Hay países que han decretado los cierres de actividad por decisión administrativa y han puesto a la vez un cheque para compensar ese cierre. Aquí no.
–El turismo sigue sufriendo. ¿Cree que hay que condenar la Semana Santa para salvar el verano?
–No se puede pasar de 0 a 100 y de 100 a 0, eso es un error. Se debería aprender a convivir con el virus y buscar el balance entre el sistema económico y la salud. Ese es el reto del Gobierno.
–¿Y una mejor coordinación entre administraciones?
–Por supuesto. No puede haber 17 timones tirando cada uno hacia un lado. Eso se ha demostrado que no funciona y es ingobernable.
–¿Ve a este Gobierno capaz de sacarnos de esta crisis?
–Yo creo que este Gobierno no cree en la empresa y las decisiones que está tomando son lentas y escasas. Ojalá que las ayudas lleguen cuanto antes porque en los dos primeros meses del año han desaparecido 20.000 empresas. Si no se dan prisa con las ayudas no va a quedar casi nada porque las empresas ya no pueden aguantar más.